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Ernest Hemingway y Antonio Ordóñez junto a su mujer Carmen Dominguín (a la derecha)©GTRESONLINE

¿Es Hemingway el responsable de la masificación de los Sanfermines?

En un mundo de teorías insólitas en todos los ámbitos, aparece otra nueva sobre el escritor que popularizó la Fiesta en su Fiesta

Si Ernest Hemingway, que llegó a Pamplona por primera vez hace 100 años procedente de París, donde vivía con su primera mujer Hadley y su hijo, John Hadley Nicanor (llamado Nicanor por el torero Nicanor Villalta), nacido en octubre de ese año, la ciudad «que no se acaba nunca» como escribió en su libro póstumo París era una Fiesta, fuera el responsable de la masificación de los Sanfermines, significaría que todos o casi todos los turistas que acuden cada año han leído la primera novela del que fue Premio Nobel de Literatura en 1954, publicada en 1926.

No parece muy probable, más bien parece casi imposible, que este hecho sea una realidad en una sociedad que no lee demasiado. Y menos los clásicos. Si de algo hubiera que responsabilizar al escritor estadounidense es de llevar a la ciudad Navarra, y concretamente a sus fiestas patronales, a una elevación romántica que su sola belleza no hubiera podido alcanzar sin el éxito de la historia de Jake Barnes, el corresponsal en París enamorado terriblemente (y no se cuenta más para los no iniciados) de la bella y vital Brett Ashley.

Escultura de Hemingway frente a la Plaza de Toros de Pamplona

La novela fue un éxito en Estados Unidos, que sin embargo no lo fue tanto en el mundo de habla no inglesa. Nada tiene que ver el sentido de la fiesta del presente con la riqueza del disfrute del pasado que expresó Hemingway en sus páginas. Un disfrute que tuvo su continuación y su casi epílogo, del escritor y Pamplona y de la vida del mismo escritor, con su regreso en los 50 y sus famosas fotografías con Dominguín y Ordóñez, a quienes fue a escribirles el reportaje de su rivalidad en los ruedos que luego fue el libro El Verano Peligroso.

Una Pamplona de la que dijo en su vuelta que nunca podría hacer más de lo que Pamplona había hecho por él. Nueve veces estuvo el autor de Adiós a las Armas (ambientada en la Guerra Civil española) en los Sanfermines. Casi toda la década de los años veinte desde su llegada, y después en 1953 y 1959, solo dos años antes de suicidarse. Su larga ausencia se debió a que Franco censuró sus obras y su figura por sus posturas ideológicas contrarias.

Hemingway (a la izquierda) y su mujer Hadley (en el centro) junto a algunos de los amigos que aparecieron en 'Fiesta'

No es muy creíble que el medio millón de turistas que recibe San Fermín cada año, ni siquiera un porcentaje mínimo, acudan cada julio para sentarse en el Iruña, rememorando las andanzas de Jake y sus amigos, o para ir a tomar vinos al bar Txoko, alojarse en el hotel La Perla o buscar la antigua ubicación del hotel Quintana, donde Montoya (Juanito Quintana en la realidad) le presentó al joven torero de ficción Pedro Romero. Si esto fuera así, mejor habría que felicitarse y felicitarle, a Hemingway, que en realidad lo único que hizo fue describir la Fiesta (y algo más) en la que encontró la felicidad, «la cosa más rara», en sus propias palabras, que conoció en «la gente inteligente».