Entrevista con Mariolina Ceriotti Migliarese
«Hay hombres criados por varones frágiles y por mujeres que no respetan lo masculino. Y eso es un problema»
La neuropsiquiatra italiana y escritora Mariolina Ceriotti Migliarese critica que hoy «hacemos todo lo posible para evitarles a nuestros hijos las consecuencias de sus actos» en esta entrevista realizada durante el evento cultural EncuentroMadrid
no sólo es experta en cuestiones relativas a sexualidad, adolescencia, pareja, educación, familia, matrimonio. Además, Mariolina Ceriotti Migliarese se expresa con una claridad elegante, divertida y sin tapujos. En España, Rialp ha editado varios de sus libros: Erótica y materna (2018), Masculino. Fuerza, eros, ternura (2019), La familia imperfecta (2021), Perfectos imperfectos (2023), entre otros.
En un reciente paso por nuestro país para compartir su punto de vista en EncuentroMadrid, dijo que «la pornografía es masturbatoria y no prepara para una verdadera relación de pareja». Conversamos con ella con mayor detalle, mucha calma y varias risas. Nos explica que el hombre joven es como Aquiles, impetuoso, pero el hombre maduro es como Héctor, el otro arquetipo de héroe.
–Según usted, se está llevando a cabo una profunda transformación antropológica sin precedentes; ¿es la primera vez en la historia que se dice «ser hombre o mujer no es en realidad otra cosa que un artefacto cultural»?
–Sin duda es la primera vez, sobre todo gracias al desarrollo de la técnica. Gran parte de lo masculino y femenino estaba definido por la fisicidad del hombre y de la mujer. La mujer no podía desempeñar ciertas tareas, porque carecía de la fuerza física, de igual modo que el hombre no podía dar el pecho. Por tanto, el cuerpo definía en gran medida la posición identitaria, generando también injusticias y disparidades en el trato entre hombres y mujeres. Luego, con el tiempo, a causa de los movimientos feministas que luchan por la igualdad entre hombres y mujeres, se empezó a equiparar la desigualdad con la diferencia. Lo cual no es cierto, porque diferencia no es desigualdad, son dos conceptos diferentes. Pero, al confundirse, se ha pensado que, si eliminamos la diferencia sexual, eliminamos la desigualdad.
–En películas y series de televisión se muestra al hombre, al varón, al padre, como un ser defectuoso o ridículo, como Homer Simpson, o incluso intrínsecamente malvado.
–Es una figura muy infravalorada. El ataque a los hombres es un problema grave, y no es fácil de resolver. Porque la potencia sexual y humana buena del varón se la convierte en prepotencia y arrogancia, o incluso en impotencia. Aparte, está el hombre violento, el que golpea. Falta una idea de la potencia buena de lo masculino. Hay que tener en cuenta dos aspectos: el primero, que los hombres, por su cuenta, reflexionando sobre sí mismos, ayudándose unos a otros, comprendan el valor de su posición masculina. La mujer no puede valorar al varón como hombre, porque lo coloca en el lugar de un niño, le da su aprobación como si fuese un niño pequeño. No, no. Hace falta que las mujeres reflexionen sobre el valor de lo masculino, sobre la necesidad de lo masculino en sus vidas y, por tanto, que críen a sus hijos –que serán los hombres del mañana– teniendo claro el valor diferencial de lo masculino. Pero hoy en día los hombres suelen esperar de las mujeres su propia definición de valor, no la buscan dentro de sí mismos; y por eso se necesita un movimiento masculino. Las mujeres crearon su feminismo y luego emprendieron el camino equivocado, pero encontraron un sentido de su propio valor. Los hombres todavía no lo han logrado, y se necesita de un buen movimiento de lo masculino que realce y valorice, por ejemplo, lo que es la paternidad, porque ahí se puede ver el correcto equilibrio de lo masculino: en la figura del padre, que es un varón generoso y que saca de sí las mejores características del poder masculino, su generosidad, su capacidad de pensar a largo plazo, su compromiso social. Más o menos, igual que el propio cuerpo del hombre, que siembra mucho y a distancia [se ríe]. Éste debe ser el desafío de lo masculino.
La potencia sexual y humana buena del varón se la convierte en prepotencia y arrogancia, o incluso en impotencia
–¿Qué distingue a un hijo de un padre? ¿Cómo es su relación?
–Asunto muy interesante, porque el hijo, de joven, es Aquiles, y sólo cuando se hace adulto y padre se convierte en Héctor. Son dos arquetipos de lo masculino. El joven varón, que se aferra a su masculinidad, suele ser fuerte, impetuoso, excesivo, pero no llega a ser plenamente hombre si no se convierte en Héctor, es decir, capaz de mostrar respeto, amor, amor hacia la mujer, amor hacia el hijo, capacidad de sacrificio, responsabilidad. Es un tema antiguo, eterno. Sin embargo, hoy hay hombres criados por varones frágiles y por mujeres que no respetan lo masculino, que creen que pueden funcionar solas. Y esto es un problema.
–¿Cómo han influido estos cambios culturales en las relaciones entre mujeres y hombres, en su aspecto sentimental y sexual?
–El tipo de sexualidad que vivimos hoy es precisamente una sexualidad que se ha vuelto enteramente pregenital. Antes que el problema de la homosexualidad o la bisexualidad, está el problema de quién es el objeto del amor. Porque, en vez de que el otro sea objeto de mi amor, es un instrumento para mi placer. O sea, que la sexualidad es predominantemente masturbatoria; no importa si se practica en solitario o en compañía. En los jóvenes falta la percepción de que la sexualidad ha de estar dentro de una relación; los chicos tienen, por una parte, una muy buena amiga a la que le cuentan todo, y, luego, otras chicas que son con las que se acuestan. Sin embargo, la genitalidad es el paso de la sexualidad masturbatoria del niño al ámbito de la donación, del intercambio; mi cuerpo se convierte en parte de un presente que te entrego, y que recibo de ti. Y no basta con la genitalidad; es un proceso crítico de maduración. Sin embargo, la sexualidad también se ha convertido en uno de los muchos juegos placenteros disponibles; no es una relación, es puramente un divertimento, que también lo es [se ríe]. El auténtico origen de todo esto se halla en la generalización del uso de anticonceptivos seguros, porque antes, al menos, las mujeres tenían la percepción de que un contacto sexual podía acarrear un embarazo, y esto las hacía estar atentas, capaces de protegerse.
La genitalidad es el paso de la sexualidad masturbatoria del niño al ámbito de la donación, del intercambio
–¿Nuestra sociedad está prolongando de manera indefinida la adolescencia?
–Adolescente es una palabra que significa que te estás convirtiendo en algo; el adolescente se acaba convirtiendo en adulto. Ser adulto significa aceptar una definición de uno mismo y ponerse límites: «He hecho esto, no lo otro; me he convertido en médico, no en abogado; me he casado con esta mujer, así que no puedo casarme con esta otra». La condición de adulto significa aceptar limitaciones, y aceptar el paso del tiempo. El adulto es quien le muestra al adolescente que vale la pena convertirse en adulto, porque es bueno que la vida vaya transcurriendo. Pero si el adulto dice que no hay que madurar, porque eso supone asumir responsabilidades, que lo que hay que hacer es divertirse… entonces, ¿qué sentido tiene hacerse adulto? Esta adolescencia prolongada es la consecuencia de la falta del placer de ser adultos.
–Hay muchos padres que dicen a sus hijos: «Yo no soy tu padre, soy tu amigo; yo no soy tu madre, soy tu amiga».
–Terrible. Sólo se puede tener un padre y una madre; y amigos se puede tener muchos. El hijo debe saber que el padre es como un entrenador, que está al borde del campo y dice: «Juega, tú juega; yo me quedo aquí, echando un ojo», y añade: «Es un juego bonito, haz lo que te apetezca». Pero el adulto debe mantener un límite seguro, porque la adolescencia ha de ser una edad de experimentación reversible, es decir, de experimentos a los que se les pueda dar la vuelta. Sin embargo, hoy ya no existe esa percepción de que cada comportamiento tiene sus consecuencias, porque hacemos todo lo posible para evitarles a nuestros hijos las consecuencias de sus actos. Una madre debe decir a su hija: «Si te acuestas con alguien, te puedes quedar embarazada; no te estoy diciendo esto porque sea mala madre, sino porque es una consecuencia natural del sexo; sé consciente de lo que haces». Pero ¿qué hacen hoy muchos padres? Les ponen a sus hijos un condón en el bolsillo, y les dan este mensaje: «Si dejas embarazada a una chica, solucionaré tu problema, te evitaré las consecuencias». Si las acciones carecen de consecuencias, lo natural es no llegar a hacerse adulto. Estamos construyendo una generación que tiene la sensación de que lo que hace no tiene consecuencias. Pero esto también los deja vacíos, porque enfrentarte a la consecuencia de tus actos supone que tú vales algo, hay un valor en ti.