El día que Zweig le propuso a Strauss hacer una ópera de 'La Celestina', «una alcahueta de pura sangre»
En la correspondencia que mantuvieron el escritor y el compositor en 1935 hay un curioso episodio protagonizado por la obra de «color español» que se atribuye a Fernando de Rojas
Stefan Zweig y Richard Strauss comenzaron a cartearse en octubre de 1931, cuando el compositor alemán, alentado por el editor Anton Kippenberg, escribió al autor austriaco para presentarle un proyecto musical. Dos años antes había fallecido Hugo von Hofmannsthal, libretista de Strauss y uno de los fundadores del Festival de Salzburgo, que no vio en vida el estreno de la última ópera que firmó para el alemán –Arabella– porque murió dos días después del suicidio de su hijo Franz.
Este es el punto de partida de la historia que les llevó, en 1935, hasta Fernando de Rojas. O más bien hasta La Celestina. Strauss se había quedado sin libretista y Kippenberg sugirió un interesante pretexto para que Zweig escribiera la primera de las muchas misivas que se enviarían entre 1931 y 1935 y que ahora recoge la editorial Acantilado en un libro que acaba de publicarse. El escritor tenía la edición privada de una carta –un facsímil con transcripción– que Mozart envió en octubre de 1777 a una prima que vivía en Augsburgo. Así que, siguiendo la idea de Kippenberg, se la mandó «con reverente devoción» a Strauss, tal y como se lee en la dedicatoria manuscrita que la acompaña.
De la relación entre el compositor y el escritor surgió La mujer silenciosa, una ópera en tres actos que se estrenó en Dresde en 1935 y que nunca ha llegado a ser tan conocida como Salomé o Elektra. Mientras se carteaban para dar forma a la obra, el compositor reconoció que «entre los arquetipos de mujer representados en mis óperas, me falta uno que he querido llevar a escena toda mi vida: la mujer aventurera, una gran dama como la espía».
«Femenina, exuberante y elemental»
Así se llega hasta el 14 de marzo de ese año. Zweig escribe a Strauss desde el hotel Regina de Viena que está valorando «una antigua tragicomedia española, La Celestina. (…) Es el drama más antiguo de la literatura española, muy anterior a Calderón y Lope, y muy notable porque se desarrolla en dos niveles al mismo tiempo». El escritor se refería a «los jóvenes enamorados, nobles, románticos» y al «bajo fondo, crudo, vulgar». Entre ambos mundos sitúa a La Celestina, «una alcahueta de pura sangre con un insólito don de la palabra, un Falstaff –personaje creado por Shakespeare– femenino, exuberante y elemental». Zweig la llegó a definir como «un bufón femenino».
El austriaco insistió a Strauss en que «el color español» todavía estaba ausente en sus creaciones y que esa figura con aires shakespearianos era algo completamente nuevo a mediados de los años treinta a pesar de que La Celestina es bastante anterior a las obras del autor inglés. El compositor consideró la idea, de hecho le pareció muy apropiada a la vista de su correspondencia posterior, y su respuesta inmediata fue que era necesario saber si podían «crear figuras conmovedoras desde el punto de vista humano, no solo divertidas».
En los meses siguientes trabajaron en la adaptación. Strauss pensaba que se trataba más de una sucesión de escenas «sin duda espléndida» que de una obra como tal. «También es magnífico el personaje de la alcahueta y, en parte, los de los bajos fondos: Crito, Centurio, las tres mozas y Pármeno». Más crítico fue con otras tramas y otros personajes como los padres, pues no funcionaban, según su opinión, porque «no explican el final trágico». Aunque la propia Celestina «por sí sola ya justifica tratar de elaborar el material». Zweig coincidía con el compositor en que el personaje era «suculento» y que «la trama misma era muy rudimentaria y debería reelaborarse y reforzarse».
Pasaron los años y finalmente la obra no llegó a adaptarse, aunque sí se han visto otras posteriores de diversos autores. Una de las últimas, este mes en el madrileño Teatro de la Zarzuela. Una tragicomedia lírica en cuatro actos con música de Felipe Pedrell y libreto basado en la historia de Calisto y Melibea que tanto entusiasmó a Zweig y Strauss.