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18 de mayo de 2024

Cosas que pasanAlfonso Ussía

Carnes abiertas

Cinco días con las carnes abiertas es tortura que muy pocas personas pueden soportar. No se trata de un sector carnal definido

Actualizada 01:30

De pronto, una frase bien medida y contundente nos hace mejores. Nos agudiza los sentidos y los sentimientos. En El Mundo, ese estupendo periódico italiano que se edita en España –soy lector desde su aparición–, tienen la generosidad de entrevistar a toda página a seres que no han hecho absolutamente nada en su vida. Entrevistar a un personaje, en el fondo, es una falta de originalidad, además de un riesgo. Si el personaje merece la pena siempre termina usurpando el cometido del entrevistador y poco a poco se adueña de la charla para terminar entrevistándose a sí mismo. El mérito está en entrevistar a quien no tiene nada que decir, porque diga lo que diga, suelta una majadería y se queda tan pancho, tan pancha en el caso que me ocupa y preocupa. Vamos a descansar de análisis políticos y profundidades pretenciosas. También las oquedades mentales crean figuraciones y metáforas dignas del mayor elogio.
Lo más interesante que se ha dicho después de la comedia de los cinco días para decidir si Sánchez y Begoña se iban o continuaban no lo ha escrito ningún intelectual. Ha sido un miembro de la Cultura Sanchista la emisora de la perla. Y se la debemos al diario El Mundo y su redactora Andrea M. Rosa del Pino, que consiguió, sin pagarle ni un euro, entrevistar nada más y nada menos que a Rocío Carrasco, Rociíto, tan unida a Sánchez por los llantos y aspavientos. Rociíto es activista del feminismo nuevo, es decir, del antifeminismo, y mantiene excelentes relaciones con Sánchez. A la sagaz pregunta «¿que opinó sobre la casi dimisión de Sánchez?», la representante de la Cultura responde con airada espontaneidad: «¡Pedro Sánchez me ha tenido con las carnes abiertas!». Creo que no se puede explicar con más acierto semántico lo que sintió y padeció Rociíto durante los cinco días de enclaustramiento de su político preferido. Cinco días con las carnes abiertas es tortura que muy pocas personas pueden soportar. No se trata de un sector carnal definido. Son todas las carnes las que procedieron a abrirse en el cuerpo de esta heroica muchachuela, que sigue siendo lo que fue desde que vio las primeras luces. Ser hija de.
Las carnes abiertas duelen, pican y sangran. Y ella aguantó como una jabata, como una Catalina de Erauso, como una Agustina de Aragón, como una Manolita Malasaña, como una María de Molina, como una Irene Montero cuando deploró, en los momentos previos a un Consejo de Ministros, la informalidad de la empresa que se había comprometido a cambiarle la depuradora de la piscina en un par de días y todavía no se habían presentado los operarios en su casa. «Con este calor, y no podemos refrescarnos en la piscina». Horrible, Irene, horrible, le susurró Marlaska.
Cinco días con las carnes abiertas es tortura que no se les ocurre ni a los chinos. Hay carnes que se agrietan por la flacidez y la gordura. Pero una cosa es una grieta epidérmica que una carne abierta como si fuera un entrecot o un solomillo presto a ser cocinado. Lo que habrá sufrido su amante y futuro esposo, que ha soportado la apertura de las carnes de su amada durante cinco días y no ha salido corriendo, como haríamos todos los hombres que conozco. Porque desde que leí la inmortal y exigente entrevista, he preguntado a mis amigos varones. «¿Qué harías si a tu mujer o tu novia se le abren todas las carnes durante un largo fin de semana?» Y la respuesta dice muy poco de la capacidad de sufrimiento de los hombres de España. «Huir de ella», según han respondido el 93 por ciento de los encuestados.
Propongo la creación de una nueva distinción oficial. La Gran Cruz al Mérito de las Carnes Abiertas. No deseo hacer sangre anímica con ejemplos fáciles. Pero, sin dudas de ningún tipo, la primera dama de la Orden del Mérito a las Carnes Abiertas, tiene que ser Rociíto.
Y no se opongan, porque me dolería tamaña injusticia sobremanera.
Lo que ha sufrido esta mujer no tiene nombre.
Y esta bobada de artículo, menos aún.
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