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El fundador y presidente ejecutivo de Amazon, Jeff Bezos, en una imagen de archivo

El fundador y presidente ejecutivo de Amazon, Jeff Bezos, en una imagen de archivoFlickr/Daniel Oberhaus

Ciencia

En busca de la inmortalidad: anatomía de la última aventura empresarial de Jeff Bezos

La creación de Altos Labs, una empresa de investigación enfocada al rejuvenecimiento celular y financiada por el fundador de Amazon, reaviva el debate sobre los límites de la tecnología y su aplicación sobre el ser humano

«Altos Labs es una nueva empresa de biotecnología centrada en la programación de rejuvenecimiento celular para restaurar la salud y la resiliencia de las células con el objetivo de revertir la enfermedad para transformar así la medicina. […] Nuestra misión es restaurar la salud celular para revertir enfermedades, lesiones y discapacidades que ocurren a lo largo de la vida. […] El Instituto de Medicina Altos capturará el conocimiento generado sobre la salud y desarrollará medicamentos transformadores».

En la escueta página web de Altos Labs, la multimillonaria compañía de terapia celular lanzada hace solo unas semanas y financiada por dos de los mayores gurús tecnológicos del mundo (el ruso-israelí Yuri Milner, padre de la operadora rusa VK y de la firma de capital riesgo DST Global; y el estadounidense Jeff Bezos, fundador de Amazon), además de incluir un organigrama con sus principales representantes e investigadores, se aporta una breve descripción que resume su razón de ser.

Es el último intento, tal vez el más sonado hasta el momento por los nombres que están detrás del proyecto, de uno de los mayores retos con los que ha fantaseado una parte de la humanidad a lo largo de su historia: alargar la vida; conseguir, si acaso, la inmortalidad. Steve Horvath (artífice del reloj epigenético, una reputada prueba bioquímica para medir la edad), Shinya Yamanaka (premio Nobel de Fisiología y Medicina en 2012 por sus hallazgos en el campo de la investigación celular), o el español Juan Carlos Izpisúa (experto en rejuvenecimiento de células), algunas de las mayores eminencias en biotecnología del mundo, han subido a bordo a cambio de una buena suma para volcar todo su talento en un sector en continuo desarrollo. Pero la ciencia nunca destacó por su presteza, y los resultados tardarán meses, cuando no años, en conocerse.

«Es un campo que va despacio, porque es complejo y con muchas variables, pero se están produciendo avances», explica Silvia Martín, profesora de Ingeniería genética y Terapia celular en la Universidad CEU San Pablo. «El sector de la biotecnología en este asunto está viviendo ahora mismo un momento activo, porque en los últimos meses han entrado en funcionamiento varias empresas importantes tanto en España, como a nivel más global», añade la experta, que destaca que, «tras estas inversiones y fichajes de investigadores de alto nivel, se dan todas las características para que evolucione». La inyección de presupuesto inicial de Altos Labs alcanza nada menos que los 3.000 millones de dólares, una suma a años luz de entidades similares y que da cuenta de la envergadura y la ambición del proyecto.

En el caso de la iniciativa española, Martín se refiere a la investigación liderada por la oncóloga María Blasco, del Centro Nacional de Investigaciones Oncológicas (CNIO), en operaciones de telómeros (los cromosomas asociados al envejecimiento), un objeto de estudio diferente al de la empresa californiana (Altos tiene su sede principal en la Bahía de San Francisco y otras dos en San Diego y Cambridge, Reino Unido), que se centra en células madre.

Pese a todo, la experta cree que posiblemente en el futuro se podrán conseguir avances que no serán espectaculares, sino paulatinos y moderados. «[La reprogramación celular] es un campo que se puede aplicar a nivel global si es sobre un embrión (aunque se corren también más riesgos al afectar a todas las células), pero también a células somáticas específicas con el fin de resolver un problema concreto», explica la profesora, quien apunta a los ensayos clínicos actualmente en marcha orientados a la regeneración de tejidos concretos –como por ejemplo del ojo, con el fin de recuperar la visión en pacientes de edad avanzada–. «La edad va asociada a una serie de pérdidas celulares, y eso se puede recuperar si conseguimos recomponer unas células que tengan capacidad mejorada, es decir, reprogramarlas para rejuvenecerlas y recuperar así su función. Hablo del ojo, pero podríamos hablar también de articulaciones que presentan igualmente este tipo de problemas», expone.

El científico chino He Jiankui saltó a la fama en 2018 tras contravenir todas las directrices sobre edición genética a nivel mundial, incluidas las de la propia China

El científico chino He Jiankui saltó a la fama en 2018 tras contravenir todas las directrices sobre edición genética a nivel mundial, incluidas las de la propia ChinaWikimedia Commons/The He Lab

Martín cree que los avances venideros se darán sobre todo en terapias somáticas, es decir, para aplicaciones concretas en patologías específicas, y recalca que las investigaciones actuales se encuentran por el momento en fases experimentales y deben ser aprobadas por las correspondientes agencias reguladoras antes de ver la luz. «Si ya hablamos de manipulación de embriones para conseguir individuos mas longevos –prosigue– ya entramos en otra categoría, porque es un tema del que hay una moratoria a nivel mundial y respecto al que la OMS creó el año pasado una comisión especifica para discutir sobre la normativa necesaria para hacer este tipo de desarrollos».

La profesora recuerda el sonado caso del científico chino He Jiankui, que en 2018 se hizo mundialmente conocido –y no para bien– tras llevar a cabo la primera edición genética en embriones de la historia al blindar contra el VIH a dos gemelas nacidas a las pocas semanas del anuncio. Condenado a tres años de cárcel y una multa de 380.000 euros por el delito, el genetista saldrá de prisión este año.

Dilemas

Se trata de una disciplina que, efectivamente, ha traído cola desde el momento mismo de su existencia. ¿Hasta dónde queremos llegar? ¿Qué aplicaciones le queremos dar? ¿Y para quién? La esperanza de vida se ha alargado de manera natural con el paso de los siglos, especialmente en los últimos 200 años. En España, uno de los países más longevos del mundo, ha pasado de 30 a 80 años gracias a la mejora de las condiciones sanitarias y nutricionales de la población. Por ello, Martín recuerda que aumentar la longevidad dentro de lo posible «es ético». «Otra cosa es cómo se realiza ese aumento. Y ahí ya sí que entramos en otro tipo de disquisiciones, como es si realmente queremos manipular embriones y, si lo hacemos, si queremos que sea para toda la población o solo con una pequeña parte. Por eso, lo que realmente nos tenemos que plantear es saber qué es lo que queremos hacer, cómo lo queremos hacer y cómo queremos que sea la sociedad del futuro».

Entre los mayores partidarios de la edición genética a la carta se encuentran los transhumanistas, movimiento que aboga por la aplicación directa de las nuevas tecnologías en el ser humano, en su mente y en su cuerpo con vistas a su mejoramiento y, con ello, a la creación de una especie poshumana superior a la actual. Uno de los objetivos, explica Antonio Diéguez, catedrático de Lógica y Filosofía de la Ciencia en la Universidad de Málaga y autor del libro Transhumanismo. La búsqueda tecnológica del mejoramiento humano (Herder, 2017), es la inmortalidad.

«Ellos creen que es posible, y existen a su vez dos corrientes dentro del mismo movimiento: los que creen que se podría conseguir un cuerpo biológico de duración indefinida, y los que van más allá y aspiran a prescindir alguna vez del cuerpo, porque así se evitarían todas las debilidades, el deterioro y las enfermedades aparejadas. El propósito último de este segundo grupo es volcar la mente en una máquina, es decir, aspirar a un cuerpo puramente artificial para evitar así la muerte», expone.

Entre los mayores partidarios de la edición genética se encuentran los llamados transhumanistas, que abogan por la aplicación directa de las nuevas tecnologías en el ser humano

El transhumanismo cuenta fundamentalmente con dos bastiones principales, la Singularity University de Silicon Valley y el Instituto para el Futuro de la Humanidad de la Universidad de Oxford –dirigido por Nick Bostrom, responsable también de la asociación transhumanista mundial Humanity Plus–. En 2016, un candidato transhumanista lanzó su propio partido y se presentó a las elecciones de EE.UU. y aunque el éxito brilló por su ausencia, detalla Diéguez, poco a poco van ganando adeptos. «Políticamente todavía no son muy relevantes, pero culturalmente sí empiezan a serlo porque hay gente que con mucho optimismo todo esto del progreso tecnológico», avisa. En nuestro país, donde se han celebrado ya varias reuniones con presencia de algunos ideólogos del transhumanismo, el analista alude al ingeniero venezolano-español José Luis Cordeiro, miembro de la junta directiva de Humanity Plus, como uno de los mayores defensores del movimiento.

Al igual que Martín, Diéguez, que se considera un analista «moderadamente crítico» con las tesis del movimiento, cree que se tratan de un arma de doble filo. Por un lado, dice, «el desarrollo de la biotecnología podría ayudar a evitar graves enfermedades en embriones, al igual que la IA puede contribuir al desarrollo de interfaces cerebro-máquina que ayude al ser humano en muchos aspectos». Por el contrario, el experto teme que la fusión total de la tecnología con el ser humano pueda dar lugar a riesgos tales como los intentos de controlar y manipular a la población a través de la IA, de obtener información privada, de desarrollar armas autónomas o incluso de llegar a crear una sociedad distópica con individuos mejorados y estándar en función del nivel económico de cada uno. «El problema es que muchos de esos peligros ya los tenemos delante, no forman parte del futuro», añade.

La vertiente económica juega un papel crucial en el alargamiento artificial de la vida. Por un lado, en el precio de los tratamientos o fármacos disponibles, respecto a lo cual Martín señala que dependerá de la inversión que se dedique a la investigación pública: «Es lo que estamos viendo con ciertas terapias avanzadas, que se nos están vendiendo del orden de 300.000 euros por producto y por paciente, cuando sabemos que si lo hiciéramos a nivel publico podemos conseguirlas por un precio que ronda aproximadamente los 100.000 euros». Pero al tiempo surge también una pregunta clave: ¿es sostenible? ¿nos lo podemos permitir? «Si queremos hacer actuaciones con productos específicos para mejorar la calidad de vida debemos comparar su coste global con la falta de intervención. Si tú, por ejemplo, tienes unos pacientes con una incapacidad visual tienes que comparar el coste que te va a suponer tratar a esas personas con el coste de no tratarlas», apunta Martín. No es el único factor a sopesar. «Si se va alargando la vida, evidentemente no podremos jubilarnos a la edad que nos jubilamos. El sistema de pensiones tendrá que remodelarse por completo», recalca, por su parte, Diéguez.

Con todo, la expectación científica en los hallazgos y aportaciones de Altos Labs en los próximos años es considerable. La biotecnológica se unirá a Calico Labs, creada en 2013 con objetivos similares y financiada por Larry Page, fundador de Google. Poco se ha sabido de sus resultados en casi diez años de actividad, lo que ha motivado la salida de algunos de sus investigadores de alto perfil. No sabemos si la apuesta de Bezos y Milner correrá o no la misma suerte, pero una cosa es clara: la eterna juventud cotiza al alza. Cada vez más.

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