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'Diógenes sentado en su tinaja' (1860) de Jean-Léon Gérôme

'Diógenes sentado en su tinaja' (1860) de Jean-Léon Gérôme

¿Sabes qué es el cinismo, la filosofía que antecedió al estoicismo?

La «escuela» fundada por Antístenes y cuyo miembro más famoso fue Diógenes propugnaba la virtud y la felicidad en la ausencia de deseos y la reducción drástica de necesidades

Según la RAE, un cínico es una persona «Que actúa con falsedad o desvergüenza descaradas». Esa es la idea que ha llegado mayormente hasta nuestros días, pero en la cuarta acepción del diccionario, un cínico es «Dicho de una escuela filosófica: Que nació en Grecia de la división de los discípulos de Sócrates, y de la cual fue fundador Antístenes, y Diógenes su más señalado representante».

Así que el cinismo, más allá de la dudosa cualidad actual, es una escisión socrática que se rebeló contra la prudencia del maestro. Antístenes fue «el Judas» que le dio la vuelta a la ironía de Sócrates para convertirla en orgullo. El orgullo de ir sucio y descuidado y despreciar todos los deseos y honores de los hombres. Si la virtud de Sócrates era el conocimiento, los cínicos rechazaron toda ciencia o arte como producto humano, pues para ellos el hombre solo debía seguir las leyes de la naturaleza.

Unas intenciones difíciles de llevar a cabo por su dureza y diferencia y proclives al desvío o a la tergiversación. No solo hacían alarde de su orgullo, sino también de su impudicia como parte de él. Según Ammonio, comentador de Aristóteles: «Dáseles este nombre a causa de la libertad de sus expresiones y de su amor por la verdad; pues se nota que el instinto del perro («cínico», del griego «kyon», significa «perro») tiene algo de filosófico y que le sirve para distinguir a los hombres, ladrando a los extraños y acariciando a los de la casa».

Los cínicos difundían su filosofía en la calle, en la ciudad (de ahí el «cosmopolitismo» que dicen que acuñaron, el «ciudadano del mundo»), como los perros, pues carecían de escuela en su rechazo a las convenciones humanas. Para Antístenes todo lo que contenía un «bien» no estaba hecho por la naturaleza para estar oculto, de ahí la procacidad de los cínicos que se burlaban del pudor de los hombres. La «indecencia» que en su afán de epatar provocó la derivación no solo de la filosofía, sino la de los hombres que la seguían. Su pequeña muerte en cada uno de ellos, incluido el fundador Antístenes, salvo Diógenes, el más famoso de los cínicos.

Diógenes fue quien convirtió su pobreza extrema, su indigencia, en virtud. De él es la famosa anécdota, que ha llegado hasta hoy, de cuando Alejandro se paró delante de él y de la tinaja donde vivía y le dijo que le pidiera cualquiera cosa, que él se la concedería, y Diógenes le respondió que lo que quería era que se apartase para que le siguiera dando el sol. Cierto o no el suceso, es el reflejo de su rechazo de los deseos humanos y de la reducción de las necesidades al mínimo, hasta el punto que describe otra anécdota donde se cuenta que se desprendió de su cuenco (dicen que solo tenía ese cuenco y un manto) cuando vio a un niño beber agua con las manos.

El mendigo por decisión propia Diógenes fue el ejemplo primero del estoico Epicteto por su entereza y seguridad y su absoluta honradez hacia su vida y sus principios. ¿Cuántos indigentes en la actualidad son cínicos que desprecian nuestra burla o nuestra piedad? Sócrates decía que como los dioses no tenían necesidades, el hombre que menos tuviese estaría más cerca de ellos y de la virtud buscada. El principio que los cínicos no abandonaron, pero sí «adornaron» con la jactancia precisamente antisocrática de su miseria, contraria a todos los usos sociales.

Flavio Arriano, filósofo y senador grecorromano y divulgador de Epicteto, habló de Diógenes: «¿Sabéis cuáles son los deberes de un cínico?: ser insultado y golpeado y amar a los que le insultan y maltratan; considerarse como padre y hermano de los demás hombres (de ahí su arrogancia); llevar con paciencia los males en la adversidad considerándolos como pruebas dispuestas por Júpiter, y a la manera que Hércules sufrió resignadamente los trabajos que le hizo pasar Euristeo. Así es como deberá conducirse quien aspire a llevar el cetro de Diógenes». Diógenes el cínico, el profeta, el Jesús de los estoicos del que se cuentan variadas y curiosísimas anécdotas con los hombres, incluidos Platón o Alejandro, que traeremos aquí otro día.

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