Así es el Kremlin de Moscú: el centro político, religioso y cultural de Rusia
El Kremlin de Moscú constituye el centro del poder del país al ser el lugar de trabajo oficial del presidente –pero no su residencia– y por ello es asociado y puede utilizarse para referirse al Gobierno ruso
Durante las últimas semanas, en medio del actual conflicto entre Rusia y Ucrania, el Kremlin de Moscú vuelve a estar en el punto de mira. Sin embargo, este recinto de más de 20 hectáreas custodia entre sus murallas una gran historia: ha sido testigo del ascenso de los zares, los asedios bélicos, la revolución soviética, la perestroika y nacimiento del nuevo Estado ruso.
El término Kremlin en eslavo quiere decir fortaleza o ciudadela, un conjunto de edificios civiles y religiosos, un tipo de construcción presente casi todas las ciudades medievales rusas que custodiaba las partes más importantes. A pesar de no ser el más antiguo, el de Moscú es el más conocido en el mundo pues constituye el centro del poder del país al ser el lugar de trabajo oficial del presidente –pero no su residencia– y por ello es asociado y puede utilizarse para referirse al Gobierno ruso.
Una ciudadela con mucha historia
Detrás de la creación de la coraza de esta ciudadela se encuentra el príncipe Yury Dolgoruky, quien en el siglo XII mandó construir en madera una fortaleza inexpugnable, pero un siglo más tarde los mongoles asediaron y quemaron la fortificación y tiempo más tarde los tártaros la destruyeron. A principios del siglo XIV Moscú se convirtió en la capital del principado por lo que, tras su destrucción, se decidió construir la fortaleza con piedra blanca seguida de varias edificaciones que revistieron la ciudadela de un gran esplendor.
Las construcciones más antiguas que todavía podemos contemplar corresponden al reinado de Iván III de finales del siglo XV a cuya época pertenecen las murallas almenadas de ladrillo rojo y varias de las catedrales: la Anunciación, la Asunción y San Miguel Arcángel. En el último tercio del siglo XVIII, en el reinado de Catalina la Grande, se levantó el antiguo Palacio del Senado, conocido en la actualidad como Palacio del Gobierno donde se encuentran las dependencias administrativas de la Presidencia.
Cuando la capital se trasladó a San Petersburgo, la ciudadela no perdió importancia y en la primera mitad del siglo XIX fue edificado el Gran Palacio del Kremlin convirtiéndose en la residencia de los zares desde Nicolás I. Sin embargo, después de la Revolución de octubre de 1917, la capital vuelve a ubicarse en Moscú al igual que el Gobierno que pasó a ocupar el Kremlin cerrando el acceso a los visitantes hasta 1955.
En el transcurso del siglo XX se llevaron a cabo diferentes cambios: las salas de San Andrés y San Alejandro en un enorme edificio para celebrar las sesiones del Sóviet Supremo (Parlamento) que fue sede de los grandes cónclaves del PCUS, el Partido Comunista de la Unión Soviética desde 1961. El Sóviet Supremo se reubicó al Edificio 14 del Kremlin donde se situaba el solar donde estaban el monasterio Chúdov y el convento de la Ascensión. Las corrientes subterráneas dañaron los cimientos del Edificio 14 y tuvo que ser demolido en 2016. En cuanto a la sala rectangular del Gran Palacio, Yeltsin ordenó en 1994, sesenta años después de su desmantelamiento, restaurar de nuevo las salas de San Andrés y San Alejandro.
En 1990 el Kremlin y la Plaza Roja entraron en la lista de Patrimonio de la Humanidad de la Unesco y un año más tarde se fundaron el Museo Estatal de Historia y Cultura del Kremlin compuesto por la Armería Catedral de Asunción, Catedral del Arcángel Miguel, Catedral de Anunciación, Museo de Artes Aplicadas y Uso Corriente de Rusia del siglo XVII, conjunto del Campanario de Iván el Grande y otros monumentos arquitectónicos.
El vaivén de los tiempos
Durante los siglos XV y XVI se consideró una fortaleza inexpugnable que nunca llegó a ser asaltada. Tras el esplendor que otorgó Iván III al Kremlin, su nieto Iván el Terrible considerado como uno de los creadores del Estado ruso estuvo casi 40 años en el trono residiendo en el Kremlin. Su fama de cruel alimentó numerosas leyendas como la construcción de mazmorras y cámaras de tortura en los sótanos de la ciudadela.
Durante el periodo de Pedro I el Grande, el Kremlin presenció la entrada de Napoleón Bonaparte sin encontrar ninguna resistencia en 1812. Impasible a los duros años del inicio del siglo XX, la fortaleza volvió a ser la capital desde donde Lenin dirigió al Ejército Rojo durante toda la guerra civil rusa.
En los años 30 tras la destrucción del monasterio Chúdov y el convento de la Ascensión, desaparecieron de las torres las águilas bicéfalas zarista y fueron sustituidas por estrellas. Se cerraron las iglesias y con ellas el retumbar de las campanas y el bullicio cesaron al cerrar las puertas de la muralla a los visitantes hasta que en 1955 con Nikita Jruschov en el poder se volvió a abrir el Kremlin y algunos museos al público. No sería hasta la segunda mitad de los años 80 cuando las iglesias y catedrales reanudaron el culto.
Esta ciudadela fue el centro religioso de la Iglesia Ortodoxa rusa y también la residencia de los zares. En conjunto, estos sitios simbolizan la propia Rusia y han pasado largos siglos en el corazón mismo de la nación.