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Ilustración del sistema Trappist-1

Ilustración del sistema Trappist-1NASA/JPL-Caltech/R. Hurt (IPAC)

Astrobiología

Se disipan las esperanzas de que uno de los sistemas planetarios más prometedores pueda albergar vida

El telescopio James Webb no halla señales atmosféricas en uno de los planetas de Trappist-1, lo que podría extenderse al resto

El sistema Trappist-1, formado por siete planetas del tamaño de la Tierra de los que los primeros fueron descubiertos en 2016, era una de las principales apuestas de la NASA en cuanto a conjuntos planetarios potencialmente habitables. Sin embargo, el telescopio espacial James Webb acaba de detectar que, al menos uno, no muestra signos de atmósfera significativa y que la temperatura en su lado diurno es de unos 230 grados, lo que disminuye las probabilidades de que el sistema tenga la capacidad de albergar vida.

Un estudio que publica este martes Nature analiza los datos proporcionados por el nuevo telescopio espacial y los autores concluyen que la interpretación más probable es que el exoplaneta estudiado no proyecte señales atmosféricas.

Trappist-1 está a unos 40 años luz, en la constelación de Acuario, y es bastante más pequeña y fría que el Sol. Sus planetas están nombrados alfabéticamente desde la B a la H atendiendo al orden de su distancia. De los siete planetas, que orbitan su estrella en una armonía casi perfecta, tres son rocosos y están en la zona de habitabilidad de su astro.

Todos ellos han sido observados con la técnica de espectroscopia de transmisión utilizando los telescopios espaciales Hubble o Spitzer, pero hasta el momento no se habían detectado características atmosféricas.

Gracias al nuevo telescopio espacial James Webb se ha estudiado ahora a Trappist-1b, que es el planeta más cercano a la estrella y recibe una irradiación cuatro veces superior a de la Tierra del Sol.

Esta cantidad relativamente grande de calentamiento estelar sugería que las emisiones térmicas del planeta podían ser medibles y arrojar así luz sobre su la atmósfera del planeta.

El equipo encabezado por Thomas Greene del Centro de Investigación AMES de la Nasa (EE.UU) se sirvió del instrumento de infrarrojo medio (MIRI) del James Webb, que puede observar la radiación de longitud de onda media a larga, para evaluar la emisión térmica del planeta.

La interpretación más directa de sus hallazgos –escriben los autores– es que la atmósfera planetaria redistribuye poco o nada la radiación procedente de la estrella anfitriona, y casi no hay absorción atmosférica detectable de dióxido de carbono u otras especies. Esto se debe «probablemente a que Trappist-1b absorbe casi toda la irradiación de la estrella enana y no tiene una atmósfera de alta presión».

Que el exoplaneta no tenga una atmósfera sustancial concuerda con los resultados de las predicciones de los modelos. Sin embargo, haría falta nuevas observaciones para ayudar a comprender mejor la redistribución del calor en Trappist-1b, así como las propiedades de esos planetas y sus diferencias con los de nuestro del sistema solar.

El equipo también usó el telescopio para medir la temperatura de Trappist-1b, basada en su emisión térmica del planeta y el resultado indica que, en el lado diurno del planeta tiene una temperatura de unos 500 kelvins (aproximadamente 230 grados).

Esta es la primera detección de cualquier forma de luz emitida por un exoplaneta tan pequeño y frío, un resultado que supone un paso importante para determinar si los planetas que orbitan pequeñas estrellas activas como Trappist-1 pueden albergar atmósferas necesarias para la vida, indican los autores

También es un buen augurio para la capacidad del telescopio James Webb de caracterizar exoplanetas templados del tamaño de la Tierra utilizando su instrumento MIRI.

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