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El magnate de Tesla y X Elon Musk

Elon Musk planea el asalto a Disney para acabar con su deriva 'woke'

El magnate dueño de Tesla y X está detrás de la cara visible del intento de abordaje, el multimillonario Nelson Peltz, partidario de Trump y suegro de Brooklyn, el hijo de David Beckham

Llegar a la junta directiva de Disney es el objetivo de Elon Musk, o más bien de Nelson Peltz, multimillonario inversor que pretende introducirse en la compañía con la motivación pública de acabar con la deriva ideológica «woke» que sus críticos consideran la razón fundamental de su caída económica. El próximo miércoles se celebrará en la junta de accionistas una votación decisiva que decidirá el futuro de la empresa.

«Gestapo corporativa»

Allí se decidirá si Bob Iger, actual director ejecutivo, quien ha vuelto recientemente como «salvador» elegido por la multinacional, y quien ha reconocido algunos «errores ideológicos», planteando una vuelta a los orígenes de la marca con la imagen del ratón Mickey, sigue siendo su cabeza visible, o los accionistas toman partido por Peltz, el octogenario suegro de Brooklyn, hijo de David Beckham.

Iger cuenta con apoyos públicos como el de George Lucas, patrón de Star Wars y mito del cine, o la familia Disney, mientras Peltz cuenta con el de Elon Musk, magnate de Tesla y X, quien recientemente acusó a Disney de tener una 'Gestapo' corporativa que impone reglas «woke» sobre diversidad, igualdad e inclusión. Una idea que ha empezado a calar, ayudada por los malos resultados económicos que se observan con preocupación desde Wall Street.

«Cambios radicales»

El asalto para «liberar» a Disney va en serio, Peltz, propietario de la firma de inversión Trian tiene una participación de 3.500 millones de dólares (unos 3.300 millones de euros) y está decidido a ocupar un sillón en la directiva para él y su compañero Jay Rasulo, exjefe de finanzas de la empresa, con la intención de impulsar «cambios radicales». «Vacío de liderazgo», «acciones de bajo rendimiento», «estrategias a medias» o «conformismo» son algunas de las principales quejas de Peltz.

Palabras que Disney ha calificado, casi calificándose a sí misma, de «peligrosas y tontas». Peltz, sin embargo, no es el adalid único de su misión. El público también se muestra crítico no solo en la taquilla de las salas, sino en las de los parques temáticos, a los que consideran excesivamente caros y también políticamente correctos de forma excesiva. A la gente le aburren las películas de Disney, un hecho histórico en la compañía de entretenimiento por antonomasia.

«Connotaciones racistas»

Y la contaminación «woke» alcanza a casi todas las esquinas de la multinacional. La atracción Splash Mountain de Florida, a pesar de ser una de las más apreciadas por los visitantes, fue cerrada porque los responsables consideraron que tenía connotaciones racistas por su relación con una película clásica de 1946. Parece ser que pronto va a ser reabierta, con un nombre diferente y con el protagonismo de la primera princesa negra de Disney.

Todas las películas clásicas de su plataforma contienen advertencias por contenidos racistas y sexistas. Se ha visto desfilar a Mickeys y Donalds con la bandera arco iris. Incluso se celebró en Disneyland de Orlando una «Noche del orgullo». Lo impensable y reflejado en sus datos económicos. Su último estreno, Wish, donde se animaba a la «revolución contra el patriarcado blanco», fue el enésimo fracaso. Indiana Jones o Lightyear (la del famoso beso gay) fueron otros sonados. Peltz, con Musk en la sombra, se ha propuesto acabar con todo esto.

«Cancelación feroz»

Y Peltz y Musk no son todo, un segundo inversor, Blackwells Capital, ha demandado a Disney por «sospechas creíbles de irregularidades» en sus transacciones con un fondo de cobertura. La respuesta de la compañía ha estado a la altura de las últimas conocidas: «Un intento desesperado de llamar la atención». Los datos reales mostrados por Peltz, como que las acciones han caído un 40 % en los últimos tres años, han sido contestados por Disney con ideología. No se sabe cómo va a acabar la batalla. Parece que Iger tiene intenciones verdaderas de volver a los orígenes. El valor de las acciones ha recuperado un poco el tono, pero el intento de cancelación feroz de Peltz, al estilo del que se usa contra Trump, no son buenas señales para la reconversión o el viraje en el rumbo que la compañía necesita.