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Pedro Almodóvar y Yolanda Díaz

Pedro Almodóvar y Yolanda DíazGTRES

La izquierda que ve la censura en el ojo ajeno y no la cancelación en el propio

En época de elecciones es un clásico la aparición de habituales como Almodóvar o los Bardem clamando por el fascismo y la censura, independientemente de su existencia

La censura de Orlando de Virginia Woolf y la película de Disney Lightyear ejercida por algunos gobiernos del PP y Vox, concretamente los de dos localidades de Madrid y Cantabria, le ha servido a la autodenominada «Cultura» habitual, siempre especialmente activa cuando tocan elecciones (como si tocaran a rebato), para montar el apocalipsis fascista y el amanecer zombi del 36, ese comodín que tan buenos réditos políticos y contributivos le ha dado siempre.

La censura en la izquierda es como la paja del refrán, que se ve en el ojo ajeno, al contrario que la viga en el propio. Hay censura (o quizá solo cambio de programación por decisión de los nuevos gobiernos) en cancelar el Orlando de Virginia Woolf como el Lightyear de Disney o el Romeo y Julieta de Ana Belén en Jaén. Que el texto de esta última obra sea desconsolador, al menos podría haber sido un motivo argüible, pero no ha sido el caso.

Se conocen algunas otras cancelaciones, que no por pocas son deseables, de ningún modo, pero para los habituales de «la ceja», los Almodóvares y Bardemes, o las últimas adquisiciones para la causa, como Alba Flores, la nieta de Lola, directora de una película LGTBI que ha recibido un millón de euros de subvención y solo ha recaudado 67.000 (para él los quisiera Eduardo Casanova, otro de los jóvenes sacacuartos del contribuyente) con presbicia ideológica, la emergencia cultural tiene signos de pandemia.

La cancelación del español

«Las y los profesionales del mundo de la cultura queremos denunciar el retorno de la censura que está atentando contra la libertad de expresión, un derecho consolidado social y democráticamente en nuestra Constitución. Exigimos la protección de nuestros derechos fundamentales porque sin cultura no hay democracia», rezaba el solemne y urgente texto, similar a otros en períodos idénticos, que no se ha firmado en la censura o cancelación sistemática ejercida, por ejemplo, por los sucesivos gobiernos catalanes de la mismísima lengua española sin ir más lejos.

Ningún abajofirmante puso su rúbrica en ningún manifiesto por este motivo. Y resulta que ahora ese Gobierno catalán ha anunciado la creación de un equipo de trabajo para combatir la censura y que Cataluña sea un «refugio cultural». El cinismo rampante que florece en elecciones como las flores en los patios de Córdoba. La misma Cataluña «refugio cultural» que en un colegio de Barcelona solo deja entrar a su profesora de español para impartir clase e impedir que los alumnos se dirijan a ella en español fuera de las horas lectivas.

Cataluña, «refugio cultural»

Pero para los «profesionales del mundo de la cultura», tan erizados quizá por las palabras de Abascal: «Abandonen la esperanza todos los profesionales de la subvención», esto no atenta «contra la libertad de expresión, un derecho consolidado social y democráticamente en nuestra Constitución», como escriben en su comunicado. Nada aparece en el manifiesto sobre la cancelación woke, la atroz censura ideológica que campa a sus anchas, como el revisionismo de los clásicos que domina la escena mundial, incluida la española.

Tampoco en la aberración social y cultural de la censura de la lengua española en una parte de España (la mismísima Batet decía el pasado lunes que para el PP la lengua es un «instrumento de confrontación» e Iceta, que no incluyó la tauromaquia en el bono cultural, que «la ultraderecha ha declarado la guerra a la cultura»), permitida y promovida por el mismo Gobierno español y por el Gobierno de la región que se autodenomina «refugio cultural» es denunciada ni exigida «la protección de nuestros derechos fundamentales», como continúa el texto, porque en este caso particular, como en todos los que existe para esta izquierda solo la paja en el ojo ajeno, debe de poder existir la cultura sin democracia.

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