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Jean-François Champollion

Jean-François ChampollionMuseo del Louvre

De la magia a la lingüística: así descifró Champollion los jeroglíficos egipcios de la Piedra Rosetta

Según una leyenda francesa la madre de Jean-François Champollion, quién descifró la piedra Rosetta, recibió la visita de un hechicero que le contó que su hijo sería el que arrojaría luz sobre los siglos pasados

Las paredes de los templos y tumbas egipcias están repletas de jeroglíficos que a simple vista resultan desconocidos para la mayoría, entre ellos también hay figuras reconocibles como animales o personas. Pero donde uno ve dibujado un pato junto a un hombre [𓅬 𓀀], el egipcio de hace más de 20 siglos leía la palabra «hijo» [𓅬 𓀀]. Pero no fue hasta el siglo XIX cuando las tropas napoleónicas hallaron en Egipto la famosa Piedra de Rosetta, que se convirtió en la llave maestra para resolver los enigmáticos jeroglíficos, desde ese momento empezó una carrera contrarreloj entre intelectuales franceses e ingleses para descifrarla. Pero ¿Qué tenía esa piedra de especial?

Una guarnición francesa que estaba destacada en la localidad de el-Rashid (Rosetta) la que encontró por casualidad un gigantesco bloque de gratino

En 1798, el ejército de Napoleón emprende una campaña militar sobre Egipto y Siria, con el objetivo de controlar el único territorio que permitía el comercio con Asia. Junto a 38.000 soldados, iban en la expedición un grupo de 167 eruditos con la misión de descubrir los secretos de esa ancestral civilización gobernada por faraones que tanto fascinaban a Bonaparte, mientras las bayonetas avanzaban para controlar el país del Nilo.

A las pocas semanas la marina real británica atacó y destruyó casi por completo la flota francesa destacada en Alejandría, dejando a la infantería gala desprotegida y bajo un asedio que duró dos años. Mientras, los historiadores y científicos franceses aceleraron sus estudios sobre el terrero ante la inminente derrota. Pero no fueron ellos, sino una guarnición francesa que estaba destacada en la localidad de el-Rashid (Rosetta) la que encontró por casualidad un gigantesco bloque de gratino mientras reparaba los muros de la fortaleza árabe para utilizarla como defensa frente a los británicos.

La Piedra de Rosetta debió medir más de dos metros

La Piedra de Rosetta debió medir más de dos metros

Sin saber muy bien lo que habían encontrado, tuvieron la pericia de entender que se trataba de un objeto muy especial, porque grabado en la piedra había un texto en tres idiomas: jeroglíficos, egipcio demótico y griego antiguo. En realidad, que la estela tuviera la inscripción en griego fue clave, porque así podían leerlo expertos y, por tanto, serviría para interpretar el significado de los jeroglíficos de la parte superior.

Durante la traducción que realizaron los expertos franceses del Instituto francés de Egiptología de El Cairo, descubrieron que los tres eran el mismo texto, según se afirmaba en la parte griega. Eso suponía un avance importante, pero todavía debían descifrar un idioma que nadie había hablado desde hace milenios. Además, no sabían qué partes del texto griego coincidían con las otras dos porque la plancha estaba rota por arriba y por los lados.

Intentaron (los franceses) varias veces sacar la Piedra Rosetta de Egipto, primero en un buque, después el general francés ordenó guardarla entre sus posesiones personales, que no podían ser confiscadas

Poco más pudieron hacer tras la victoria de los británicos, que en el Tratado de Alejandría exigieron a los franceses la entrega de las antigüedades egipcias obtenidas. Los franceses, al mando del general Jacques-François Menou se negaron a que el legado de los faraones quedara en manos británicas e intentaron varias veces sacar la Piedra Rosetta de Egipto, primero en un buque, después el general francés ordenó guardarla entre sus posesiones personales, que no podían ser confiscadas.

Una estratagema que no funcionó porque los oficiales ingleses, que sospechaban del engaño, amenazaron al general Menue a punta de pistola para que la entregara como botín de guerra. En febrero de 1802 el Museo Británico en Londres expuso la estela por primera vez. Pero los franceses habían hecho dibujos y copias de la tabla, que empezaron a estudiase en toda Europa. La carrera para descifrar los jeroglíficos había comenzado.

Young contra Champollion

La piedra de Rosetta era en realidad un decreto firmado en Menfis por del faraón Ptolomeo V, en el que se especifican ciertas concesiones a los sacerdotes egipcios y otras bondades administrativas bastante aburridas, pero que a principios del siglo XIX sirvieron para descubrir un mundo que hasta entonces era desconocido. Aunque esa información no se supo hasta 15 años después del descubrimiento de la piedra, cuando dos intelectuales se enfrentaron para descifrar el enigma.

El físico y lingüista inglés adinerado Thomas Young consiguió descifrar el nombre fonético del rey Ptolomeo V, en 1818. Su obra se hizo famosa en Francia y llegó a las manos de un joven obstinado por los idiomas y los jeroglíficos: Jean-François Champollion. Según cuenta la leyenda un hechicero visitó a su madre embarazada y predijo que su hijo sería quien arrojaría luz sobre los tiempos pasados. Desde muy temprana edad había estudiado copto, la lengua de los cristianos egipcios, y la había relacionado con el demótico. En la piedra Rosetta vio que había relación entre los nombres griegos y los de los cartuchos que aparecían en la tabla, hasta que consiguió dar con el nombre del faraón Ramsés en varios lugares diferentes.

Tabla de jeroglificos y demotic signos foneticos del libro de Champollion

Tabla de jeroglificos y demotic signos foneticos del libro de ChampollionMuseo Británico

Esta deducción desbloqueó parcialmente los jeroglíficos de la piedra y demostró que era la llave para conocer una escritura egipcia «a la vez enteramente figurada, simbólica y fonética, en un mismo texto, en una misma frase, incluso en una misma palabra», según dijo Champollion. Desde entonces empezó a descifrar los nombres de multitud de reyes y faraones, y en 1828 cumplió su sueño de viajar a Egipto en una expedición en la que visitó aquellos templos que tanto había estudiado. Su legado quedó inacabado cuando murió, pero gracias a él y al descubrimiento de la piedra de Rosetta el mundo del Antiguo Egipto se abrió ante los ojos del mundo.

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