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Ábalos dentro del cuadro de Cesare Maccari que representa la acusación de Cicerrón a Catilina

Ábalos dentro del cuadro de Cesare Maccari que representa la acusación de Cicerón a CatilinaPaula Andrade

Ábalos y la conjuración de Catilina, el antecedente romano que recuerda su pulso con Sánchez

El caso del senador de la República tiene algunos puntos de conexión e interrogantes respecto a su final con el del ex ministro de Transportes

Privado de cualquier apoyo político, y sin coche (porque no existía) y también sin secretaria, como el exministro Ábalos, Lucio Sergio Catilina, senador romano en el siglo anterior a Cristo, empezó a caminar hacia el único lugar posible para conseguir sus fines. La aristocracia le retiró sus apoyos por querer ampliar el poder del pueblo. Su aspiración, negada desde entonces, era ser cónsul, la meta en la que no cejó derivando hacia la conspiración como único medio posible después de perder la elección contra su enemigo mortal Cicerón.

¿Hasta cuando abusarás, Catilina, de nuestra paciencia?Palabras de Cicerón a Catilina en el senado

Catilina removió los bajos instintos de los descontentos avivando el fuego interno ya existente entre las distintas clases, incluidos los esclavos. Todo respondía a un plan en torno a Roma, donde debía asestarse el golpe definitivo y sangriento apoyado por los ejércitos formados a su alrededor. Cicerón era un objetivo fundamental. Acabar con él era el centro del propósito revolucionario e íntimo del senador humillado que en este punto recuerda al rebelde Ábalos, cercado por expartidarios y enemigos políticos.

En el año 63 a.C. Marco Licinio Craso mostró a Cicerón, cónsul de Roma, unas cartas anónimas que señalaban la intención de Catilina de ir contra Roma. «¿Hasta cuando abusarás, Catilina, de nuestra paciencia?» fue la legendaria frase acusatoria para los restos del cónsul al rebelde en el senado que bien podría haber utilizado (siempre que supiera de su existencia) el hábil Sánchez en nuestros días. En su caso, el hábil orador Cicerón desentrañó ante el resto de senadores los detalles de la conjuración de su rival (ni ha sido Sánchez ni ha habido conjuración sino corrupción), quien ese mismo día se marchó de Roma. La huida confesora a pesar del relato ciceroniano hizo confirmar las acusaciones. Los aliados de Catilina fueron arrestados y ejecutados pese a las reticencias y a los discursos de otros senadores como Julio César:

«¿Me parece, pues, bien que éstos sean libertados y que se aumente el ejército de Catilina? De ninguna manera. Pero así pienso que se deben confiscar sus bienes, que han de tenerse en cárceles en municipios que pueden muchísimo en riquezas, para que nadie consulte al senado después sobre ellos ni lo trate con el pueblo; que quien vaya a obrar de otra manera, que el senado estime que él va a obrar contra la república y contra la salvación de todos», así terminaba el largo discurso del posterior emperador según Salustio en su La conjuración de Catilina.

Busto de Cicerón

Busto de Cicerón

No ha habido Julio César para Ábalos, pero el diputado se ha hecho fuerte en el escaño, ya lejos del poder, solo en el menguado grupo mixto, del mismo modo que Catilina se hizo fuerte, ya lejos de Roma, solo con su menguado ejército sobreviviente (solo en su coche), sin partidarios de renombre (sin secretaria) y finalmente hecho muerto en Pistoia (cerca de Florencia), durante la batalla con las tropas del procónsul Híbrida, quien con anterioridad había sido aliado del rebelde. La conjuración de Catilina, a pesar de su fama, nunca fue un peligro real para el gobierno de la República. Queda por saber si el encastillamiento de Ábalos es un peligro real para el Gobierno de Sánchez.

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