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Napoleón puede verse en los cines desde este viernes

Napoleón puede verse en los cines desde este viernesSony Pictures

Crítica de cine

'Napoleón': un retrato irregular y cautivador de Bonaparte

Su larga duración no la hace pesada y la selección de momentos musicales corales es realmente acertada

Ridley Scott no se quería quedar atrás. Si los grandes maestros de más de ochenta años (Scorsese, Erice, Woody Allen, Barry Levinson, Ken Loach) han estrenado grandes obras en 2023, él no iba a ser menos. Y lo hace con el biopic que tanto ha seducido a los cineastas a lo largo de la historia del cine, Napoleón. Algunos hicieron su mejor obra, como Abel Gance, otros murieron sin conseguirlo, como Stanley Kubrick.

En la película se pueden distinguir dos niveles. Uno se refiere a los acontecimientos bélicos y otro a la construcción de personajes. El primero se basa tanto en la espectacularidad como en el realismo. El director ha tratado –con bastante éxito– de que los efectos digitales no fueran demasiado evidentes. Sin duda la batalla de Austerlitz (1805) y la de Waterloo (1815) están rodadas de manera impactante y convincente. También la reconquista de Toulon (1793), cuando Bonaparte era aún un mero capitán, está contada de forma brillante. Las escenas de cuerpo a cuerpo son realistas y crudas, sin recrearse ni caer en lo gore, algo muy del gusto de otros realizadores. Lo más gore lo encontramos en la escena en la que el caballo de Bonaparte recibe una bala de cañón.

En el plano de la construcción de personajes –especialmente de Napoleón y Josefina– es donde hay más que decir. Ridley Scott y su guionista David Scarpa nos ofrecen un Napoleón con el que es muy difícil empatizar. Está construido de forma impresionista, y unas pinceladas lo pintan como un maniaco, otras como un ser primitivo, otras infantil, otras un tanto autista,… y el resultado es un personaje sin la suficiente coherencia como para que podamos entenderle e identificarnos –en el sentido dramático– con él. La elección de Joaquin Phoenixgran actor por otra parte– contribuye a ofrecer este retrato desequilibrado, en la línea de la desmitificación del héroe que tan de moda está en los biopics. Probablemente un cineasta francés hubiera ido en otra dirección. No podemos decir lo mismo de Josefina, mucho más redonda, comprensible, y maravillosamente encarnada por Vanessa Kirby.

Otra característica discutible del film tiene que ver con su deseo de abarcar un largo periodo de tiempo. La película arranca con la decapitación –impresionante– de María Antonieta (1793) y finaliza con la muerte de Napoleón (1821). Eso obliga a que el largometraje tenga un cierto carácter episódico que sin duda dificulta una profundización en vertical en aras de un desarrollo en horizontal.

El conjunto es indudablemente notable, sumamente interesante y un regalo a los sentidos. Su larga duración no la hace pesada, y la selección de momentos musicales corales es realmente acertada. Como el lector puede imaginar, la puesta en escena y la dirección artística son apabullantes. La escena de la coronación del Emperador en Notre Dame, basada en el famoso óleo de Jacques-Louis David, es memorable. En fin, a pesar de todos los peros que se le puedan poner es, sin ser la mejor obra de Scott, imprescindible.

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