Historias de película
La película de Billy Wilder que gustó a su autor más que su propia novela
Esta obra cumbre del cine negro realizada hace 80 años es, para muchos, la mejor del género
El que es, seguramente, el mejor director de comedia de todos los tiempos, Billy Wilder, tuvo la particularidad —o genialidad— de ser igualmente magnífico rodando películas de otros géneros como Traidor en el infierno (bélico y carcelario), Días sin huella (drama), El héroe solitario (aventuras) o Testigo de cargo (judicial). También en el cine negro brilló el director austrohúngaro con luz propia, tanto, que el escritor James M. Cain quedó entusiasmado con la versión cinematográfica que Wilder hizo de su novela.
En 1927, un ama de casa y un vendedor de corsés planearon matar al marido de ella para cobrar el seguro de decesos y huir juntos con el dinero. Pero un crimen torpe y lleno de fallos les llevó a ser detenidos, juzgados y ejecutados en la silla eléctrica solo un año después. Ese fue el germen de la novela Pacto de sangre, escrita por Cain en 1935 y publicada por entregas en el semanario Liberty que gozó de gran éxito en su tiempo.
En 1942, la historia llega a la mesa de Billy Wilder y, entusiasmado, se reúne con su guionista habitual, Charles Brackett para trabajar sobre el guion de la que sería su tercera película: Double indemnity. Pero, Brackett lo rechaza porque no se sentía cómodo reflejando el ambiente sórdido que Wilder quería, y ficha a Raymond Chandler para el guion de Perdición. Por él, Wilder recibió su cuarta nominación al Oscar como guionista y primera como director y configuró la que es una de las más rotundas obras maestras del cine negro jamás realizadas que se basaba en la idea de que cualquiera puede ser un asesino dejando atrás la estética y temática del hampa de la década anterior.
Ni Fred MacMurray ni Barbara Stanwyck, actores habituales de comedia, estaban muy convencidos de aceptar sus respectivos papeles por homicidas y adúlteros. Pensaban que podrían quedar marcados de por vida tras hacerlos. Y lo hicieron, pero para bien. El elenco lo completó Edward G. Robinson dando vida al jefe de MacMurray que sospecha desde el primer momento que la muerte del asegurado de su compañía apestaba a asesinato. Miklos Rozsa en la banda sonora, John F. Seitz en la fotografía y Hal Pereira en el diseño de producción completaron la ficha técnica de un filme irrepetible.
La película es el epítome de las claves del cine negro, término acuñado en 1946 por el crítico de cine italiano Nino Frank, surgido a principios de los años 30 a raíz del cine de gánsteres y que se desarrolló principalmente durante las dos décadas posteriores, entre El halcón maltés (1941) y Sed de mal (1958). Perdición compendia los elementos más paradigmáticos del género tales como tramas en torno a un crimen o una investigación, ambientes urbanos, amenazadores y nocturnos, el blanco y negro, el uso del claroscuro, el narrador en primera persona, el final fatalista y el flashback, el detective o policía protagonista y la femme fatale cautivadora dispuesta a usar su sexualidad para lograr sus objetivos.
Influido por la estética del Expresionismo alemán de donde venían muchos de sus directores más paradigmáticos y muy dado a adaptar obras literarias de autores imprescindibles como Dashiell Hammett, Raymond Chandler o W. R. Burnett, la llegada del color y de la televisión propició su transformación, pero nunca su olvido.
La película tiene un enorme anecdotario como el cameo de Raymond Chandler que aparece leyendo un libro en las oficinas de la compañía de seguros, la peluca de la protagonista de la que el jefe de producción de la Paramount diría «Hemos contratado a Barbara Stanwyck y nos han traído a George Washington» o la necesidad de contratar equipos de seguridad para la escena en el supermercado Jerry’s de Melrose para evitar que fuera saqueado durante el rodaje, ya que aún había cartillas de racionamiento en Estados Unidos.
Pero de entre sus anécdotas destacan especialmente las palabras que dijo James M. Cain, autor de la novela en que se basa Perdición, cuando la vio: «Es la única película basada en uno de mis libros que tiene cosas en las que desearía haber pensado yo. El final de Billy Wilder es mucho mejor que el mío». Apasionada, oscura y perfecta, Perdición a sus 80 años sigue siendo una película única y desmedida. Profundamente moderna.