Max Skinner, el personaje de Russell Crowe en Un buen año, es un inversor tan rico en dinero como pobre en escrúpulos que viaja desde Londres hasta la Provenza para heredar un viñedo de su tío Henry (Albert Finney), al que estuvo muy unido en una niñez tan lejana en el tiempo como en valores. Allí, rodeado de tranquilidad y de la belleza del entorno, se reencuentra con los recuerdos de su infancia, con las enseñanzas de su tío, con Fanny (Marion Cotillard) y, sobre todo, con el niño que un día fue. Es una de las películas más infravaloradas de Ridley Scott, y una de las más diferentes de su filmografía, pero también una que vale la pena paladear tanto como sus vinos por su sencillez y sus buenas intenciones.