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Maurizio FerrarisUniversidad San Dámaso

Entrevista al filósofo italiano

Maurizio Ferraris: «La realidad es el único instrumento de los débiles contra los fuertes»

El impulsor del «nuevo realismo» visita Madrid y habla con El Debate: «Ver en lo virtual la nueva realidad es una de las vertientes del actual pensamiento posmoderno»

A muchos españoles les suena el apellido Ferrari, que se asocia de modo automático con una conocida marca de coches no destinados, precisamente, al público de menor poder adquisitivo. Su equivalente castellano sería Herrera o Herrero. Pero, dada la abundancia de este patronímico en casi todos los idiomas —Schmidt, Smith, Kovac, Ferreira—, es normal localizar variantes dentro de cada país, como el catalán Ferrer. Ese es el caso de Maurizio Ferraris, profesor de Filosofía Teórica en la Universidad de Turín (Piamonte). Ferraris, profesor invitado en Harvard, Oxford, Múnich y París, y columnista en La Repubblica, el Neue Zürcher Zeitung y Libération, es fundador del «nuevo realismo» y ha viajado a España para inaugurar una jornada académica en la Universidad Eclesiástica San Dámaso (Madrid). Una jornada en que se ha hablado de esta corriente filosófica («En torno al nuevo realismo») con intervenciones de expertos como Jean–Baptiste Guillon (Universidad de Navarra) o Juan Arana (Universidad de Sevilla). Conversando con él, aparecen otros nombres, como el del célebre coreano Byung–Chul Han, a quien Ferraris define, con cierta ironía, como «el nuevo Heidegger, igual que los cuarenta [años] son los nuevos veinte».

–Usted es profesor en la Universidad de Turín. Al pensar en Turín y su universidad, me vienen a la mente varios nombres. Nietzsche. Robert Michels, Vilfredo Pareto, Gaetano Mosca, Gianni Vattimo. ¿Qué sucede en Turín?

–Es una ciudad bastante grande, pero no demasiado; con buenas universidades, pero algo aislada de las principales corrientes de la cultura italiana. Hay una diferencia enorme entre Milán y Turín. Eso hace que, de alguna manera, se dé una concentración particular sobre algunos aspectos relativos a la contemporaneidad. Imagino que esa es la razón por la que hay muchos filósofos en Turín. No sé cómo era Turín en la época de Nietzsche; podemos leer su epístola desde Turín, una ciudad que le gustaba mucho a Nietzsche, pero no olvidemos que en aquel momento Nietzsche estaba loco.

Vattimo era un filósofo que, digamos, solía liberarse de la filosofía. Tenía una manera irónica de abordar la filosofía y la vidaMaurizio Ferraris
Filósofo italiano

–Usted tuvo como maestro a Vattimo. ¿Cómo era?

–Un gran profesor, un gran amigo. Disfruté durante muchos años compartiendo tiempo con él. Era un filósofo que, digamos, solía liberarse de la filosofía. Tenía una manera irónica de abordar la filosofía y la vida. No olvidemos que esta ironía era también una protección, porque en la vida de Vattimo hubo muchos momentos trágicos. Y la ironía supone una forma de protección, de defensa, de salvaguarda.

–Otro maestro del que usted aprendió fue Derrida. Teniendo como referentes a Vattimo y a Derrida, se supone que usted hoy debiera ser un abanderado del postmodernismo o incluso del transhumanismo. Pero no es así. ¿Por qué?

–Porque creo que de Vattimo y de Derrida he aprendido libertad intelectual. Por tanto, no sería la mejor manera de ser discípulo de Vattimo, y de Derrida, continuar con el mismo recorrido intelectual de Vattimo y Derrida. Y, así como Vattimo y Derrida rompían con la tradición en la que se habían formado, de igual manera todos los que se formaron con Vattimo y con Derrida necesitan, creo yo, romper con Vattimo y con Derrida.

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De izquierda a derecha Gianni Vattimo y Jacques Derrida

–¿Hoy cuál es la corriente filosófica que tiene más influencia o impacto en la cultura general o en la política?

–Paradójicamente, sigue ejerciendo mucha influencia el postmodernismo. Es evidente que este pensamiento conecta con los deseos de los lectores. Hoy el postmodernismo y el ecologismo son las dos principales orientaciones de la filosofía popular.

–¿Qué rasgos definen ahora al postmodernismo?

–El hecho de ver en lo virtual la nueva realidad es una de las vertientes del actual pensamiento postmoderno. Y, según la otra vertiente, la técnica es una catástrofe. De modo que tenemos, por un lado, a los filotecnológicos y, por otro lado, a los antitecnológicos. Pensemos en Byung–Chul Han; dice que la técnica es una catástrofe. Y otros dicen: «¡Ah!, ya estamos en el mundo virtual, lo cual está muy bien, porque es mejor que el mundo real».

El hecho de ver en lo virtual la nueva realidad es una de las vertientes del actual pensamiento postmodernoMaurizio FerrarisFilósofo italiano

–Su propuesta, es el «nuevo realismo». ¿Se trata de una reacción al postmodernismo, o es una reconsideración y actualización de Aristóteles y de la tradición clásica?

–Se dan ambas, en el sentido que todos los «nuevos realistas» se caracterizan por una reacción al antirrealismo de la tradición moderna y del postmodernismo como su consumación. Aparte, hay muchas vías diferentes; por supuesto, hay filósofos que, trabajando sobre Aristóteles y sobre la tradición escolástica, descubren: «Mira, soy un ‘nuevo realista’ y no lo sabía». Otros provienen del postmodernismo —como es mi caso— y han decidido cambiar de ruta. Hay muchas versiones diferentes del «nuevo realismo». No es una escuela, sino, digamos, un fenómeno.

–Podría decirse que la Modernidad se ha caracterizado por su interés en la ruptura: romper la relación del hombre con Dios, del individuo con la sociedad, de lo masculino con lo femenino, de lo que hay en la realidad y lo que hay en mi mente. ¿El «nuevo realismo» sería un remedio a esas rupturas?

–En cierto sentido, sí. Creo que esa es una buena definición. También se trata de una reacción a la idea del ser humano como constructor del universo. Porque el ser humano es una parte del universo, no lo construye.

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Entrevista a Maurizio FerrarisUniversidad San Dámaso

–En su caso, ¿cómo se produce el cambio de una postura postmoderna a una postura neorrealista? ¿Es un cambio rápido o es un proceso lento?

–Claramente, fue un proceso. Empezó a finales de los años 80, cuando escribí una historia de la hermenéutica y descubrí que la hermenéutica no es la disolución radical del mundo, como me decían cuando estudiaba. La hermenéutica puede ser una interpretación de lo que hay en la realidad, de modo que no es necesariamente antirrealista. Pero el motivo básico por el que decidí apartarme del postmodernismo tiene que ver con esa idea de «no hay hechos, solo interpretaciones». Al principio, podía parecer una manera de emancipación para la humanidad, pero caí en la cuenta de que no era así, cuando en 1994 Silvio Berlusconi entró en política con ese mismo argumento de «no hay hechos, solo interpretaciones». Ese planteamiento no supone un modo de emanciparse; puede ser también una estrategia para generar ilusiones falaces. Porque la realidad no es el instrumento de los fuertes contra los débiles; es el único instrumento de los débiles contra los fuertes. Con el paso de los años, se acuñó la expresión «nuevo realismo». Empezamos a hablar del «nuevo realismo» el 21 de junio 2011, durante un almuerzo en un restaurante de Nápoles con un joven colega alemán, Markus Gabriel (1980). Él me decía: «Voy a organizar un coloquio de gran nivel sobre los nuevos aspectos de la filosofía contemporánea. ¿Tienes algunos consejos sobre el título de este coloquio?». Y yo le respondí: «Markus, llámalo new realism», porque me parecía que esta podía ser una forma de ruptura con el postmodernismo. No fue algo premeditado, sino fruto de diversas circunstancias. Esta denominación de «nuevo realismo» era el resultado de dieciséis años de mi conversión, digamos, al realismo.

El motivo básico por el que decidí apartarme del postmodernismo tiene que ver con esa idea de «no hay hechos, solo interpretaciones»Maurizio FerrarisFilósofo italiano

–Antes hemos hablado de Nietzsche y vamos a citarlo ahora. ¿Dios ha muerto?

–Hay muchas respuestas. La de Vattimo dice: «No sucede nada; simplemente, la humanidad empieza a vivir con la idea de que ha dejado de haber Dios. Hay que hacerse a esta idea». Para mí, Dios —si entendemos como Dios el fundamento de la vida de un ser humano—, lamentablemente, puede morir todos los días. Siempre cabe la posibilidad de una crisis personal que pueda describirse como la muerte de Dios. En ese sentido, la muerte de Dios no es un fenómeno epocal, sino la experiencia continua de los seres humanos en su vida.

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