Series y películas sobre los vikingos pero ¿ qué acabó con sus violentas incursiones en España?
La violencia vikinga sigue despertando un gran interés para todo el público, desde la película de Kirk Douglas y Toni Curtis hasta El hombre del norte, de estreno más reciente
Los vikingos, o lo bárbaro, siempre nos ha conquistado el alma, aparte de sembrar el terror a lo largo de 300 años desde sus verdes fiordos hasta el Rus de Kiev, pasando incluso por el Guadalquivir hasta Santiago de Compostela, y enfrentándose a moros y cristianos en nuestro viejo suelo, allá por el siglo IX. Sin embargo, últimamente, hay una insistencia de los hijos de Odín por volver a la actualidad y no ser olvidados tras su gloriosa entrada en el Valhalla de los héroes.
Los viejos cinéfilos recordarán la película de Richard Fleischer en la que el padre de Kirk Douglas invoca a Odín, el dios pagano de la guerra, antes de lanzarse al foso de unos perros hambrientos, que lo esperan para ser devorado. Y es que la mística vikinga, con su fiereza y sus cascos taurinos, ha sido siempre una muestra de gran interés para el cinéfilo y para el historiador.
A las películas como Vikingos (2006), de Andrey Kravchuk, series sobre el mismo tema basadas en la saga de Ragnar Lodbrok, incluso hallazgos arqueológicos, hace apenas unos días, como el último barco encontrado bajo un túmulo funerario en Øyesletta, en el sur de Noruega, hay que añadir la reciente película de Robert Eggers, El hombre del norte.
El Valhalla a través del sacrificio
El hombre del norte es la historia de un príncipe que crece incubando el deseo de venganza por el asesinato de su padre como un destino inamovible. La película trata de mostrar cómo religión, mito y cultura se enlazan conformando una sola cosa que conecta la vida, entendida esta como voluntad de poder para escapar de un presente circular y violento. La lectura que hace de la influencia femenina en las decisiones de los protagonistas es digna de descubrir, pues, acertadamente, señala que no hay anhelo de trascendencia o de venganza, que no esté íntimamente relacionada con el atractivo que la mujer despierta en el hombre: sea la madre o la amada.
En el hombre del norte, el director ha tratado de seguir la estela naturalista para mostrar la veracidad histórica, la necesidad acuciante de una expiación que necesita de la espada y de unos sacrificios animales y humanos para alcanzar la otra vida. Sin embargo, a pesar de esta conciencia del misterio, la vida humana no tiene un valor más allá de su propia voluntad; de ahí, la ferocidad rabiosa de una cultura que aterrorizó con sus oleadas de violencia, a todo el continente conocido.
Vikingos en el Guadalquivir
Las fuentes que tenemos se basan en textos cristianos y musulmanes, ya que la escritura vikinga se reduce a las runas, difíciles de interpretar. Y aunque estas fuentes varían en su fiabilidad, nos ayudan a hacernos una idea de unos enfrentamientos que ya encontramos en el cristiano Saxo Grammaticus (hacia 1150) o en los musulmanes Ibn al-Qutiyya, Ibn Idari o Ibrahim Ibn Ya ‘qud, estos últimos cronistas de Al Ándalus que relataron el terror de las incursiones vikingas en el corazón de la península ibérica.
En el 844, 54 naves con al menos 4.000 hombres remontan el Guadalquivir y siembran el terror, antes de ser derrotados por Abd–Ramán II; también está documentada una expedición el mismo año en Gijón, en Lisboa, en Cádiz, Baleares, Orihuela... O en el 858, cuando suben por el Ebro hasta el Reino de Navarra y secuestran al rey García I Iñíguez. En cualquier caso, la península sufrió a lo largo de toda la costa, las acometidas de este violento pueblo que, a medida que tomaba contacto con nuestra población, irá conociendo «la religión del hombre muerto».
San Olav, que era uno de esos fieros guerreros de Odín en busca del Valhalla, también entró en contacto con la religión de aquel «hombre muerto», se convirtió y se bautizó. Y ya nada fue como antes. Mandó construir iglesias en toda Noruega y trajo obispos de Normandía. Se prohibió la poligamia, la violación, el rapto de mujeres y el abandono de los recién nacidos, que ahora tenían que ser bautizados, porque se había descubierto otra manera de mirar a las «bestias humanas».
Aunque no se sabe con certeza qué terminó con los ataques vikingos, sí se sabe que la necesidad de comercio, hizo descubrir otra cultura menos violenta. Como ejemplo, sirva el caso de Cristina de Noruega que, aunque según la leyenda, estaba enamorada de Alfonso X El Sabio, este la casó con su hermano Felipe, y la princesa, olvidada ya por todos nosotros, sigue enterrada en el Claustro de Covarrubias, tras vivir en Sevilla.
Sigrid Undset y el fin de la violencia
La Premio Nobel de Literatura de 1928, la escritora noruega Sigrid Undset (1882-1949), conversa al catolicismo y autora de grandes sagas nórdicas, mucho antes de la publicitada literatura sueca, estudió toda su vida el fenómeno de la civilización vikinga y medieval en el contexto de la gran historia de su país. Los vikingos, un pueblo que había aterrado a Europa durante 300 años, desapareció progresivamente. En el primer capítulo de su biografía de santa Catalina de Siena, Undset ahonda en la mentalidad pagana que dominaba a sus ancestros antes de la conversión de san Olav, en un intento por explicar la novedad cultural que el cristianismo llevó al pueblo del norte. Y señala: «Los paganos podían ensalzar la fuerza o la belleza de sus dioses; celebrarlos en sus himnos como protectores, conservadores y destructores de la vida en la tierra. Podían poner su confianza en un dios cuya amistad creían poseer; pero esta confianza jamás podía darse sin ciertas reservas», ya que estos podían ser vencidos por otros dioses más fuertes de otra tribu. Y sigue Undset: «Los dioses podían abandonar sus templos y entregar a su pueblo a un enemigo; un dios amigo de un hombre podía mostrarse caprichoso e irritarse contra el adorador», de tal manera que nunca estaban seguros de su dios.
«En los pueblos nórdicos, en todo caso, los mejores guerreros eran recibidos en el Valhalla de Odín; pero el mismo Odín aparece muy tarde en el panteón nórdico y es posible que la idea de un Valhalla tenga su origen en la impresión que los viajeros por tierras extranjeras habían recibido de las predicaciones de los misioneros cristianos. Lo que estos predicaban acerca del temor de Dios no era ninguna novedad». Pero, inmediatamente después, Sigrid Undset apunta: «El Evangelio, anunciando el amor de Dios a todos los hombres y hablando de su cielo, abierto a todo ser humano, hombres y mujeres, libres y esclavos, judíos y gentiles, eso sí constituía una novedad grande y maravillosa».
«Que por su encarnación Dios se hiciera hermano de los hombres; que por su muerte había dado a conocer al hombre que el verdadero fin de nuestra vida aquí en la tierra era el mismo para todos los hombres. Y que este fin sería universal, para hombres y mujeres, para libres y esclavos. Nos es imposible de imaginar cuan estremecedora e inaudita era esta doctrina (para) nosotros que vivimos en un mundo dominado por Jesucristo. Incluso en este mundo, que en gran parte está descristianizado, hay ideas que un día formaron parte de la revelación, aunque los hombres se crean que han salido de nuestra propia inteligencia; estas ideas son todavía las fuentes del calor y la esperanza humanos en un mundo menos amargo y sangriento. Fuera de ellas existen pocas razones para esperar nada del futuro, puesto que el repudio de Cristo ha atraído a las naciones a andar incesantemente a la caza de espejismos que jamás alcanzarán».