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Los 'bouquinistes' de Quai de Montebello, a orillas del río Sena, en París

Los bouquinistes de Quai de Montebello, a orillas del río Sena, en París

París y sus históricos puestos de libros: así es la iniciativa para revitalizar a los 'bouquinistes' del Sena

El Ayuntamiento sale al rescate de los bouquinistes y abre una convocatoria para ocupar 18 puestos

Es algo único en el mundo. A orillas del Sena, el río que atraviesa la ciudad de París, 217 libreros se aglutinan para exhibir, varios días a la semana, a lo largo de un recorrido cultural de más de tres kilómetros de extensión, algo más de 300.000 ejemplares de libros antiguos o modernos, ediciones y ejemplares que los bibliófilos y entusiastas de los libros raros difícilmente encontrarán en otro lugar. Como en un fotograma de una película de Jean-Luc Godard, estos míticos vendedores de libros antiguos de segunda mano y sus misteriosos cajones de color verde (en tono wagon, tal y como dictan las normas), se funden en el bucólico paisaje de la ciudad.

El recorrido a orillas del río está aderezado también con la exposición y venta de estampas, grabados, revistas, colecciones de sellos y tarjetas postales. Y, milagrosamente, apenas un puñado cae en la venta de souvenirs o baratijas, porque los parisinos son muchas cosas, pero ante todo, son elegantes. Este museo al aire libre tiene lugar entre el Pont Marie y el Quai du Louvre en la margen derecha, y entre el muelle Tournelle y el Quai Voltaire sobre la margen izquierda.

Sin embargo, no se trata de un fenómeno ni mucho menos nuevo. Ya en el siglo XVI, algunos vendedores ambulantes comenzaron a recorrer las calles de París con almanaques, impresos y pequeñas ediciones. Tras el desarrollo de la imprenta, empezaron a exponer sus ejemplares en el suelo, en caballetes, sobre telas o llevados en cestas en bandolera. En aquella época, la edición y difusión de libros estaba muy reglamentada y, de hecho, en 1577 un real decreto establecía que los vendedores ambulantes de libros debían considerarse ladrones y encubridores; en general, gente de poca confianza.

Grabado de un 'bouquiniste' en el quai Voltaire de París (1821)

Grabado de un 'bouquiniste' en el quai Voltaire de París (1821)

A finales de siglo se empezó a reconocer la existencia de estos «libreros ambulantes», pero los libreros establecidos batallaron por prohibirlos y fueron expulsados del Pont Neuf, donde se reunían, entonces, gran centro lúdico de lecturas, animaciones musicales y espectáculos. Sus ediciones escapaban a la censura institucional, por lo que en décadas sucesivas se aprobó e ilegalizó su labor mercantil en muchas ocasiones. Finalmente, Napoleón estableció el ordenamiento y mejora de los muelles del Sena, y los bouquinistes se multiplicaron y fueron reconocidos por los poderes públicos.

Patrimonio de la Humanidad

En 1859, una reglamentación implementada por la ciudad de París permitía a los vendedores de libros antiguos y usados establecerse en puntos fijos a orillas del río. Cada uno pasó a tener derecho a diez metros de barandilla por una cuota anual, y en 1930 se fijaron las dimensiones oficiales de los cajones.

Instalados a lo largo de más de tres kilómetros a orillas del río Sena y declarados Patrimonio de la Humanidad por la Unesco y patrimoine culturel immatériel français, hoy día los 240 vendedores de libros de la capital francesa hacen uso de 900 «cajas verdes», lo que permite albergar y exhibir unos 300.000 libros antiguos. Hoy, estos apasionados de los libros (bouquins), explotan un espacio de bouquinistes de los muelles del Sena, en ocasiones una arraigada vocación que se transmite de padres a hijos. No pagan alquiler ni impuestos, pero deben respetar un reglamento, entre sus principales obligaciones, deben abrir al menos cuatro días a la semana, cada uno puede acceder a un máximo de cuatro boites que se extienden en unos ocho metros, de los cuales solo uno de ellos puede dedicarse a la venta de souvenirs.

Sin los 'bouquinistes', París y el Sena no serían lo mismo

Sin los 'bouquinistes', París y el Sena no serían lo mismoFoto de Gabriel Peter en Pexels

El emblema tradicional de los libreros de segunda mano es un lagarto mirando una espada. El lagarto señala que los bouquinistes esperan el sol para abrir sus cajas y mantener actividad, mientras que la espada señala la noble profesión de librero a la que se dedican. Una profesión que hoy se ve amenazada por varias cuestiones.

Una tradición en crisis

Ante la difícil situación vivida en la última década, París ha decidido tomar medidas para revitalizar el negocio de los emblemáticos bouquinistes del río Sena con la reapertura de casi una veintena de las casetas que se fueron quedando vacías por las sucesivas crisis de los últimos años. Las protestas semanales de los «chalecos amarillos» en 2018 y el incendio de la catedral de Notre Dame en 2019 provocaron una fuerte reducción de la afluencia de clientes a las 230 casetas, unido a la pandemia de coronavirus, obligando a algunos bouquinistes a echar el cierre.

Para revitalizar este negocio, el Ayuntamiento ha convocado un proceso para ocupar los 18 puestos ubicados en las calles aledañas al Sena y a ambos lados de la Isla de la Cité (donde se encuentra Notre Dame), donde llevan desde el siglo XVI. La convocatoria alcanzó la cifra récord en diez años de 71 solicitudes para ocupar uno de los puestos. La media de edad de la mayoría de los bouquinistes actuales ronda los 50 años, aunque hay excepciones. En algunos casos se trata de personas retiradas de su oficio, pero con una gran vocación y amor por la literatura.

El Ayuntamiento de París asegura que no ha habido un perfil específico para lograr una plaza, aunque «la carta de presentación siempre es importante», según un portavoz del consistorio. «No es un trabajo fácil y es importante que los solicitantes sean conscientes de ello y no se limiten a reproducir la imagen novelesca que se puede hacer del bouquiniste», añade.

Los 'cajones verdes' se encuentran a ambas orillas del Sena, rodeando a la Isla de la Cité donde se encuentra Notre Dame

Los 'cajones verdes' se encuentran a ambas orillas del Sena, rodeando a la Isla de la Cité donde se encuentra Notre DameFoto de ArtHouse Studio en Pexels

A pesar de que hay 71 aspirantes a ocupar tan solo 18 casetas, el presidente de la Asociación Cultural de Libreros de París, Jérome Callais, no considera que sea una fuerte demanda, aunque sí espera que el nivel de los candidatos sea «interesante y de calidad».

Los turistas, los grandes clientes

En la mañana de un martes invernal, hay pocos libreros que mantienen su puesto abierto a lo largo de varios centenares de metros en esta calle ubicada entre la catedral de Notre Dame y el río Sena, en la que tampoco hay muchos visitantes. El turismo aporta más de la mitad de los ingresos a estas casetas. «Únicamente una cuarta parte de los clientes proviene de la Isla de Francia (región donde se ubica París)», aclara uno de los bouquinistes. Cuenta que la mayoría de los puestos suelen abrir a finales de semana, cuando se registra mayor afluencia.

El viernes la estampa es totalmente diferente. La mayoría de las casetas, que tres días antes estaban cerradas, tienen sus puestos abiertos repletos de clientes y turistas curiosos. Estos vendedores no pagan más que una pequeña proporción de sus ventas por ocupar la vía pública, porque el Ayuntamiento de París considera que aportan vida a la ciudad.

Mucho más que un vendedor: un librero

Para Callais, un bouquiniste es «fundamentalmente» un librero. «Es un oficio que se aprende y que no se termina de aprender hasta que uno muere», dice. Sin embargo, «para vender postales de la Torre Eiffel» sirve cualquiera, zanja.

Callais insiste en que este es un trabajo duro y no consiste solo en abrir las casetas: «Es un oficio y un trabajo al mismo tiempo». «Hay que encontrar los libros y comprarlos, negociarlos, transportarlos, verificarlos, embalarlos y después venderlos en los muelles con el frío del invierno y el calor del verano», relata. Se trata de una profesión que hay que cuidar para que permanezca en el futuro, reflexiona Callais.

Como consecuencia de la pandemia y para tratar de mantener el negocio a pesar de la falta de turistas, decidieron abrir un sitio de internet (bouquinistesdeparis.com) para la reserva de libros. Ahora buscan obtener la declaración de Patrimonio Inmaterial Mundial de la Unesco, que esperan lograr en 2024.

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