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Fallen Leaves se estrena este 27 de diciembre en los cines españoles

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Crítica de cine

'Fallen Leaves': Kaurismaki vuelve a conquistar a la crítica con una historia de amor redentor

El conjunto de la película está envuelto en un peculiar y nórdico sentido del humor

El lector poco cinéfilo quizá no sepa quién es Aki Kaurismaki. A lo mejor le suena, ya que este cineasta finlandés, además de haber sido premiado más de cuatro veces en los Festivales de Cannes y San Sebastián, ha cosechado innumerables galardones importantes a lo largo de su carrera, entre otros varios Premios SIGNIS, de la Asociación Católica Mundial para la Comunicación.

Empezó su carrera en 1983 con una adaptación de Crimen y Castigo. Desde entonces ha sido una referencia de primera línea en el cine europeo. Por su cine y por su vida privada. Kaurismaki ha hecho muchas cosas por el cine de su país. Fundó con su hermano el Festival del Sol de Medianoche, en la Laponia finlandesa, donde se pueden ver películas al aire libre las noches de verano en las que no se pone el sol. Pero recientemente, en plena crisis postpandemia del sector de la exhibición cinematográfica, ha abierto con el escritor Mika Lätti un cine en Karkkila, un pueblo al norte de Helsinki, donde Kaurismaki vive parte del año.

Un cine que se llama Kino Laika, en honor a la perra de los Kaurismaki, Laika, que ha salido en varias películas suyas. La perra ya murió, pero sus sucesoras siguen teniendo su pequeño papel en los filmes del director, como ocurre en Fallen Leaves. En esta cinta, la perra Alma ganó el exótico Gran Premio del Jurado del Palm Dog de Cannes, un premio que se da a películas en las que salen perros (O tempora, o mores!). Kaurismaki ha vivido gran parte de su vida en una caravana, con la que viajaba por Europa, estableciéndose largas temporadas en Portugal, cerca de Oporto.

Pero ¿de qué trata Fallen Leaves, que está nominada al Globo de Oro a mejor película extranjera y que ha merecido los premios del Jurado del pasado Festival de Cannes y al mejor director en el de Chicago? Pues es la sencilla historia de amor entre Ansa (Alma Pöysti), una mujer que trabaja de reponedora en un gran supermercado, y Holappa (Jussi Vatanen), un obrero metalúrgico que se ha convertido en un alcohólico casi sin darse cuenta. Ambos se conocen en un karaoke, una noche en que Ansa estaba con su mejor amiga, Tonya, y Holappa con su mejor amigo, Raunio. Entre Ansa y Holappa surge la química, al igual que entre Raunio y Tonya. Sin embargo hay un problema: Ansa ya padeció la lacra del alcohol en su padre y en su hermano, y no está dispuesta a revivir esa tragedia con su novio. Así que Holappa verá qué hace.

Cualquiera que haya visto alguna película de Kaurismaki ya sabe de qué hablamos: decorados minimalistas y vintage, una paleta de colores cálida y saturada, unos planos muy estáticos, una iluminación intimista como de bombillas domésticas de los años setenta, y sobre todo unos personajes interpretados con hieratismo, estolidez y a base de rostros inexpresivos. Y sin embargo, personajes dotados de una profunda humanidad. Kaurismaki es un cineasta al que se le puede reconocer sólo con ver un fotograma suyo, debido a su estilo único, irrepetible y misteriosamente cautivador. Su puesta en escena esencial recuerda al cine del francés Robert Bresson (1901-1999). Pero también hay ecos de otros directores -pocos-, como Chaplin, al que homenajea en el plano final de la película emulando el de Tiempos Modernos de Chaplin.

El conjunto de la película está envuelto en un peculiar y nórdico sentido del humor, casi involuntario, pero tremendamente eficaz. Y también trufado de una fascinante selección musical: tangos, canciones japonesas, finlandesas, la Patética de Tchaikovsky o una Serenata de Schubert. Para muestra, un botón: no se pierdan la escena en la que la vocalista del grupo Maustetytöt interpreta en el escenario de un café-bar una sugerente y melancólica canción ataviada con una almodovariana bata de guata. Una película, en fin, profundamente humanista y nada sentimentaloide, como todas las de Kaurismaki: cintas positivas, esperanzadas y llenas de fe en el ser humano. Ideal para el tiempo de Navidad.

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