El lenguaje inclusivo llega a los grafitis y los escraches políticos en Argentina
Las revueltas callejeras que se produjeron a las puertas de la residencia de Cristina Fernández de Kirchner se saldaron con incidentes y enfrentamientos, además de pintadas «inclusivas»: «Todes con Cristina Puebla»
El 28 de agosto Buenos Aires se acostó entre sirenas, gritos y enfrentamientos ciudadanos con la Policía local. Pero la escalada de violencia en Recoleta frente a la casa de Cristina Fernández de Kirchner, que concluyó con una serie de incidentes y enfrentamientos entre manifestantes y las fuerzas de seguridad, se saldaron con otro tipo de violencia: la ejercida sobre el mobiliario urbano... y sobre la lengua española.
Y es que además del esparcimiento de basura y del destrozo de las calles, los manifestantes se emplearon a fondo también con los aerosoles y los espráis, escribiendo mensajes en paredes, aceras y sobre el asfalto. Y para no faltar a su compromiso woke, lo hicieron en lenguaje inclusivo.
«Todes con Cristina Puebla», se lee en la carretera a la que da la puerta de la actual vicepresidenta argentina. «Nada sin CFK», advierte otro de los grafitis.
El pasado domingo, en la intersección de las calles Uruguay y Juncal en la ciudad de Buenos Aires, militantes kirchneristas se conglomeraron y se enfrentaron contra la Policía como reclamo ante la «persecución judicial» que denuncian sobre la expresidenta, en la misma semana que el fiscal Diego Luciani pedía 12 años de prisión e inhabilitación perpetua para ocupar cargos públicos a Kirchner, acusada de ser «la jefa» de una asociación ilícita que desvió fondos de la obra pública de Santa Cruz.
La batalla del lenguaje inclusivo
En Argentina, la guerra sobre el lenguaje ha sido utilizada a menudo como arma política. El ambiente terminó de caldearse cuando a finales de junio el jefe de gobierno de la Ciudad Autónoma de Buenos Aires, Horacio Rodríguez Larreta, informaba de que los docentes debían «respetar las reglas del idioma español». Un anuncio que fue acompañado por una resolución del Ministerio de Educación que prohibía el uso de la «e», la «x» y el «@» por parte de docentes tanto dentro de las aulas como en las comunicaciones dirigidas a las familias.
La medida desató una serie de cruce de acusaciones en la que la Real Academia Española tuvo la última palabra: no puede denigrarse el idioma para amoldarse al gusto de todos. Académicos y aquellos políticos que no se consideran «progres» coinciden en la importancia de salvaguardar un idioma que hablan cerca de 500 millones de personas en todo el mundo.
Muchos argentinos avivaron la leyenda negra del colonialismo ante la declaración de la RAE. Jaime Perczyk, ministro de Educación de Argentina, fue más lejos al comparar la medida con las prohibiciones contra la escritura zurda bajo la dictadura de Francisco Franco en España. «Con eso pensaban que corregían algo, y las causas son más profundas», dijo, y explicó que los estudiantes usan un lenguaje neutral en cuanto al género como una herramienta para combatir las actitudes sexistas que prevalecen en la cultura argentina.
Sin embargo, no ha sido España la única que ha decidido luchar esta batalla cultural. El año pasado, el ministro de Educación de Francia recomendó evitar la escritura inclusiva en las comunicaciones del ministerio y en las escuelas. Un destacado diccionario francés provocó indignación en octubre pasado tras incluir la palabra iel, un pronombre singular de género neutro. También fue así en Uruguay, donde la agencia de educación pública emitió un memorando que limita el uso del lenguaje inclusivo diciendo que este «deberá ajustarse a las reglas del idioma español».
En Perú, algunos estados de México y al menos 34 municipios y estados de Brasil se han impulsado propuestas para prohibir el lenguaje inclusivo en las escuelas o documentos gubernamentales. En este último país, que se enfrenta a elecciones en octubre, el presidente Bolsonaro aludió a él afirmando que «el lenguaje neutro está estropeando a nuestros hijos».
En Argentina, más allá de los grafitis, parecen tenerlo claro, al menos de momento. En Buenos Aires, la ministra de Educación de la ciudad, Soledad Acuña, ha afirmado que la nueva regla sobre el lenguaje inclusivo no pretende ser una prohibición. «El lenguaje en sí no es ni más ni menos inclusivo», dijo en una entrevista. «Depende de cómo las personas lo utilicen».