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José Luis López-Linares rueda la película Hispanoamérica en Texas y Nuevo México

Cine

'Hispanoamérica', la nueva aventura del director José Luis López-Linares

Tras el éxito de España, la primera globalización, el prestigioso director rueda su nuevo proyecto en Texas y Nuevo México

La nueva película de José Luis López-Linares, Hispanoamérica, está terminando de rodarse en Texas y Nuevo México. Tras el éxito de España, la primera globalización, José Luis buscaba completar su obra en Hispanoamérica, pensando en una obra coral, en que las voces de los iberoamericanos, pensadores, historiadores, activistas sean mayoría.

Tras 12 horas de ruta desde San Antonio, López-Linares llega a Taos, el pueblo de adobe. Allí aguarda Martha Vera, redescubridora de María Jesús de Agreda. Esta monja, dicen, se apareció a las tribus de indios más de 500 veces en Nuevo México, a partir de 1620, sin abandonar jamás su convento de la Rioja. De ello dieron testimonio ella misma a sus confesores, fray Benavides desde Nuevo México y los indios que venían a exigir el bautismo a los franciscanos. La Inquisición abrió proceso a Sor María de Jesús para encontrar que, inexplicablemente, nombraba tribus y frailes que estaban a 9.000 km y que, en sus bordados, representaba plantas y frutas del Nuevo Mundo. El propio Rey Planeta, Felipe IV, la escogió como consejera. En este periplo de búsqueda de las raíces virreinales e hispanas, tan barrocas, José Luis comenta «¿Qué puede haber de más barroco que la bilocación de Maria Jesús de Agreda?»

Entre las iglesias de Nuevo México, únicas por su estructura en adobe, típica de los indios pueblo, y por sus retablos coloridos, López Linares busca primero la de San Francisco, cuyo ábside fue fotografiado por Edward Weston en 1933 y pintado por Georgia O´Keeffe en 1930. Ese repliegue de barro y su forma orgánica, como las ancas de un león enorme, ha fascinado a creadores del siglo XX, que redescubrieron la pureza y la originalidad de estas construcciones.

El pueblo de Taos enamora por sus casas color rojizo y ocre, sus terrazas y escaleras ligeras entre plantas. Dos personajes nos aguardan: el gobernador indio que nos recibe con semblante adusto, nos muestra su colección de bastones de mando otorgados por los españoles y nos reclama documentación de los archivos de España sobre el otorgamiento de tierras a su tribu. Se ufana «Hemos tenido relaciones con México y con España, pero las mejores han sido con Estados Unidos». Es cierto, son ahora una minoría muy protegida y los casinos son su oligopolio y pueden alardear de costumbres ancestrales. El segundo personaje es Don Filiberto, vendedor de joyas de plata y turquesas, de mirada guasona y ojos verdes. Este es de raigambre hispana, sencillo, sin afectación y bromea con José Luis sobre traguitos y bailecitos en su juventud.

La peregrinación por las iglesias de los indios pueblos conduce a López-Linares a Picuris y a Trampas. Toda la toponimia es española: Vadito, Peñasco, Llano, Angostura…hasta en los rincones más apartados. Entre los retablos y los santos «de bulto», la Virgen de Guadalupe, reina omnipresente. La tradición imaginera artesana está muy extendida y a los artistas se les llama santeros. El Santa Fe Spanish Market de todos los meses de junio o julio, ofrece piezas bellísimas y únicas, hechas al modo neomexicano.

Recalamos en medio de las Montañas de Sangre de Cristo, violetas y rosas, donde Orlando Romero, escritor, condecorado con la orden de Isabel la Católica, nos recibe en su hacienda destartalada y acogedora, para una entrevista en que contar la intensidad de la huella hispana en la región. El día culmina en la ciudad de Santa Fe cuyo diseño urbano con Plaza de Armas, coincide con los que se encuentran de norte a sur de la América Hispana. Las tiendas en la plaza porticada rebosan de antigüedades, textiles, tapices y tesoros de la zona, y son muy apreciadas por estadounidenses sofisticados que valoran la solera de las tradiciones santafesinas. En un país con una historia corta todo lo que se tilda de «heritage» adquiere gran valor.

Hispanoamérica se rueda en diferentes localizaciones de Texas y Nuevo México

El trabajo del documentalista es intensísimo: paisajes, ciudades, personas, situaciones, momentos, nada escapa a la mirada escrutadora y entrañable de López-Linares: el ojo que escucha. Todo le motiva, le interesa, le fascina y una cosa conduce a otra, en un discurrir tan alegre como el propio rio. La documentación para esta nueva película es tan abundante, con metraje de México, Ecuador, Perú y Bolivia que alguno le sugiere hacer varios episodios. Como artista que es, José Luis responde: «Hay que ser implacable cortando en el montaje». Depurar, resumir, sacar la esencia, el trabajo de todo gran creador.

El Santuario de Chimayó es lugar de peregrinación: las tierras arcillosas que emergen de un pocito en una capilla se consideran milagrosas y se venera al Santo Niño de Atocha, niño Jesús que se representa con atavío de peregrino del Camino de Santiago y que era patrón de los mineros de Zacatecas. Esta iglesia en barro y adobe tiene la misma traza dulce e ingenua que otras neomexicanas.

El museo de Santa Fe está entre las paredes del antiguo palacio del gobernador de 1610. Unas pieles de bisonte cosidas y pintadas por una mano desconocida ilustra, cual lienzo de Tlaxcala norteño, la expedición Villasur, que dirigió una expedición para controlar la presencia francesa en las llanuras de Nebraska. Partió el 16 de junio de 1720 de Santa Fe, con 45 soldados españoles, 60 indios pueblo y unos 12 guías apaches. La pintura describe la emboscada y victoria de los franceses y de los indios pawnee, sobre Villasur y su comitiva. Villasur, Naranjo, Mínguez, 35 españoles y 11 pueblos fueron masacrados. Los supervivientes volvieron a Santa Fe. La pintura retrata a los franceses con sombrero de tres puntas, a los españoles acorralados con sombreros de ala ancha a la cordobesa, los pawnees y los otoe van desnudos, llevan el cuerpo pintado y las cabezas rapadas.

Tomamos café durante la entrevista con Aline Cisneros, imaginera que pinta retablos y santos para las iglesias de Nuevo México. Otros santeros hacen tallas, bultos los llaman. En un país de mayoría protestante, y por lo tanto iconoclasta, la representación de santos, vírgenes y ángeles es un hecho escaso. Los artesanos que pueden seguir produciendo objetos de culto o restaurando las viejas iglesias de adobe gozan de prestigio.

Emprendemos camino a Albuquerque, cuya ciudad tiene la traza consabida de plaza de armas. Nos recibe Silvia Grijalba, directora del Instituto Cervantes de la ciudad. Allí José Luis entrevista a Tomás Chávez, historiador que ha sido director del Centro Hispánico de Albuquerque y antes director del museo de Santa Fe, el del Palacio de los gobernadores y resucitó la tradición del auto de Navidad de las Posadas.

La siguiente jornada empieza con el viaje de Santa Fe a Isleta Pueblo. Hemos quedado con el gobernador indígena de la comunidad. La Misión San Agustín, blanca y azul, contiene una talla de María Jesús de Agreda y fue construida en 1613. El pueblo ya lo había divisado Coronado en su expedición de 1540. Los habitantes de Isleta emigraron tras la rebelión de 1680 y fundaron otra Isleta cerca de El Paso, aunque el pueblo original fue definitivamente retomado por Diego de Vargas en 1693.

Seguimos con López-Linares rumbo a Tejas.