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Tere y Chicote, a la grescaLa Sexta

Pesadilla en la cocina

La «pit bull» que se enfrentó a Chicote en Algeciras: «Que me lo diga a mí a la cara»

El chef supera con nota «el caso más difícil» en diez temporadas de Pesadilla en la cocina. El reto era de nota: «En el restaurante hay más cucarachas que empleados», advirtió una camarera

Duelo al sol en Algeciras. Chicote acudió con su mejor cara al Bar de Tapas El Callejón, y poco faltó para que se la cruzasen. La hostilidad y el desprecio con el que fue recibido a punto estuvieron de hacerle desistir de su propósito inicial, que era –como siempre– el de reflotar el restaurante: «Es el caso más difícil que me he encontrado. Porque me han demostrado que no quieren que esté aquí», llegó a reflexionar en un momento dado, pues una le gritaba y otro no escuchaba. Al final, la sangre no llegó al río, y las puntillas sí llegaron a la sartén y de ahí al plato, y bien ricas, que era de lo que se trataba.

Vayamos al inicio. Es David, dueño y gerente del bar, quien lo llama. Y quien le cuenta sus penas una vez que tiene a Chicote en la terraza de El Callejón: «Yo lo abrí en octubre del 2015 para dar trabajo a mi madre. A los dos días de estar abierto, se fue». A su progenitora, Tere, que comparte los fogones con él, la apoda la «pitbull» porque es «indomable». Ella no quiere ver a al chef madrileño ni en la tele. «Tú estás en la lista negra», advierte David al chef. Tere lo confirma mirando a cámara: «El Chicote no me gusta, tiene hasta malas hechuras».

Es un bar familiar con un problema familiar. En el local trabajan la novia de David, Tatiana, y otro hijo de la pit bull, Javi, que tiene claro el diagnóstico: «El problema que hay aquí en El Callejón es mi madre». El plantel lo completan un par de camareros, Carlos y Cristina. Esta última deja una frase para la historia: «En el restaurante hay más cucarachas que empleados». En efecto, así que Chichote entra en la cocina y se pone a levantar cajas aparece una colonia de ellas, que vivía a cuerpo de rey en una cocina en la que la solera de la grasa podría haberse medido con carbono 14.

Grasa en la cocina de El CallejónLa Sexta

«Son cucharitas de esas chicas de los motores», resta miga Tere, mientras todos se afanan en eliminarlas a pisotones. En El Callejón puedes encontarte cucarachas en la cocina y pelos en la comida, pues Tere cocina a pelo suelto: «Al que le caiga un pelo, que lo quite y siga comiendo. El único pelo que puede caer es el mío y está limpio»

Aún sin pelos y sin cucarachas, lo que sirven no está bueno. Chicote se pide unas puntillas y las rebautiza como «mil sabores», pues las han freído en una «aceite más negro que los coj… de un grillo». A Tere se lo cuentan. Y no encaja bien las críticas: «Que me lo diga a mí a la cara», brama.

A la cara le dirá cosas peores: «Porculero». «Mira que me han llamado cosas, pero porculero nunca», reacciona el chef. «Las cosas se dicen bien, y no con tanto aire», continúa retando Tere, ya cara a cara.

Chicote supervisa un servicio. Es el caos. Para el siguiente propone dar a los clientes unas tarjetas y unos rotuladores para que expresen sus quejas. El chef madrileño las va colgado en la cocina: «Estas tarjetitas me limpio el culo con ellas. Con todas ellas. Y con Chicote, también», suelta la pit bull. David, desquiciado, no quiere escuchar al chef que ha venido a ayudar. Desesperado tras un nuevo fracaso, acaba tirando un

mostrador de cristal al suelo. Desolación (y susto) entre las cucarachas.

David, el dueño del local, enfadó a Chicote, que se quejó de que no era escuchadoLa Sexta

De repente, giro de guion. Tere confiesa haber sido una mujer maltratada: «Tú me chillas y yo pienso en el padre de mis hijos. Me he tenido que volver fuerte para no hundirme yo». Chicote se conmueve. Su hijo también. Deciden todos remar juntos. El programa paga el cambio de look de El Callejón. El madrileño idea una carta rica rica. Tere, su hijo y todos los demás trabajan como si fuesen soldados de Luis Enrique, como un equipo. Y con mayor acierto. Triunfan con las nuevas propuestas culinarias. Tere abraza a Chicote: «Te pido perdón por si te he herido en algo».

El madrileño deja el sur, donde finalmente no ha perdido el norte.

«Ha sido una de las experiencias más duras en diez años, pero también una de las más gratificantes».