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17 de septiembre de 2024

A la i., tumba 80 del yacimiento de La Almoloya (Murcia); a la d., yacimiento de Gatas, en Almería

A la i., tumba 80 del yacimiento de La Almoloya (Murcia); a la d., yacimiento de Gatas, en AlmeríaASOME-UAB

Una nueva teoría podría explicar el misterioso reemplazo del hombre ibérico hace 4.000 años

El detonante podría no haber sido violento, según investigadores de la Universidad de Murcia y de la Autónoma de Barcelona

Un estudio de la Universitat Autónoma de Barcelona (UAB) y la Universidad de Murcia (UM) desafía la teoría de que grupos guerreros con un componente genético «estepario» originario del este de Europa sustituyeron violentamente a la población masculina de la Península Ibérica hace unos 4.200 años, y plantea un escenario diferente en el que los grupos con ascendencia «esteparia» se mezclaron con otros locales debilitados demográficamente.

En el trabajo, publicado en Journal of Archaeological Science: Reports, el equipo de investigación ha explorado cómo cambiaron la sociedad y las poblaciones en el sureste de la Península durante la transición de la Edad del Cobre a la del Bronce, centrándose en uno de los aspectos más conocidos de esta transición: el paso de los enterramientos comunales en la Edad del Cobre a las tumbas individuales y dobles de la sociedad de El Argar, surgida a inicios de la Edad del Bronce, hacia el 2200 a.C. En concreto, el equipo ha examinado una amplia muestra de fechas de radiocarbono (C14) de huesos humanos de las tumbas características de ambos períodos de una quincena de yacimientos.

El primer resultado del análisis sugiere que el cambio de tumbas comunales a individuales se produjo rápidamente. El segundo muestra un pico en el número de muertos enterrados durante 2550-2400 a.C, seguido de un acusado descenso, hasta cifras muy bajas, hacia 2300-2250 a.C.

Para el equipo de investigación, el segundo resultado es el que posiblemente tiene mayores implicaciones. La interpretación más sugerente la plantea en clave demográfica. «Es probable que los habitantes del sureste de Iberia fueran ya muy pocos, hace unos 4.300 o 4.200 años, justo antes de la llegada de poblaciones con nuevos componentes genéticos, conocidas con el adjetivo de 'esteparias'. Cuando los individuos con ascendencia esteparia se constatan en el sureste peninsular, alrededor del 2200-2000 a.C, simplemente se mezclaron con grupos locales de pequeño tamaño u ocuparon espacios deshabitados», señala Rafael Micó, profesor de la UAB y codirector del Grupo de Investigación en Arqueoecología Social y Mediterránea (ASOME-UAB) que ha hecho el estudio.

Junto a estos resultados, el equipo cita también estudios arqueogenéticos previos que señalan la ausencia de un «sesgo masculino» entre los grupos con ascendencia esteparia peninsulares. «Esto permite plantear un escenario histórico diferente, que no contempla hordas invasoras de guerreros 'esteparios' que habrían aniquilado a los hombres locales y conformado una élite masculina con acceso exclusivo a las mujeres locales», destaca Cristina Rihuete Herrada, también profesora de la UAB y coautora del estudio.

Influjo genético progresivo

Hace unos 42.00 años, entre finales de la Edad del Cobre y principios de la Edad del Bronce, se produjeron importantes perturbaciones sociales en Europa central y occidental. Se sigue debatiendo sobre sus causas, que van desde la crisis climática hasta las migraciones violentas a gran escala o la propagación de enfermedades infecciosas.

«En los últimos años se ha argumentado que las poblaciones con la llamada ‘ascendencia esteparia’ emigraron hacia el oeste desde la región que rodea el mar Negro, ayudadas por el caballo y la rueda como nuevas tecnologías, y asaltaron brutalmente Europa occidental», explica Camila Oliart, investigadora de la UAB y coautora del estudio. «En el caso de Iberia, se ha sugerido que los hombres que llegaban de Oriente tenían acceso preferente a las mujeres y que discriminaron o eliminaron a los varones locales, en lo que constituye una interpretación invasionista muy impactante en términos mediáticos, pero tal vez demasiado apresurada».

En el estudio publicado ahora, el equipo de investigación esboza un contexto que puede tener importantes implicaciones para la comprensión de la transición entre el Calcolítico y la Edad del Bronce en el sur peninsular hace 4.200 años, y en el sureste en particular. A lo largo de los dos siglos anteriores a esta fecha, el paisaje social pudo ser bastante diferente al de una pujante Edad del Cobre. Probablemente se caracterizaba por asentamientos más pequeños y una baja densidad de población. Desde esta perspectiva, el «colapso» de la Edad del Cobre hace 4.200 años no fue un evento rápido, masivo y perturbador que afectó a una sociedad densamente poblada y poderosa, sino la culminación de dos siglos de dinámica local decreciente.

Este nuevo escenario no implica, pues, la eliminación masiva de los hombres ni la subyugación de las mujeres locales tras una supuesta conquista, señala el estudio. «Los habitantes del sur de Iberia ya eran poco numerosos a finales de la Edad del Cobre y se mezclaron con grupos de ascendencia genética esteparia sin necesidad de una invasión a gran escala. Deberíamos comenzar a barajar explicaciones alternativas», sugiere Miguel Valério, investigador de la UAB y coautor del estudio. «No podemos obviar que la violencia era un ingrediente de la vida social de la Edad del Cobre, pero hasta ahora nada prueba que su final fuera consecuencia de un conflicto generalizado entre poblaciones genéticamente distintas».

Aun así, el equipo de investigación subraya que se necesitan más dataciones por radiocarbono de alta precisión y más análisis genéticos de individuos del final de la Edad del Cobre y de inicios de la Edad del Bronce, sobre todo de la sociedad de El Argar. «Estos datos serán absolutamente cruciales para comprender mejor la naturaleza, la escala y el ritmo de los cambios que tuvieron lugar en la formación de las sociedades de la Edad del Bronce», concluye.

Para llevar a cabo el estudio se han analizado unas 450 dataciones radiocarbónicas correspondientes a individuos enterrados en tumbas de la Edad del Cobre e inicios de la Edad del Bronce de Almería (La Atalaya, Las Churuletas, Los Millares, El Argar, El Barranquete, Fuente Álamo, Gatas, Llano del Jautón, Loma del Campo y Loma de Belmonte), Murcia (Camino del Molino), Granada (Cerro de la Virgen, Panoría), Jaén (Marroquíes Bajos), Sevilla (Valencina de la Concepción) y Évora (Perdigões).

Junto a Rafael Micó, Camila Oliart, Cristina Rihuete Herrada y Miguel Valério, investigadores de ASOME-UAB, la autoría del estudio también incluye a Eva Celdrán Beltrán y Joaquín Lomba Maurandi, de la Universidad de Murcia.

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