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Ferrari se estrena este viernes en los cinesDiamond Films España

Crítica de cine

'Ferrari': un hombre que se cayó a la cuneta en la carretera de la vida

La película funciona, interesa y entretiene, aunque le falta empaque y emoción

Hace unos años escribíamos en El Debate un artículo en el que comentábamos cómo últimamente los biopics, al contrario que en el cine clásico, han optado por la desmitificación, por el desvelamiento del lado oscuro de los personajes. Así son las últimas películas sobre Judy Garland, Romy Schneider, Billie Holiday o Diana de Gales, entre otros. Y lo mismo ocurre con este biopic sobre el magnate del automovilismo, Enzo Ferrari. Detrás de la cámara está un veterano de Hollywood, Michael Mann, al que debemos algunos títulos muy sólidos como El último mohicano, Heat, El dilema, Collateral o Ali, otro filme biográfico, en este caso sobre el boxeador Cassius Clay.

A partir de la novela del periodista automovilístico Brock Yates, Mann se centra sobre todo en el año 1957. Enzo Ferrari (Adam Driver) ya tiene un nombre en el mundo de las carreras y de las escuderías. Su mujer, Laura Garello (Penélope Cruz) es la dueña de la mitad de las acciones de la empresa. Esto último se hizo por seguridad en tiempos de la guerra, pero va a tener una gran relevancia como se verá en la película.

El arranque del filme, tras unas imágenes de archivo del mundo deportivo automovilístico, muestra las bases del planteamiento dramático del film: vemos a Enzo Ferrari despertándose por la mañana en la cama de su amante Lina Lardi (Shailene Woodley). Después de vestirse y despedirse de ella, se sube al coche y se va a su casa, donde la desesperada Laura le aguarda impaciente. Porque Laura ignora la doble vida de su marido. El matrimonio está muy marcado por el fallecimiento de su único hijo cuando era pequeño. Pero Laura ignora que existe otro heredero del imperio Ferrari: el hijo que Enzo ha tenido con Lina Lardi. El culebrón está servido.

No estamos pues ante una película de carreras y coches, aunque hay carreras y hay coches, sino que el foco está puesto en el drama humano de los personajes. Un trío lleno de tensión, al que se añade un ingrediente picante: la madre de Enzo, típica anciana rural italiana, acostumbrada a gobernar en la sombra. En medio del trío, un acontecimiento decisivo: la famosa carrera de resistencia Mille Miglia de 1957. Desde 1927 era una competición de referencia. Un recorrido de 1600 kilómetros que salía de Brescia, descendía hasta Roma y regresaba a Brescia otra vez. El piloto español Alfonso de Portago corría con Ferrari, escudería que competía contra Maserati. En el último momento le cambiaron el modelo de coche, y al pasar por un pueblo, se le reventó una rueda, murió y mató a diez personas. Este hecho, rodado magistralmente por Michael Mann, supuso un mazazo para Ferrari. No volvió a organizarse dicha carrera.

La película funciona, interesa y entretiene. Le falta empaque y emoción, pero no es una mala película. Deja un sabor de boca agridulce, al retratarnos con crudeza a un hombre egoísta, frío y controlador en todos los aspectos de su vida. En línea con los tiempos que vivimos, este decepcionante patriarca tiene en frente a dos mujeres fuertes, dignas y generosas, por cierto magníficamente interpretadas.