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Fernando Aramburu en la entrevista con El Debate en la Feria del Libro 2022

Fernando Aramburu, en la entrevista con El Debate en la Feria del Libro 2022Paula Argüelles

Feria del Libro 2022

Fernando Aramburu: «Siempre digo lo que pienso; no me arredra que me puedan linchar o insultar»

Tras dos millones de ejemplares vendidos de Patria (sin contar las traducciones) y una adaptación convertida en serie de éxito, el escritor Fernando Aramburu publicó Los vencejos, una reflexión sobre el laberinto emocional actual. Recorremos con él la Feria del Libro de Madrid

Es absolutamente claro y sincero, como si su dilatado hilo mental se desenredara a través de sus palabras, siempre acompañadas de una mirada profunda, intensa y muy adusta. Fernando Aramburu (San Sebastián, 1959) ha inaugurado el primer día de la Feria del Libro de Madrid, y allí ha firmado ejemplares, mayoritariamente de Patria, su gran éxito editorial, pero también de Los Vencejos, su última novela, donde trata de jugar literariamente con un pobre señor que se ha quedado anticuado en el complejo mundo del «postpatriarcado».

Sabe perfectamente que será siempre «el de Patria», y tampoco le molesta. Como tampoco es para él problemático seguir ahondando en las causas y las consecuencias del terrorismo etarra. «Aspiro a una armonía social que no tiene nada que ver con la reconciliación ni con el amor», confiesa a El Debate, alejado de la ingenuidad y con el claro juicio de que es un proceso que ya ha comenzado.

El escritor Fernando Aramburu junto a la periodista María Serrano durante la entrevista con El Debate

El escritor Fernando Aramburu, junto a la periodista María Serrano, durante la entrevista con El DebatePaula Argüelles

–Comienza la Feria del Libro pospandemia. ¿Qué espera de esta edición?

–Me alegro mucho de que se vuelva a celebrar con normalidad, y espero repetir la experiencia grata de años anteriores. Firmar un puñadito de libros, conversar con las personas que se acerquen, convivir unas horitas o unos minutos con los amigos que también escriben. Y esto ya es suficiente para que yo esté feliz aquí.

–¿Es uno de esos escritores ermitaños o le gusta ir al encuentro de sus lectores e intercambiar ideas con ellos?

–Bueno, sí, me gusta ir al encuentro de los lectores, pero no todos los días. Soy un hombre muy hogareño y quizá con rasgos de ermitaño. Pero de vez en cuando no está mal salir de casa y tomarle el pulso a la vida social.

–Empieza a firmar el mismo día de la inauguración y va a estar todo el fin de semana. ¿Qué libro van a atraer más los visitantes, seguirá siendo Patria?

–Bueno, yo creo que soy inevitablemente «el de Patria». De hecho, me encuentro a veces con personas que me dicen: «Ya he leído tu libro». O sea, el único. Habrá Patrias y habrá Vencejos, principalmente.

El escritor Fernando Aramburu firmando un ejemplar de 'Patria' en la Feria del Libro de Madrid 2022

El escritor Fernando Aramburu firmando un ejemplar de 'Patria' en la Feria del Libro de Madrid 2022Paula Argüelles

–¿Por qué cree que nos sigue atrayendo tanto la historia de la violencia en el País Vasco, por qué sigue tan vigente?

–Creo que la violencia es un asunto que preocupa a todo el mundo, con independencia de dónde ocurra o cómo ocurra, ya sea la violencia de género, la guerra de Ucrania o los conflictos regionales. Nos afectan directamente como seres humanos. A mi juicio, suponen una regresión brutal en el trayecto civilizatorio de nuestra especie, que va encaminada, afortunadamente, a unas formas de desestructuración social con derechos y con leyes iguales para todos. También sentimos el peligro de vernos afectados directamente, nosotros o nuestros familiares, por la violencia.

La violencia preocupa a todo el mundo, con independencia de dónde o cómo ocurra, ya sea la violencia de género, la guerra de Ucrania o los conflictos regionales"

–Hay una cita que dice hay que pasar página de la del terrorismo, pero antes hay que leerla. ¿La hemos leído ya?

–Esa frase la he escuchado repetidamente y me parece muy acertada. Yo aspiro a que allá donde ha habido violencia y asesinatos se llegue, como parece que se está llegando en estos momentos, a una armonía social que no tiene nada que ver con la reconciliación ni con el amor, pero sí con unas condiciones sanas de convivencia entre los ciudadanos, lo cual no implica que haya que olvidar calculada y fríamente en virtud de intereses partidistas.

–Usted decía que al crecer en un ambiente con tanta violencia, la lectura se había convertido en un refugio. Entre otros, citaba al escritor Albert Camus.

–Cito siempre a Camus y Russell porque son personas cuyos libros me ayudaron a establecer unos criterios morales que me obligan o me invitan a respetar siempre al otro y a considerar al otro en su individualidad. Estos autores y alguno más me libraron de la tentación de tratar de lograr objetivos míos o ideas por la vía de hacer daño a los demás. Yo tuve la fortuna de darme cuenta de esto muy pronto, de comprobar que lo que ocurría en las calles de mi ciudad era absolutamente rechazable. Así que para mí, el ser humano concreto, con sus rasgos intransferibles, está por encima de las ideas, y que el respeto respecto al otro, y también el respeto a uno mismo, funciona socialmente siempre.

Para mí, el ser humano concreto, con sus rasgos intransferibles, está por encima de las ideas

–¿Esa tentación de resolver las cosas mediante la violencia es universal?

–Está previsto por la naturaleza, que favorece siempre al fuerte y por eso dota a los animales de cuernos o de veneno, o de garras, o de inteligencia. Y eso es contra lo que nosotros hemos desarrollado una civilización, una cultura, una educación. Una serie de leyes. Por eso digo que la violencia regresiva es un fracaso y hay que erradicarla sin ningún tipo de paliativos.

–En Patria entraba en el tema del terrorismo y en Los Vencejos encontramos a un hombre que se enfrenta a un mundo que denomina como del «postpatriarcado». ¿A qué se refiere con este término?

–Yo llego a los 20 años con la idea de expresarme de una forma narrativa; los temas, como las circunstancias vitales, ya vienen después. Los temas son inevitables, pero como escritor, para mí son un poco secundarios. Sí es verdad que en Los Vencejos presento a un hombre que acepta el pacto social, pero considera que es un perdedor, no encuentra manera de adaptarse, y se reserva un espacio por medio de la escritura para soltar sus rabias, vengarse o regurgitar todo lo negativo que él tiene, lo cual es una forma de sacárselo de sí mismo, convirtiendo en texto facetas y aspectos que son negativos. Y si no se entiende así mi novela, entiendo que pueda irritar a unos cuantos, sí.

–Hay una escena violenta en la que un personaje femenino, haciendo una universalización del género masculino, pregunta: «Los hombres, ¿por qué sois así?».

–Bueno, son escenas matrimoniales. Naturalmente que a mí me resultan muy productivas desde el punto de vista literario. Ahora bien, yo le prohibía a mi personaje que cometiera un solo acto de violencia conyugal. No hay ninguno. Aunque cuando escribe a solas se desmadra, se desmelena y suelta toda su rabia, todo su rencor. También hay en el libro una guerra de hombres y mujeres, que es algo que va con nuestra especie, y que pienso que están ganando las mujeres. Algo de lo que me alegro, porque me parece que va en el sentido de mejorar nuestra democracia.

–No tiene fama de ser muy políticamente correcto. ¿Expresa siempre su pensamiento con tranquilidad?

–Siempre. Y no me arredra que me puedan linchar o insultar en absoluto. Es que si no, no escribo. Yo, sabiendo lo que agrada, no escribo para agradar, porque entonces ya no siento estímulo suficiente. Además reconozco y confieso un placer, quizá maligno, en meterme en charcos diversos.

Fernando Aramburu sonriendo en un momento de la entrevista con El Debate

Fernando Aramburu sonriendo en un momento de la entrevista con El DebatePaula Argüelles

–Entonces, el revisionismo literario es algo que no le atrae en absoluto.

–En absoluto, pero sin embargo, como persona soy más bien moderado y dialogante, y más bien manso. Pero para eso está la literatura, para echarle un poco de picante a mi existencia de hombre laborioso, ermitaño. Me paso la vida escribiendo y leyendo y evito en lo posible implicarme en aventuras y en viajes.

–¿Está escribiendo en este momento algo que nos pueda adelantar?

–Sí, siempre estoy escribiendo algo. No puedo estar sin escribir, y ahora estoy dándole vueltas al género del cuento. Creo que me he portado mal con él, desatendiéndolo durante demasiado tiempo.

–Dicen que escribir narración breve implica a veces mucha más dificultad que a lo mejor hacer una novela de 600 páginas...

–Bueno, eso es posible, pero también depende del tipo de persona que escribe. Hay personas que están más capacitadas para la maratón y otras para la carrera de 100 metros. Creo que hay una predisposición, una formación, una vocación que más o menos empuja a unos y otros en una dirección u otra. Y a mí me gusta tocar varios palos, particularmente aquellos que me ofrecen cierta resistencia o dificultad.

–¿Lo vive como un desafío?

–Sí, porque además eso me mantiene productivo y porque yo tengo esa ambición desde adolescente: siempre he querido consagrar mi vida a la creación de una obra literaria lo más variada posible. Luego los demás decidirán si merece la pena leerla o no. Pero esa ambición personal no me la quita nadie.

Siempre he querido consagrar mi vida a la creación de una obra literaria lo más variada posible. Luego los demás decidirán si merece la pena leerla o no

–De hecho, dicen de usted los que más le conocen que su vocación de escritor no surgió como una gran inspiración, sino que fue la evolución natural de una inteligencia creadora. ¿Siempre lo sintió así?

–Siempre me ha gustado jugar con el idioma, siempre. De hecho, creo que una parte esencial de mi trabajo literario es lúdico. Tuve una convivencia particularmente estrecha y placentera con las palabras, con el uso de la palabra escrita. Y en eso sigo porque me sigue dando placer, aun cuando hay días malos o hay momentos en los que uno no está todo lo ágil que quisiera o acude a las palabras para expresar asuntos dolorosos (entonces lo lúdico queda en un segundo plano).

–Aunque sea algo lúdico, lo tiene completamente ritualizado. Escribe por la mañana, lee por la tarde...

–Sí, pero bueno, no solamente tengo ritualizada la actividad literaria, sino en realidad toda mi vida. Lo mío es un poco arduo de entender. No se lo exijo a nadie, pero lo hago porque me produce deleite repetir los mismos actos todos los días a las mismas horas. Mi mujer se ríe de mí, pero yo estoy muy centrado. Sé que soy como el tren: sé que voy por la vía y que voy por donde tengo que ir, y si no, me descontrolo y ya no me reconozco, ya no estoy a gusto, no produzco. Así que evito la aventura y la sorpresa, evito la experiencia intensa.

–Le dedica todos los días las cuatro últimas horas del día a la lectura, pero no sé si últimamente ha habido algún libro que lo haya mantenido toda la noche en vela.

–Eso no me ha pasado nunca. Si un libro me impresiona particularmente o me gusta mucho, entonces ralentizo la lectura. Hago lo contrario de lo que parece ser que hacen muchas personas cuando dicen que un libro les engancha y no lo pueden soltar. A mí solo me ocurre si el libro es verdaderamente impresionante o me está escarbando por dentro con mucha intensidad. Entonces leo más despacio y lo hago con un lápiz y una hoja de papel, y releo pasajes. Esto ocurre de vez en cuando, y cuando sucede esto siento un enorme placer como lector.

–¿Hay algún escritor o alguna obra que le hay deslumbrado últimamente?

–Me gustó mucho El amigo, de Ana Merino. Es una novela que me encantó, como me gustan otros libros de ella, y es un libro que yo recomendaría sin ningún remordimiento de conciencia.

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