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La batalla de Agincourt, acontecida en 1415

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La verdadera cara de la Guerra Medieval: caballeros, peones y estrategias olvidadas

Víctor Sánchez Tarradellas, autor de La Hueste en Liza, desentraña los mitos tejidos por la pantalla para revelar las verdades de la guerra medieval

En el imaginario colectivo, las películas épicas han tejido una intrincada red de representaciones de la Edad Media, poblada por nobles caballeros, batallas espectaculares y héroes inquebrantables. Éxitos cinematográficos como El Cid, El Reino de los Cielos, Braveheart o Excalibur han moldeado nuestra visión de la historia medieval, dejando una impronta duradera en cómo concebimos aquellos tiempos lejanos.

Sin embargo, tras el telón de estas narrativas cinematográficas se esconde una realidad histórica más compleja y matizada. En esta entrevista con Víctor Sánchez Tarradellas, autor de La Hueste en Liza, bajo el sello de la editorial HRM, desentraña los mitos tejidos por la pantalla para revelar las verdades de la guerra medieval, sumergiendo al lector en la hueste llena de caballeros, peones y estrategias olvidadas, buscando comprender más allá de las cargas frontales que la pantalla grande nos ha presentado.

–¿El caballero es el personaje central en el combate?

–Todavía persiste una percepción de la Edad Media más mítica que histórica. Según esta visión, la guerra medieval es una sucesión de batallas decisivas en las que unos aristocráticos jinetes acorazados aplastan ellos solos a un aterrorizado enemigo incapaz de resistir su impetuosa carga. Mientras, unos desharrapados aldeanos pobremente armados se contentan con vitorear las hazañas de sus señores. Un absoluto dominio del caballero feudal que no encuentra rival en la lucha. Pero la batalla es una rareza en el Medievo: la carga frontal es solo una de las muchas tácticas utilizadas. La mayoría de los jinetes que engrosan la hueste son hombres de armas de humilde extracción social y el papel de los caballeros ha sido groseramente magnificado por las crónicas y los cantares de gesta muy por encima de su importancia real.

Todavía persiste una percepción de la Edad Media más mítica que histórica

–Su táctica favorita, la carga frontal, ¿es un invento exclusivamente medieval?

–Existe la teoría sorprendentemente persistente de que el combate de choque de caballería es un invento de la Edad Media y constituye una forma revolucionaria de lucha desconocida hasta entonces. Pero, en el Medievo, el arte de la guerra de caballería tenía ya muchos siglos de desarrollo y los jinetes habían buscado el choque durante más de mil años. La gran diferencia va a estribar en una técnica que es específica del caballero medieval, de enorme eficacia, que se suele conocer como carga con lanza acostada.

–¿Los peones, mal armados y nulos combatientes, desarrollan un rol insignificante en la guerra medieval?

–La imagen idealizada de la guerra que ha llegado hasta nosotros ensalza el papel protagonista del guerrero aristócrata, ignorando al resto. Los soldados de infantería medievales, los peones, suelen ser personas de estatus social bajo que no han gozado de demasiado crédito entre los historiadores. Se les ha considerado una especie de populacho carente de disciplina, huérfano de líderes capaces y armado deficientemente.

Sin embargo, hoy se admite que los peones son el elemento numéricamente preponderante de la hueste. Y, a menudo, se imponen en el campo de batalla a la caballería pesada. Y asumen un papel particularmente importante en la guerra de asedio. Con el paso del tiempo su peso en la hueste medieval aumenta, a medida que los gobiernos se fortalecen.

"La Hueste en Liza", de Víctor Sánchez Tarradellas

«La Hueste en Liza», de Víctor Sánchez Tarradellas

–¿La adopción del estribo es el origen de la nueva caballería?

–Se ha sostenido la idea de que el cambio social que lleva a la formación de la caballería medieval se debe a la generalización del uso del estribo. Se le atribuye no solo la capacidad de provocar un cambio radical en las tácticas militares, sino también una revolución social que lleva al desarrollo del feudalismo.

Pero, aunque algunos francos pueden haber comenzado a usar estribos a fines del siglo VII, su uso no se generaliza hasta la segunda mitad del siglo IX como mínimo cuando ya se ha establecido el sistema feudal. El estribo ayuda a mantener estable al caballero sobre su montura y facilita que los caballos puedan aguantar el peso de un jinete acorazado, pero se ha magnificado su importancia en el proceso de gestación de la caballería medieval.

–¿La guerra medieval consiste en grandes batallas decididas por las impresionantes cargas de los aristocráticos caballeros?

–En el periodo medieval las batallas son tan raras que muchos belicosos caballeros no conocen ninguna. La batalla es solamente una de las diversas opciones disponibles para lograr la victoria. La guerra medieval no es ofensiva, sino eminentemente defensiva, articulada en torno a la posesión de fortificaciones. Esto hace que la mayoría de los gobernantes prefieran una estrategia de aproximación indirecta antes que buscar la lid campal. Una estrategia con dos principios fundamentales: rehuir la batalla en campo abierto y defender los puntos fortificados que jalonan el territorio. Así, la guerra medieval consiste más bien en una constante devastación del espacio, frecuentes asedios y, solo excepcionalmente, algunas batallas.

En el periodo medieval las batallas son tan raras que muchos belicosos caballeros no conocen ninguna

–¿Es la hueste medieval un ejército provisional, carente de elementos permanentes o fuerzas profesionales?

–Se ha llegado a sostener que la hueste es poco más que una turba variopinta de gentes mal avenidas, insubordinadas e incapaces de ejecutar las maniobras más simples. Ociosos aristócratas que abandonan con desgana la cetrería, la caza del ciervo y el cortejo de las damas para ceñirse la espada y marchar a la guerra tras su señor en busca de aventuras con las que amenizar las largas tardes de invierno frente a la chimenea de su castillo, acompañados por una muchedumbre de miserables campesinos armados de cualquier manera. Pero, contrariamente a lo que a menudo se afirma, la hueste sí tiene elementos permanentes y muchos de sus miembros son cualificados profesionales.

Víctor Sánchez Tarradellas, autor de 'La Hueste en Liza'

Víctor Sánchez Tarradellas, autor de 'La Hueste en Liza'

–¿La táctica y la estrategia son elementos desconocidos para los caudillos medievales?

–Se ha afirmado que el combate medieval no es más que una confusa refriega de hombres y caballos enredados, sin ninguna disposición táctica. De nuevo, esta opinión se desmiente con el análisis de los enfrentamientos en campo abierto, que revela las complejas maniobras que ejecutan los ejércitos, como avanzar en formación colina arriba, realizar una huida fingida o llevar a cabo un doble envolvimiento del enemigo. En la Edad Media, hacer la guerra es algo bastante más complejo que una caótica refriega de hombres cegados por la sangre sin más objetivo que matar al mayor número de enemigos posible.

–¿La movilización de efectivos se basa casi exclusivamente en el sistema feudal?

–El modelo feudal no explica por sí solo la composición de la hueste. Muchos de sus miembros son combatientes asalariados o acuden a la convocatoria en virtud de la antigua obligación germana de todo hombre libre de servir militarmente.

En la Edad Media hacer la guerra es algo bastante más complejo que una caótica refriega de hombres cegados por la sangre

–¿Hubo alguna innovación significativa en el arte de la guerra durante el Medievo?

–Con la guerra medieval ha predominado la asombrosa idea de que entre la Antigüedad y el Renacimiento se intercala un vacío de un milenio. Sin embargo, el arte de la guerra medieval se desarrolla a gran escala y está marcada por su complejidad y notables innovaciones.

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