Tres canciones de Hombres G que no pasarían hoy el filtro de la corrección política
La moralidad se ha dado la vuelta y ahora es el otro lado el que se queja de las letras de las canciones de grupos como el de los cuatro madrileños, a quienes en su día incluso tacharon de «blandos»
Si hubiera censores, que los hay, unas cuantas canciones de Hombres G no pasarían el corte. Las del reguetón, todas, sí. Pero las de Hombres G no. Las acusaciones de los nuevos moralistas han saltado alguna que otra vez a la palestra en los últimos años, referidas mayormente a las letras de los grupos españoles de los 80. Además de Hombres G, Loquillo, Aerolíneas Federales... grupos «de toda la vida», incluso hoy familiares como la banda que lidera David Summers, señalados de forma similar a cómo señalaron, digamos a los Sex Pistols, los más conservadores a finales de los 70.
La moralidad se ha dado la vuelta y ahora es el otro lado el que se queja de las letras de las canciones de grupos como Hombres G, a los que en su día incluso tachaban de blandos. Aquella blandura ha resultado ser hoy incorrección para algunos, porque el resto, millones, siguen acudiendo a los conciertos de estos cuatro amigos madrileños que ya rozan los 60 y que pasan por una de sus mejores épocas (si no la mejor) 40 años después. Algunos de sus éxitos clásicos contienen frases que harían (y harán) incluso levantarse de su tumba al individuo más «woke».
Indiana, una de las canciones más famosas de su carrera, perteneciente a su segundo álbum La cagaste Burt Lancaster (es posible que este título también ofendiese hoy a más de uno por el verbo «inapropiado»). La canción es una «sátira» divertida contra Indiana Jones porque Harrison Ford le gustaba a la novia de David Summers: «Quién es ese imbécil del sombrero/ Que me han dicho que estás con él/ Con su cazadora de cuero/ Su látigo y su revólver, qué bien...», dice. Pero es en la segunda estrofa donde aparece la frase «intolerable» según los cánones actuales: «Te crees que no me entero/ Que me chupo el dedo/ Como yo te vea otra vez con él/ Te vas a enterar...».
«Como yo te vea otra vez con él, te vas a enterar...». Esa «amenaza ochentera», un «te vas a enterar» que bien podría ser un «me voy a enfadar» o un «no te voy a hablar», pero que los guardianes de la moral presente a buen seguro interpretarían como machismo o tal vez «violencia de género». La distopía léxica que también se encuentra en Dejad que las niñas se acerquen a mí, tema de su primer álbum donde más de un ofendido del XXI podría identificar con pederastia, cuando «niñas», en el particular «argot» de la banda y del Madrid de la época se trataba de «chicas», de chicas de su edad, como en otro argot, también madrileño, se habla de «tías», igual que de «tíos».
El último ejemplo de la «incorrección» actual de los Hombres G está en su canción En mi coche, de su disco Estamos locos... ¿o qué?, de 1987. En mi coche es una canción de amor en la que un chico (dentro de su coche) recuerda a su novia en el colegio, mientras observa, por ejemplo, la puerta de su colegio. El peligro llega cuando Summers canta: «En mi coche/ La música suena en mi coche/ Tus besos de niña en la noche/ Y aún se oye el eco de tu risa/ En el asiento de atrás...». Para la ya extinta (como ministra de Igualdad), Irene Montero (no para las millones de fans encantadas y orgullosas de serlo), esta letra hubiera sido una cruzada porque hubiera interpretado algo similar a que se había abusado de una niña en el asiento de atrás de un coche. Y nada más lejos de la realidad, que es simplemente la de una pareja de adolescentes queriéndose. En un coche.