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Roca Rey paseó la bandera de Osasuna en una de sus vueltas al ruedoEFE

Roca Rey divide a la afición: ¿valor heroico o recursos populacheros?

En la plaza de toros de Pamplona se vive la dualidad de la fiesta de los toros. Mientras que buena parte del público acude a los festejos en ambiente bulliciosos, festivo y pachanguero, los organizadores del serial cuentan con ganaderías y toreros que no son tan habituales, pero sí del gusto de una parte de la afición que suele marchar a Francia en busca de ese tipo de corridas.

Existe pues en los Sanfermines una especie de equilibrio que, con el paso de los años, empieza a ceder. Al calor de ese público que acude a las corridas con la única aspiración de salir de allí sumando orejas, el triunfalismo desmedido se impone en la capital navarra y en los cosos de toda España. Y en ese contexto, Roca es el Rey.

El torero peruano es considerado el número uno del actual escalafón taurino si de popularidad se trata. En los tiempos en los que Morante de la Puebla reverdece la Tauromaquia con sus aires clásicos, Roca Rey abarrota las plazas y multiplica sus éxitos gracias a un toreo posmoderno en los que la emoción y el miedo ganan terreno a los fundamentos y la verdad.

Poco toro y poco toreo

Parte de la afición de Madrid dijo en la llamada «Corrida In Memoriam» en Las Ventas. La bronca fue monumental entre tendidos y con el diestro en el centro. Valor heroico para unos, recursos populacheros para otros. En lo que no cabía discusión era en la pérdida de trapío de unos astados que a duras penas cumplían los mínimos requeridos para la primera plaza del mundo.

Son muchos los que señalan que basar una faena en pases por la espalda, manoletinas o estatuarios sirve para llamar la atención, animar al público y obtener el aplauso fácil; sin embargo, no pueden sustituir la suerte cargada, los terrenos de la verdad y el «parar, templar y mandar» que ha encumbrado a las figuras del toreo a lo largo de los años.

Roca Rey cita de rodillas en PamplonaEFE

Pero Pamplona es otra historia. Tres orejas y una más se pidieron para Roca Rey en el séptimo festejo de la Feria del Toro, que es como se llama oficialmente el ciclo de San Fermín. Y, precisamente, eso fue lo que faltó en la tarde en la que el peruano acudió a Navarra: toros. Los de Núñez del Cuvillo, rápidos como centellas en el encierro, se acercaban más a las hechuras del novillo.

Y si es cierto que los tendidos de sol se pasan los Sanfermines entre cánticos y calimochos, también lo es que hay que despertar su interés con suertes arriesgas, pero también que no todo puede quedar en eso. Toreros como Javier Castaño protagonizaron en el coso navarro memorables actuaciones en las que combinaron recursos con verdad, y ante imponentes miuras.

Javier Castaño comenzó su faena sentado en una silla durante los Sanfermines de 2012EFE

'Rocamanía' o 'carnaza'

Pero Roca Rey optó por el show y las crónicas hablan hoy de «rocamanía», «rock and roll star», pero también de «carnaza» y «efectismo». Con las orejas cortadas llegaron las vueltas al ruedo, los «oe, oe, oe», que no «olé, olé y olé», y las banderas de Osasuna en una imagen igual de poco torera que la que protagonizó Juan José Padilla en el mismo ruedo con una enseña pirata cuando, tras su terrible cogida en Zaragoza, se convirtió en el ídolo de las peñas de Pamplona.

Pamplona es Pamplona y los Sanfermines tienen su propia idiosincrasia. Sin embargo, las últimas temporadas taurinas evidencian que, con Roca Rey como estandarte, el toreo posmoderno, triunfalista y de nula exigencia, gana terreno aquí y allá. Las nuevas corrientes amenazan en convertir la Fiesta es un entretenido espectáculo menor que sirva de prólogo, como ya ocurre en San Isidro, a los cubatas y el reguetón.