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'El Señor de los Anillos: Los anillos de poder': una espectacular lucha del bien contra el mal
Juan Antonio Bayona sabe orquestar con majestuosidad los dos primeros episodios de un proyecto tan ambicioso
Gigantescos gusanos marinos, trolls nevados, orcos nauseabundos, esplendorosas tomas aéreas, paisajes que quitan el hipo, arriesgadas secuencias acuáticas, escalada sobre hielo o batallas antiguas, legendarias, bajo la lluvia y el fuego. Los anillos de poder es la serie más cara de la historia. Y se nota. Su asombrosa recreación de los confines y escaramuzas de la Tierra Media que imaginó Tolkien cumple las expectativas épicas que un proyecto así concita.
Visualmente, no debería haber nostalgia de Peter Jackson. Nuestro Juan Antonio Bayona, director de los dos primeros episodios que se han estrenado hoy, sabe orquestar con majestuosidad un proyecto tan ambicioso. Hay múltiples localizaciones, espectaculares efectos especiales y un acabado en vestuario y maquillajes (¡orcos!) que transmite un mundo de peligro y fantasía donde conviven —juntos, pero no revueltos— elfos, hombres, enanos y «pelosos», los antecedentes de los hobbits. La diversidad estética y paisajística está muy lograda, con el entorno de cada raza adquiriendo un sabor propio y diferenciado (la serie, además, como ya se anticipó en los tráilers, incluye intra-racialidad, como por ejemplo con el sugerente Arondir, un elfo negro interpretado por Ismael Cruz Córdova).
En este contexto tan amplio, Bayona sabe combinar la necesidad de grandeza y epopeya con el foco íntimo, como en la infartada secuencia donde Bronwyn y Theo se enfrentan a una letal amenaza en su propio hogar. Esa esfera más íntima de los personajes —que es donde crecen dramáticamente y adquieren tridimensionalidad— es la que ha de crecer en los próximos capítulos. Resulta esperable que una serie pantagruélica, con la previsión de muchas temporadas por delante, necesite tiempo para profundizar en los conflictos internos de sus caracteres. Hay mucha información que explicar, linajes que visitar y personajes que colocar en el tablero. ¡Y eso que aún faltan zonas del mapa por aparecer en el metraje! Quizá por eso Amazon ha decidido debutar con dos largos episodios: porque la preparación del terreno es ardua, con mucho que procesar por parte de la audiencia.
El primer capítulo, de hecho, desde el largo prólogo en el que Galadriel narra el trasfondo (como ya hacía en la versión fílmica de Peter Jackson), tiene más exposición que el segundo, donde la progresión narrativa adquiere más velocidad y avance. Así, tras dos entregas ya somos capaces de intuir mejor el viaje heroico al que se enfrentarán las pelosas Poppy y Nori, entrevemos esa fascinación por el lado oscuro que acechará al joven Theo, contemplamos las dificultades del amor secreto entre Arondir y Bronwyn y, sobre todo, descubrimos que Galadriel también yerra. Porque hasta esa salvación in extremis bajo el agua parecía un personaje con la determinación de un Terminator; mostrar debilidades es imprescindible para que un héroe ostente fuerza dramática.
A pesar del acierto de ofrecer tanto metraje de una tacada para sumergirnos en la historia, el guión habría resultado más efectivo con un lifting. Es una de las tradicionales armas de doble filo tanto para el cable premium como para el streaming. Al carecer de la rigidez que impone una parrilla, hay episodios que pierden efectividad al ganar minutos. Puede que la secuencia que ejemplifica este relleno a la perfección sea el toma y daca entre Elrond y Durin (y Disa); lo que aporta narrativamente para que entendamos las confianzas y suspicacias entre elfos y enanos se podía haber sintetizado en un par de simples escenas. En general, recortar e ir más al grano le habría venido de perlas al ritmo de la historia, que anda aún moroso.
Lenta también ha sido la espera. Sin embargo, tras meses y meses de anticipación en redes, ya tenemos aquí la mayor batalla de la era del streaming: HBO contra Amazon, Poniente y la Tierra Media, La casa del dragón frente a Los anillos de poder. Las comparaciones entre ellas y con sus respectivos universos narrativos llenarán ríos de tinta durante los próximos meses. Un veredicto ya es evidente: quien prefiera una serie más familiar, tiene en el universo de Tolkien un valor seguro. Sabiendo, como clama uno de los personajes, que «el mal no duerme; solo espera». Es la clásica lucha entre el bien y el mal. Donde, por suerte, si encuentras la luz, la sombra no te encontrará.