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Hagrid

Robbie Coltrane interpretó a Hagrid en las películas de Harry Potter

Cine

Hagrid y Luca Brasi: vidas paralelas, destinos divergentes

Comparamos a los dos personajes tras la muerte de Robbie Coltrane, el actor que interpretó a Hagrid en las películas de Harry Potter

«Yo no estaré allí, pero Hagrid sí». Así se expresaba Robbie Coltrane en un documental que conmemoraba el vigésimo aniversario del fenómeno mundial Harry Potter, creación de J. K. Rowling. Coltrane, actor que dio vida a Rubeus Hagrid en la saga mágica del Colegio Hogwarts, falleció el pasado 14 de octubre a los 72 años de edad y, en las reflexiones recién citadas, recordó cómo su personaje seguiría viviendo por muchos años a pesar de que él ya no estuviera presente.

Su partida de este mundo coincidió con la muerte, este mismo año, de James Caan, el Santino Corleone de El Padrino, en un momento en el que, a su vez, se celebra el cincuentenario de la aparición de la primera película de la trilogía de Francis Ford Coppola sobre el inframundo de la mafia italoamericana. Asimismo, en este 2022, se cumplen treinta años de la muerte del actor que encarnó al Luca Brasi de El Padrino I: Lenny Montana (1926-1992). Y, precisamente, una buena manera de remarcar toda esta coincidencia de efemérides cinematográficas es comparando Harry Potter y El Padrino en tanto que hay dos figuras en ambas megaproducciones que tienen vidas paralelas pero con destinos completamente diferentes. Tales personajes son los ya mencionados Luca Brasi y Rubeus Hagrid.

Si de algo son ejemplo estos dos hombres no es, simple o principalmente, de una imponente presencia física o una fuerza descomunal sino de cómo, desde unas circunstancias vitales muy parecidas, ambos van desarrollando recorridos existenciales paralelos pero divergentes en cuanto a su sentido; como la dirección de las dos líneas que componen la letra uve conforme se alejan del punto en el que se originan. Con unas piezas de partida muy parecidas, los dos van a confeccionar biografías con un significado muy distinto y finales completamente contrapuestos.

La infancia de Hagrid y de Brasi es traumática, aunque de diverso modo. Aquí empieza todo. En el primer caso, lo es por ausencia de referentes identitarios paternos y por la disparidad en cuanto a la semejanza física entre sus dos progenitores, que se acaba revelando insostenible; en el segundo caso, lo es por la inexistencia de valores estables de cariño y paz familiar en un ambiente hogareño siempre truncado por la continua violencia ejercida por su padre.

A Hagrid, su madre, una giganta, lo abandonó cuando contaba con muy pocos años de edad. Parece ser que el motivo tenía que ver con que el padre de Rubeus no era suficientemente alto para ella. Puede decirse que Rubeus ni conoció a su madre. Lo que sí que le quedó marcado era que su padre era alguien despreciable a quien no podía mirar con satisfacción.

En efecto, el Sr. Hagrid no podía ser una figura de referencia, pues era inferior a Rubeus físicamente en la propia infancia e, incluso, era más débil que el promedio de humanos. Además, si su madre se había ido, había sido por culpa de la escasa valía de su marido.

Por su parte, a Brasi su padre le daba palizas hasta que un día Luca decidió acabar con él y, de paso, con el amante de su madre, que la había dejado embarazada. En efecto, si su padre había estado maltratándolo y se había convertido en asesino por defenderse de tal agresión, él ahora merecía toda la atención de su madre y, sin embargo, esta parecía más ocupada en recuperar al marido perdido que en cuidar de él.

Como se aprecia, ni Brasi ni Hagrid tienen una infancia feliz ni modelos estables que puedan tomarse como puntos de referencia o mediadores de la conducta. Ninguno de los dos sabe quién es o, al menos, ninguno sabe cómo se tiene que forjar su identidad en desarrollo, al carecer por completo de seres de quien recibir tal información. No tienen nadie al que imitar, así que su principal anhelo, confesado o inconfesado, será encontrar alguien que sustituya a los padres que no han tenido para hallar esa identidad truncada en la infancia.

Sin embargo, hay un elemento decisivo que, presente en Brasi, está ausente en Hagrid y lo estará siempre, en claro contraste con su físico descomunal: la violencia. En este sentido, según el dicho «Dios los cría y ellos solos se juntan», la violencia de Brasi será vista como potencial por una persona todavía más violenta que él, hacia quien Luca se verá atraído como por un imán: Vito Corleone.

En paralelo, la personalidad de Hagrid será atraída por la sabiduría y la bondad de Albus Dumbledore. Don Vito y Dumbledore serán, así pues, los modelos divinizados por Luca y Rubeus. En ellos verán la identidad paterna que nunca pudieron admirar y el cariño materno que les fue arrebatado. Vito y Albus eran lo ‘sagrado’ para Brasi y Hagrid, lo único realmente intocable para ellos.

Aunque Hagrid, al contrario que Brasi, no recibe violencia física, sí recibe una gran violencia psicológica, como lo es que fuera abandonado por su madre cuando era pequeño. No obstante, Hagrid, pese a que es capaz de mucha violencia, no la ejerce. Viendo en sí mismo el potencial de destrucción que podría desencadenar, prefiere utilizar su poder en el cuidado de seres más fuertes que él, como los animales mágicos que le encomiendan en Hogwarts. Asimismo, en lugar de entender su corpulencia como signo de orgullo, prefiere entenderla en clave cómica, como cuando recuerda que, de pequeño, levantaba a su padre y no al revés.

Por el contrario, la cosecha de violencia que Brasi empieza a sembrar de niño no hace más que aumentar exponencialmente. Aunque la caracterización de Luca en la novela original de Mario Puzo (The Godfather) en la que se inspiró Coppola no siempre coincide con la película, ambas producciones convergen en la descripción de la maldad de Brasi.

Ciertamente, la violencia de Luca fue creciendo sin cortapisas hasta convertirse en una exhibición proverbial de maldad y, como no podía ser de otra manera, Brasi acabará recogiendo la cosecha de dolor que él mismo sembró desde su infancia y será asesinado por sus enemigos.

En contraste, Rubeus Hagrid fue durante toda su vida un sacrificado por la violencia ajena, un chivo expiatorio que tenía que vivir en una cabaña al lado del bosque de Hogwarts, separado de la zona residencial, debido a crímenes que no cometió pero de los que se le señaló como culpable; se le trató como a los típicos leprosos medievales, que tenían que desarrollar su existencia al margen de la civilización.

En los momentos de crisis en la comunidad de Hogwarts, tarde o temprano se le solía usar como cabeza de turco y se le expulsaba de la comunidad mágica, bien privándole de varita o bien condenándolo a prisión. Para Hagrid, ser privado de su categoría de mago era perder la identidad que había hallado con su nuevo «padre» Dumbledore, mediador y modelo su existencia; pero, pese a todo, Hagrid no recurre a la violencia para recobrarse de las injusticias que va padeciendo y, seguramente gracias a ello, recupera todo lo que ha perdido injustamente.

La lección socrática es clara: quien resiste la violencia, vence; quien la ejerce, es vencido por ella.

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