Los traductores de libros ante la IA: «¿Le va a importar al editor que la calidad sea algo peor si se ahorra dinero?»
La capacidad de la inteligencia artificial de traducir textos llega a la literatura con la sospecha de que puede rebajar la calidad de las obras
Alguien se imagina a ChatGPT traduciendo la última obra de Stephen King. O a Anders de la Motte, el último fenómeno literario sueco. Algunos pueden pensar en qué hubiera pasado con las obras de Stieg Larsson si hubieran caído en manos de una inteligencia artificial. A modo de spoiler, solo se puede decir que la traducción de 2005 de Los hombres que no amaban a las mujeres no hubiera sido igual que la de 2024. Y todo tiene una explicación.
La última actualización de ChatGPT, el último móvil de Samsung, la llegada de Copilot+ PC de Microsoft y hasta las futuras conversaciones con Siri, tienen en la traducción una piedra de toque importante. Se trata de decirle a la gente que no importa que no sepan idiomas, que podrán viajar por el mundo y hablar con un japonés, móvil mediante, y que le entienda al momento y le responda en su idioma sin necesidad de acompañar sus palabras con aspavientos.
El disgusto literario
Pero el mundo literario es el que parece que se va a llevar el gran disgusto. El propio Sam Altman, creador de ChatGPT, colocó a los traductores entre las profesiones que podrían desaparecer con la IA. Antes de quedarnos con esa afirmación y darla por buena hay que llamar la atención de expertos en el mundo literario para profundizar un poco más.
José Francisco Ruiz es uno de los grandes maestros en traducción. Ha ejercido con algunos autores, poetas fundamentalmente, pero su labor es la de formar a las futuras generaciones, en las aulas de la Universidad Pompeu Fabra, que se enfrentaran a idiomas y giros lingüísticos de los grandes libros que hay y los que están por venir.
Ruiz ha dedicado un libro a contar esta relación entre IA y traducción (¿Sueñan los traductores con ovejas eléctricas?, Cátedra, 2024), pero desvela que «la traducción automatizada en algunos ámbitos del sector literario está está más que asumida y más que que utilizada desde hace décadas».
Saldría sería una versión bastante aceptable del texto que precisaría, como mucho, una pequeña edición humanaProfesor de traducción
Si le preguntamos a José Francisco Ruiz, qué saldría si dejáramos en manos de una IA la traducción de la última novela de Stephen King, empezamos a entender, por su respuesta, que hay muchas aristas en este ámbito cultural. «Saldría una versión bastante aceptable del texto que precisaría, como mucho, una pequeña edición humana posterior» y aclara que se debe a que «se está volcando toda la inversión sobre las lenguas dominantes».
Sobre los traductores gratuitos, Ruiz aclara que «lo que no tienen es conciencia como para identificar la autoría del texto, lo que traducen es el texto, no traducen a autores». Pero este experto va más allá, «no lo saben ahora, pero eso es tan simple como cruzar una serie de elementos contextuales, históricos... es decir, alimentar esta máquina con otro tipo de contenidos como para que sea capaz de identificar rasgos estilísticos, frecuencias léxicas...».
Traducir a William B. Yeats
I know that I shall meet my fate
Somewhere among the clouds above;
Those that I fight I do not hate,
Those that I guard I do not love;
My country is Kiltartan Cross,
My countrymen Kiltartan’s poor,
No likely end could bring them loss
Or leave them happier than before.
Nor law, nor duty bade me fight,
Nor public men, nor cheering crowds,
A lonely impulse of delight
Drove to this tumult in the clouds;
I balanced all, brought all to mind,
The years to come seemed waste of breath,
A waste of breath the years behind
In balance with this life, this death.
El resultado fue una traducción mejor que la primera. El autor explica que «mi traducción existía en versión digital y, es probable, que los traductores accedieran a ella y ofrecieran otras opciones».
Ruiz cree que habrá tres factores en el futuro de la IA en la traducción literaria. «Los traductores vamos a ser sujetos pasivos. Por una parte está la ingeniería informática; por otra parte, lo que haga el mundo editorial con todo esto, que de momento todavía está muy quieto y muy callado; y, en tercer lugar, están los factores puramente económicos».
Consumo inmediato
Hay un ejemplo claro en todo esto, «una novela de John Grisham, es de consumo inmediato y para un perfil de lector que no es un especialista, ni muy exigente filosóficamente hablando; no es un libro con el que se vaya a estudiar ni se vaya a mantener un diálogo a lo largo de años. ¿Le va a importar realmente al editor que la calidad sea un poquito peor? Si lo hace una máquina, le sale más barato y no tiene que pagar copyright al traductor, aunque tenga que emplear un traductor humano únicamente para editar lo que haya traducido la máquina».
A los alumnos habrá que enseñarles cómo van a tener que intervenir ellos sobre el producto que genera la IAProfesor de traducción
Y, ¿qué le tocará enseñar a estos alumnos en sus clases si la IA es tan perfecta? «lo mejor que podemos hacer en estos momentos de incertidumbre es preparar a los estudiantes que ahora tienen 20 años y que van a tener una larga vida profesional por delante y obligarles a conocer muy bien cómo funcionan estas máquinas, el producto que dan y cómo van a tener que intervenir ellos sobre el resultado».
La última reflexión del profesor Ruiz es inquietante: «la industria editorial no suelta prenda y estoy convencido de que hay determinadas razones, incluso de corrección política como es el tema del ecologismo, que van a volver para vender las bondades del libro electrónico que tenga una traducción del texto integrado directamente para leer en la lengua que tú quieras».
Los expertos de El Debate sobre la IA
En su opinión, «el trabajo de traducción llevado a cabo por las personas seguirá vigente para los textos periodísticos interpretativos, o los textos académicos y literarios, todos esos escritos que por estar compuestos de matices y referencias sutiles, emocionales en los que el contexto desempeña un papel fundamental nunca podrán ser resueltos con una mínima calidad por parte de las máquinas».
Ricardo Franco y Mario de las Heras forman parte de la sección de Cultura de El Debate. Franco asegura que «creo que impacto tendrá poco; ya que en esta cuestión hay mucho alarmismo milenarista, que surge siempre del pesimismo ante el fruto. La máquina nunca puede sustituir a la razón y espíritu humano. La inteligencia artificial es, justamente, eso: artificial; depende siempre de la original que la ha creado, es decir el hombre» y añade que «con la traducción sucede lo mismo. Quizá sirva para textos sencillos, o para aligerar según qué trabajos, pero nunca eliminará la necesidad de una revisión humana con su capacidad de matización y de captar la profundidad de un texto».
Para Mario de las Heras comenta que «una escritora china, ganadora de un premio literario importante, reconoció haber utilizado la tecnología para 'ayudarle' en algunas tramas. Eso que es ahora 'ayuda' puede ir siendo con el tiempo algo más, quién sabe si todo, si se tiene en cuenta la cada vez menor exigencia literaria de los lectores. Casi cualquier best seller actual, con las avances tecnológicos que se avecinan podrán ser escritos por una máquina».
De las Heras reflexiona sobre «si se pueden componer canciones de artistas muertos, con sus voces y su estilo, ¿quién puede parar que se haga lo mismo con los libros? Podría suceder también que un novelista con pocas ganas de trabajar le pida a la IA una novela sobre determinado tema, y ese mismo autor solo realice después una labor de corrección y de estilo, dándole a la 'obra' la pátina perfecta de 'credibilidad humana'. En cuanto a la traducción, más sencillo de introducirla aún, precisamente por este último caso. El traductor se ahorraría de este modo el trabajo de 'pico y pala' y, con la obra traducida, ahorrados meses o años de trabajo, podría dedicarse exclusivamente al detalle que hace que una obra pertenezca a un determinado artista».