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05 de julio de 2024

Bob Pop y Buenafuente

Bob Pop y Buenafuente

El nuevo «club de la ceja» celebra el éxito de la movilización: «¡Va por ti, Almudena Grandes!»

La demonización de Vox de la autodenominada «Cultura» ha supuesto en buena medida el bloqueo institucional que se avecina

Pedro Almodóvar escribió en un artículo hace pocos días: «Si la ultraderecha entra en las instituciones, esto se va al garete». Pocas veces una indeterminación, ese «esto», remitió más a lo suyo: la subvención. Es curioso (en realidad no es nada curioso) que la campaña electoral de la izquierda se haya basado en la demonización de Vox, la «ultraderecha», como una cabeza, la más peligrosa, de la hidra del PP. No ha sido cosa de este último mes. La matraca se ha repetido durante cinco años (y más) para inocularla en el subconsciente del pueblo, como una melodía que todo el mundo reconoce y algunos acaban sintiendo hondo. «¡Va por ti, Almudena Grandes!», escribió el lunes la periodista Maruja Torres, la frase que retuiteó, por supuesto, el viudo de la mencionada y director del Instituto Cervantes, Luis García Montero.

Cordón sanitario subliminal

Solo faltaba recordarlo al final del camino, Al final de la escapada, lanzarlo a diestra y siniestra en estas últimas semanas para terminar el trabajo y la confección del cordón sanitario subliminal que ha sido capaz de crear miedos insuperables como en los peores adoctrinamientos de la historia. La propaganda goebbelsiana en sentido contrario, pero goebbelsiana, ha conseguido su propósito con la inestimable ayuda del «comando cultura», que ya se felicita incluso con anacrónicas argumentaciones, sentimientos atávicos que configuran una vida como la de Carlos Bardem, que escribió en Twitter: «Madre, te alegrará saber que no han pasado. No suman».

«No pasarán» (como si de los miembros de la ETA que están en las instituciones se tratara), se cantaba en la sede de Ferraz, donde los ministros bailaban en una desatada Fiebre del Domingo Noche. El agigantamiento y generación (como la tortura de la gota en la cabeza) del supuesto mal absoluto de un partido perfectamente democrático ha ganado a la realidad de que los que han pasado han sido, una vez más, los separatistas golpistas indultados y los terroristas más sanguinarios trasladados a las cárceles del País Vasco. Esta es «la Cultura» española, la que ha trabajado con denuedo en la maldición cultural a quienes les amenazaban con quitarles lo más sagrado: la subvención.

El presentador de televisión Andreu Buenafuente publicaba el lunes en Twitter la foto de un enhiesto girasol en un amanecer, como si, en vez de la posibilidad de otro (y peor) gobierno Frankenstein fuera en realidad un nuevo día, lleno de luz y esperanza. La suya, claro. Otro de los habituales, Juan Diego Botto, también escribió hace días en el mismo medio que Almodóvar frases tan reconociblemente guevaristas como si las hubiera escrito el mismísimo confeso ejecutor de homosexuales: «Ser tolerantes con la censura, aceptarla con la esperanza de negociar con los censores, es ir abriendo la puerta a la derrota».

«La ola ultra»

Era la creación de «la ola ultra», a la que el actor y director aportó esta perla en Twitter: «No son unas elecciones más. Nos jugamos la entrada del fascismo en el gobierno de España. La entrada del odio, el fanatismo, la mentira, el todo vale para acabar con el adversario. La llegada de la censura, el machismo, los recortes de pensiones, sanidad y educación. Vota!!!». El escritor Benjamín Prado abundaba en la consigna tras el resultado electoral: «La mejor noticia de estas elecciones es que le hemos parado los pies a la ultraderecha. Otras cosas estarán por ver, pero esa está más clara que el agua».

Y uno de los últimos nombres de «la Cultura», el escritor Bob Pop, escribía: «Me toca verano de trabajo y escritura pero no había podido empezar a escribir nada porque no sabía dónde estaba. Hoy, después de lo de anoche, todo ha cambiado. Para bien. A currar. Nos vemos por aquí, prendas», como Javier Gallego, director del programa Carne Cruda, que dijo: «Somos mejores de lo que cree la ultraderecha. Un país en el que Vox se ha pegado un hostión y eso hay que celebrarlo. Hemos parado algo muy gordo».

El precio de la subvención

La subvención cultural que es más importante que la dignidad democrática y humana, autoconvencidos y «autoconvincentes» de que el mal está en la «ultraderecha» que ningún mal ha hecho, y el «bien» en la formación de un gobierno con independentistas y herederos de la ETA. Ese es el precio de la subvención: la infamia de hacer creer (y de creerse para la galería) que «si la ultraderecha entra en las instituciones (como escribió Almodóvar), esto se va al garete». El «esto» que parecía que se refería a España, pero solo se refería a lo suyo, que además es el peligroso estancamiento de España que no solo celebra esta «Cultura», sino el Gobierno que la ampara.

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