La inteligencia artificial no es tan inteligente. De momento
La relación entre inteligencia y creatividad es controvertida. Para algunos autores, la creatividad es un subconjunto de la inteligencia. Para otros, al revés
La IA en la veterinaria, un aliado inesperado
La Ley de Moore postulaba la duplicación anual de la capacidad de procesamiento de las máquinas. Así ha sido. Esto junto con la creciente complejidad de los algoritmos y la enorme cantidad de datos producidos por las personas mediante el uso de dispositivos digitales, ha facilitado una rápida colonización de nuestra vida cotidiana por parte de la Inteligencia Artificial. El notable desarrollo de ésta, con evoluciones hace poco tiempo inimaginables, está desempeñando un papel fundamental a la hora de impulsar la cuarta revolución industrial. En consecuencia, la IA está remodelando nuestro panorama tecnológico y con él la economía, la salud, la ciencia, las artes y otros muchos ámbitos.
Se habla de que uno de los verdaderos saltos tecnológicos es la irrupción de la Inteligencia artificial generativa. Frente a los modelos de IA discriminativa, que clasifican datos según diferencias predefinidas, los modelos generativos «crean», producen textos, imágenes, código y mucho más.
¿De verdad crean? En este contexto ¿puede la IA realmente ser creativa? ¿Qué entendemos por creatividad?
¿De verdad crean? En este contexto ¿puede la IA realmente ser creativa? ¿Qué entendemos por creatividad? ¿Qué debemos entender por inteligencia? ¿Hay alguna correlación entre la inteligencia y la creatividad? ¿Podemos confirmar que hay de verdad una inteligencia artificial y una creatividad computacional?
Kate Crawford, en su «Atlas de la IA» critica duramente la idea de inteligencia artificial. Para ella la IA carece tanto de inteligencia como de artificialidad. No es artificial porque se ha desarrollado a partir de clasificaciones hechas por humanos, heredando de paso nuestros sesgos. Y no es inteligente porque obvia bastantes de las características de la inteligencia humana.
Kate Crawford, en su «Atlas de la IA» critica duramente la idea de inteligencia artificial
Cierto es que los avances logrados en los sistemas de inteligencia artificial con el objetivo de emular la inteligencia humana han demostrado, sin lugar a duda, una capacidad computacional significativa. Una destreza superior a la humana en lo que José Antonio Marina denomina inteligencia computacional en su «Teoría de la Inteligencia creadora». Estos sistemas están diseñados para resolver problemas complejos, una característica por excelencia del intelecto humano. Mediante la utilización de redes neuronales y técnicas de aprendizaje profundo, han desarrollado la capacidad de aprender, lo que refleja otro aspecto fundamental de la función cognitiva humana. Los sistemas de inteligencia artificial demuestran una aptitud excelente para reconocer patrones a un ritmo que supera con creces las capacidades humanas.
Uno de los saltos más recientes y de mayor impacto han sido las redes generativas adversariales (GAN), con éstas, las IA´s son capaces de generar imágenes y texto con cierta precisión
Uno de los saltos más recientes y de mayor impacto han sido las redes generativas adversariales (GAN), con éstas, las IA´s son capaces de generar imágenes y texto con cierta precisión. Y la llegada de los algoritmos transformadores ha allanado el camino para el desarrollo de grandes modelos de lenguaje (ELM), ejemplificados por Chat GPT y modelos análogos. Este es uno de los motivos de que nos interese tanto la inteligencia artificial. La inteligencia artificial se teorizó a mediados del siglo pasado y generó muchas expectativas. Tantas como decepciones. A cada fase de desarrollo seguido de importantes inversiones le seguía una fase de desencanto por no hacer real sus promesas. Es lo que se conoce como los inviernos de la IA. Sin embargo, como señalábamos al principio, ese aumento de la capacidad computacional y de procesamiento de las máquinas, junto al desarrollo de algoritmos más complejos y el crecimiento exponencial de los datos que, de manera más o menos inadvertida, cedemos a las grandes tecnológicas han posibilitado este salto a la IA generativa. Estamos en lo que Carmen Torrijos y José Carlos Sánchez denominan la primavera de la inteligencia artificial. Está claro, lo denominan primavera porque intuyen un desarrollo mucho mayor.
Pero Mariano Sigman y Santiago Bilinkis en su libro «Artificial», sin minimizar el alcance de estos desarrollos tecnológicos, señalan que conociéndose tan poco como se conoce el cerebro humano e ignorando bastantes de los mecanismos de la inteligencia humana, nos hemos atrevido a diseñar y generar máquinas que creemos que la emulan. Como dicen estos autores, tratar de replicar la mente humana sin comprenderla del todo abre un abismo de incertidumbre, de impredecibilidad no exenta de riesgos.
La inteligencia humana no es solo lógica, no es solo razonamiento, es también emoción
Además, la inteligencia humana no es solo lógica, no es solo razonamiento, es también emoción. La capacidad puramente computacional no puede asemejarse a la inteligencia humana. La inteligencia resuelve tareas operacionales lógicas, pero el cerebro humano considera en su toma de decisiones su estado emocional que suele influir, sino más que la razón al menos con la misma intensidad, en sus decisiones, como demuestran Daniel Goleman con su teoría de la «Inteligencia emocional» o el prestigioso neurólogo portugués Antonio Damasio en numerosas obras, por poner solo un par de ejemplos. Y la inteligencia humana no es solo cálculo inductivo o deductivo. Es también abducción, heurística, intuición.
Es lo que Daniel Solana expone en su libro «Desorden», donde reclama frente al imperio de la lógica el valor de la sagacidad, de la corazonada, de la iluminación y, por qué no, la capacidad de asumir riesgos. Aquí nos encontramos conceptualmente con la creatividad. La relación entre inteligencia y creatividad es controvertida. Para algunos autores, la creatividad es un subconjunto de la inteligencia. Para otros, al revés. Algunos afirman que inteligencia es igual a creatividad. Y, por último, hay quienes aseguran que son dos cosas completamente distintas.
Algunos afirman que inteligencia es igual a creatividad. Y, por último, hay quienes aseguran que son dos cosas completamente distintas
Se considere como se considere, la creatividad consiste en encontrar soluciones novedosas a problemas. En ese proceso realizamos nuevas y sorprendentes conexiones entre elementos pre-existentes. En el proceso creativo surgen chispas, ideas, «sospechas de conocimiento» las llamaba Jorge Wagensberg en su «Teoría de la creatividad», porque no son soluciones lógicas. Son sospechas también porque no todas las chispas generan llama. Es el riesgo creativo. Todavía más, en el proceso creativo esas sospechas, esas chispas, son generadas en muchas ocasiones por el subconsciente. Saltan en los momentos más inadvertidos e inesperados como iluminaciones de la mente. ¿Tiene conciencia la IA? No. De momento.
* José Martínez Sáez es el coordinador del Grupo de Reflexión sobre IA y comunicación y Director del Departamento de Comunicación Audiovisual y Publicidad de la Universidad Cardenal Herrera CEU.