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Chicote, en plena pelea con el cocinero Juan

Chicote, en plena pelea con el cocinero JesúsLa Sexta

Pesadilla en la cocina

El cocinero sevillano que paró los pies al «tonto» Chicote: «Me da igual lo que tú digas»

«Un hombre muy buena gente». Así definió Antonio, sevillano de pro, a Alberto Chicote. Reclamó la presencia del chef de camisas coloridas para resucitar la Taberna El Palomo, abierta en el centro de Sevilla desde el año anterior a Naranjito, 1981. La lleva con su hermano mellizo, Lorenzo. A sus 67, se quieren jubilar, pero temen que si lo hacen el local muera con ellos. Y Antonio tiene intención de legárselo a Cristina, su hija. Ésta es muy crítica con su progenitor y con su tío: «Trabajan de una manera muy antigua. Están anclados en el tiempo y no quieren avanzar. Seguimos escribiendo con tiza, parece que estamos en la edad de piedra». No habla de oído. Es ayudante de cocina en El Palomo.

En el local de la Macarena se encuentra Chicote una carta donde las patatas alioli cuestan igual que el salpicón de marisco. Y con dos especialidades, el menudo y las manitas. Las pide, y el primero de los platos tiene mucha grasa, lo que acabará causando un conflicto de aúpa. Pero eso será después de entrar hasta los fogones: «La cocina es de cuando abristeis, ¿no?», empieza saludando. Un arcón con la tapa destrozada, «más antiguo que las guerras púnicas», lo deja pasmado. Casi tanto como Jesús, encargado del menudo y las manitas, cocine en el suelo. Para completar el cuadro, la campana tiene grasa acumulada desde semanas atrás. Y, por supuesto, el sistema de comandas es caótico.

En El Palomo había platos que se cocinaban en el suelo hasta que llegó Chicote

En El Palomo había platos que se cocinaban en el suelo hasta que llegó ChicoteLa Sexta

Va Chicote rajando hasta que se topa con el tal Jesús. No le parece bien que diga que el plato estrella tiene «mogollón» de grasa. «Eso es menudo, eso lleva grasa», se defiende. «Mientras a mí la gente aquí no se me queje, me da igual lo que tú digas, Y te lo digo así de claro. Es tu opinión personal», continúa para pasmo del chef rescatador. Ya nadie podrá ya pararlo. Cada vez que Jesús abre la boca sale un titular: «No me digas que esta malo porque aquí los platos vienen rebañados con el pan». O: «Yo no soy perfecto, pero para una cosa que hago buena...». Así que toma las de Villadiego. Antes suelta un exabrupto: «Ve a chuparla por ahí».

Chicote, sorprendido ante los comentarios de Juan

Chicote, sorprendido ante los comentarios de JesúsLa Sexta

Vuelve para el servicio de la tarde. Pero no le gustan unas cosillas que le dice el chef. Así que vuelve a enfadarse. «Prepotente», le dice. «Respétame, porque yo te respeto», añade. Y es de nuevo un cocinero a la fuga.

Regresa para un servicio organizado por Chicote con el objetivo de acabar con el caos de las comandas, y ahí se lía una muy gorda. Todo empieza porque Jesús cocina unas patatas duras que una cliente devuelve por incomibles. El tercer asalto es el peor de todos: «Que vayas a chuparla por ahí. Que no quiero hablar contigo», deja claro a Chicote. Le dedica otras bonitas frases. «Tú no tienes educación». O: «Mira el tonto ese, tú a mí no me insultes más, no me vaciles». Todo esto dicho mientras lo sujetan. Y menos mal, porque, en caso contrario, da la impresión de que pueden llegar a las manos. Al menos por parte de Jesús. Chicote, jugador de rugby curtido en estas bravuconadas, ni se inmuta.

Jesús, desquiciado, fue sujetado por sus compañeros de la taberna

Jesús, desquiciado, fue sujetado por sus compañeros de la tabernaLa Sexta

Los dos mellizos acaban llorando ante tanta tensión.

Después, Chicote da una vuelta a la carta y su equipo redecora el local. Y así echarn a andar de nuevo. Con Jesús mostrando una nueva y humilde actitud: «Me disculpo ante usted», le dice al chef madrileño, que acepta las disculpas y le da un abrazo. Ese servicio, ya con El Palomo renovado, sale más o menos bien. Es la mano mágica de un Chicote que, afortunadamente, no quiso llegar a las manos.

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