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Samuel L. Jackson, en Pulp Fiction, y Alfredo Landa, en El crack

Historias de película

¿Copió Tarantino esta escena de 'Pulp Fiction' de 'El crack' de Garci con Alfredo Landa?

Dos individuos entran en un bar de carretera. La tranquilidad que envuelve la escena, costumbrista, de El crack, una de las mejores películas españolas de la historia, en un bar español de principios de los años 80, tarda poco en verse alterada. Del transistor sale la voz de José María García. En la mesa del fondo, con la única compañía de un periódico que lee mientras cena, una caja de cigarrillos y un mechero, un hombre con bigote se sirve una copa de vino.

Se trata de Alfredo Landa –estos días se han cumplido 10 años de su muerte– y, para sorpresa de todos y acierto de José Luis Garci, su personaje ni ríe ni nos hace reír. Porque el gran Alfredo es ahí Germán Areta (el segundo apellido del magnífico actor), el detective sin apariencia de serlo que, en pleno atraco en el bar, no mueve más que el bigote. Areta sigue a lo suyo, cenando, mientras los atracadores cometen dos pecados: robar y chulear a Areta. Le quitan el mechero. Y ahí, ya sí, el hombre con bigote abre la boca para hablar en lugar comer.

«Bareta, dame el mechero o te quemo los huevos». Porque es directamente ahí donde Areta coloca, por debajo de la mesa, su pistola. Los atracadores salen corriendo. Alfredo Landa, sin inmutarse, pregunta al camarero qué tiene de postre. La secuencia, como toda la película y como su excelente secuela, El crack II, es historia del cine español.

Trece años después del estreno de El crack en nuestros cines (1981) en su segunda película como realizador tras el impacto de Reservoir Dogs, Quentin Tarantino dirigió Pulp Fiction (1994), que se abre y cierra con una secuencia en una cafetería en la que se comete un atraco. Sentado, como lo estaba Areta en El crack, vemos a un hombre, Samuel L. Jackson, que en mitad de la agitación, sin moverse de su asiento, guarda la calma y aguarda su oportunidad ante el atraco que perpetran Tim Roth y Amanda Plummer.

De repente, de la nada, como Areta 13 años antes pero esta vez por encima del icónico maletín, emerge una pistola, la que empuña Samuel L. Jackson, que lo cambia todo. Ahora es Samuel L. Jackson quien tiene cogida la sartén, y la pistola, por el mango, y apunta a Tim Roth. Su boca, la de Samuel L. Jackson, como en toda la película, dispara una palabrota tras otra.

Probablemente, a la vista de las imágenes, un grande como Tarantino copió a otro grande como José Luis Garci. Más aún cuando sabemos que Tarantino, desde sus tiempos como trabajador de un videoclub, lo ha visto todo y admira al cine español. Lo que es seguro y no probable, es que Areta, más bajo de estatura, demostró que era más grande, sin levantarse de la mesa, que el malhablado Jules Winnfield de Samuel L. Jackson.