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'Yo capitán' ya se encuentra disponible en los cines de EspañaCaramel Films

Cine

'Yo capitán': una historia homérica de inmigración cargada de humanidad

Si no fuera por la ternura que transmite el personaje de Seydou la película pecaría de un hiperrealismo sórdido y desesperanzado

La inmigración proveniente del Magreb y de la África subsahariana es un tema intermitente en el cine europeo desde hace muchos años. Grandes directores considerados de referencia en el cine social han tocado alguna vez esta cuestión, de una manera u otra. Traigamos a la memoria títulos como: El Havre (A. Kaurismaki, 2011), Terraferma (E. Crialese, 2011) o Tori y Lokita (Hnos. Dardenne, 2022). España, destino natural de muchos inmigrantes, también ha dado importantes películas como Bwana (I. Uribe, 1996), 14 kilómetros (G. Olivares, 2007), Adú (S. Calvo, 2020) o Mediterráneo (M. Barrena, 2021). La emigración protagonizada por senegaleses se trató concretamente en Cartas de Alou (M. Armendáriz, 1990) y de forma muy distinta, retrotrayéndose a los tiempos de la esclavitud, en la norteamericana Little Senegal (R. Bouchareb, 2001).

Ahora ha sido el famoso director italiano Mateo Garrone (1968) el que se ha puesto tras las cámaras para aportar su propia perspectiva. Garrone tiene una larga trayectoria como cortometrajista, pero lo que le hizo internacionalmente más famoso fueron sus películas sobre las mafias Dogman (2018) y, sobre todo, Gomorra (2008). En Yo capitán nos cuenta la historia de Seydou -interpretado por el homónimo Seydou Sarr-, un adolescente senegalés de dieciséis años que lleva seis meses trabajando en secreto para marcharse a Europa. Su madre no lo sabe, pues desaprobaría frontalmente esa decisión. En este plan clandestino le acompaña su inseparable primo Moussa (Moustapha Fall), que es en realidad el autor intelectual del proyecto migrante.

Ambos sueñan con una Europa idílica en la que serán famosos y podrán enviar un buen dinero a sus familias. La película narra esa odisea desde el Senegal a Sicilia, un viaje en el que los chicos van a conocer todos los horrores posibles, conviviendo con la muerte y con el mal cara a cara. Seydou tiene un alma pura que va a mantener su integridad pese a toda la brutalidad y sordidez que le rodea. La memoria de su madre, su fe en Alá y su ideal de futuro van a ser los motores que le van a permitir levantar la cabeza una y otra vez. No menos importante es su concepto de amistad. El vínculo con su primo está cargado de responsabilidad hacia su bien y su destino.

Si no fuera por la ternura que transmite el personaje de Seydou la película pecaría de un hiperrealismo sórdido y desesperanzado. Pero Garrone tampoco nos quiere ofrecer una historia capriana de desenlace inverosímil y tramposo. El final abierto y simbólico del film obliga al espectador europeo a terminar en su imaginación la historia como todos sabemos que termina, sin necesidad de que nos lo cuenten. Pero a pesar de todo, lo que queda en la retina es el rostro de un muchacho que puede aportar a Europa mucha más bondad de la que él probablemente vaya a recibir en ella. La carga crítica del film va dirigida sobre todo a las mafias que gestionan las redes de inmigración ilegal, y no entra en las cuestiones de alta política. Pero el acento de la película no está en esos tejidos de maldad, sino en la potencia positiva de la humanidad de Seydou.

La puesta en escena tiene el sello Garrone: en el centro unos personajes muy bien construidos, y a su alrededor un realismo que parecería documental sino fuera por una estética muy cuidada y rabiosamente cinematográfica. Una gran película: dura y atravesada de autenticidad.