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El ministro español de Cultura, Ernest Urtasun, durante su discurso en la ceremonia del Premio CervantesEFE

Urtasun se estrena en el Premio Cervantes con una trabada lectura de su discurso

Discurso duro el del ministro, cuya lectura no fluía. La sintaxis lectora se desvió entre los hitos del homenajeado

Dijo Urtasun en su primer discurso como ministro de Cultura durante la ceremonia del Premio Cervantes, que Luis Mateo Díez, el galardonado, es heredero del espíritu cervantino. No está mal para empezar a hablar del ganador del Cervantes, cuyo nombre, en este caso, no es susceptible de ser cambiado, al menos de momento, por otro más inclusivo. Espíritu cervantino y mundos y territorios imaginados para conformara la alegoría del extravío humano, la soledad o los sueños que aún quedan por cumplir.

Habló el ministro de la infancia del premiado en Villablino, en León. Del desván donde lloró por primera vez con un libro, Corazón de Edmundo de Amicis. Parecía a punto de llorar don Luis en los primeros momentos de la ceremonia, con los ecos del himno de violines. Resulta siempre curioso ver al ministro activista vestido de chaqué en un acto añoso y solemne, el pelo revuelto, eso sí, casi como mohín, como gesto poco apropiado. Habló también de cuando empezó don Luis a estudiar Derecho en Madrid. Luego llegaron los poemas y a continuación los cuentos.

Se trababa Urtasun, al contrario de cómo no se trababa Luis Mateo Díez desde los versos a los relatos y de los relatos a las novelas cortas con los que pasar los inviernos duros. Discurso duro el del ministro, cuya lectura no fluía. La sintaxis lectora se desviaba entre los hitos del homenajeado. Muchos. Los premios, los logros, su gran conversación, la ausencia de descripciones físicas donde (casi) solo está el alma. La tragicomedia en el humor. La imaginación. Quizá no podía imaginar Urtasun que había un libro de Tolstoi llamado La muerte de Ivan Ilich y que llegaría un día en que tendría que pronunciarlo en la Universidad de Alcalá de Henares para felicitar a Luis Mateo Díez.