La NASA ya planea el primer viaje interestelar de la historia: así es como lo lograríamos
Situada a 4,25 años luz del Sol, Próxima Centauri es la estrella más cercana a la Tierra que existe. Fue descubierta en 1915, se trata de una enana roja (más fría que las enanas amarillas como el Sol, pero también mucho más abundantes en nuestro vecindario estelar) y se sabe con certeza que tiene al menos dos planetas orbitando en torno a ella. Por ello, desde hace años se viene proponiendo como el destino más probable para el que sería el primer viaje interestelar no tripulado de la humanidad. El medio para hacerlo, concretamente, sería un enjambre de microsondas propulsadas con energía fototónica, ya que una nave o sonda convencional tardaría decenas de miles de años en llegar hasta ella.
La idea lleva tiempo siendo estudiada por la NASA, y uno de los conceptos para llevarla a cabo ha sido seleccionado para el desarrollo de su Fase I como parte del programa Conceptos Avanzados Innovadores (NIAC) de la agencia este año.
Liderado por el científico Marshall Eubanks, el proyecto se llama Swarming Proxima Centauri («Enjambrar Proxima Centauri») y nace de una colaboración entre las empresas Space Initiatives Inc. e Initiative for Interstellar Studies.
Tal y como explica Eubanks a Universe Today, su propuesta exige un rayo láser de 100 gigavatios (GW) que impulse miles de sondas espaciales de escala de gramos con velas láser a una velocidad relativista (un 10-20 % de la velocidad de la luz). Según sus estimaciones, este concepto de misión podría estar listo para su desarrollo en torno a mediados de siglo y podría llegar a Próxima Centauri y su exoplaneta similar a la Tierra (Próxima b) en el tercer cuarto de este siglo (2075 o después).
El científico recuerda que viajar a una velocidad inferior a la relativista hará que los trayectos interestelares sean absurdamente largos y, por lo tanto, inútiles. Teniendo en cuenta los requisitos energéticos que se requieren para reducir sustancialmente su duración, es factible cualquier cosa que no sean pequeñas naves espaciales con una masa máxima de unos pocos gramos.
«Los cohetes son una forma común de ir rápido. Su funcionamiento consiste en expulsar 'cosas' (normalmente gas caliente) por la parte trasera, y el impulso de esas 'cosas' que van hacia atrás equivale al aumento de velocidad del vehículo en la dirección de avance. La esencia de los cohetes es que sólo son realmente eficientes si la velocidad de las cosas que van hacia atrás es comparable a la velocidad que quieres ganar en el futuro. Si no lo es, si es mucho más pequeña, simplemente no podrás transportar suficientes cosas para ganar la velocidad que deseas», señala.
Al revés
Conceptos como Swarming Proxima Centauri le dan la vuelta a ese mecanismo de propulsión: en lugar de expulsar combustible, se arroja energía hacia la nave espacial. Es decir, que en lugar del propulsor pesado que constituye la mayoría de los cohetes convencionales, la fuente de energía de una vela luminosa son las fotografías (que no tienen masa y se mueven a la velocidad de la luz). No obstante, indica Eubanks, esto no soluciona el problema de la energía, por lo que es aún más importante que la nave espacial sea lo más pequeña posible.
«Hacer rebotar fotones en una vela láser resuelve el problema de la velocidad de las cosas», dijo. «Pero el problema es que no hay mucho impulso en un fotón, por lo que necesitamos muchos. Y dada la potencia que probablemente tendremos disponible, incluso dentro de un par de décadas, el empuje será débil, por lo que la masa de las sondas debe ser muy pequeña: gramos, no toneladas».
El artefacto de origen humano que se encuentra más lejos de la Tierra, la Voyager 1, está a más de 24.000 millones de kilómetros de la Tierra, en el espacio interestelar, y ha estado viajando durante más de 46 años seguidos, llegando a alcanzar una velocidad de 61.500 kilómetros por hora. Se calcula que pasará cerca de otra estrella dentro de unos 40.000 años.