Los últimos años de Miguel Ángel, ¿santo o demonio?
'Miguel Ángel, las últimas décadas' muestra en el Museo Británico la dimensión espiritual del genio que pintó la Capilla Sixtina
El Juicio Final, pintado en la Capilla Sixtina de 1536 a 1541, coge a Miguel Ángel con algo más de 60 años, pero no parece que la edad hubiera vencido a su corazón anhelante de belleza. Por eso, ese Juicio muestra un enjambre de cuerpos peleando, o abrazándose, en busca de un trozo de gloria.
El Museo Británico muestra hasta el 28 de julio, los dibujos preparatorios de aquella apoteosis de cuerpos que escandalizó a los cardenales cuchicheantes del Vaticano, que llegaron a acusarlo de convertir la Capilla del Papa en una «casa de baños».
La exposición recoge los dibujos preparativos: escenas deslumbrantes, cargadas de la atmósfera mitológica griega que dibujó como regalos de amor para Tommaso de Cavalieri, un joven por quien se apasionó. Pero las cartelas los describe a ambos como «amigos» para evitar cualquier interpretación erótica.
Según los textos que acompañan a los dibujos, el amor a la belleza puede llevar el alma al cielo, de ahí que la exposición quiera trascender las reducciones y reinterpretaciones sexuales sobre el mito para subrayar su espiritualidad; una espiritualidad que no puede escindirse de la carne de cada hombre, si creemos que hay un alma.
El corazón del artista
Se insiste en la amistad del artista con la poeta Vittoria Colonna; una relación que fue casta. Pero las cartas y poemas a Tommaso confiesan tanto anhelo carnal como espiritualidad. Y reflejan su amor por el cuerpo masculino en el arte.
La muestra trata de desvelar la verdadera preocupación de Miguel Ángel a medida que envejecía: su espíritu. Para ello aparecen exuberantes dibujos de Cristo en la cruz.
En 1534, Miguel Ángel dejó Florencia hacia Roma, para nunca volver a ver su ciudad natal. Tenía 59 años, edad que muchos contemporáneos consideraban vieja, pero para Miguel Ángel marcó el comienzo de un nuevo capítulo dramático que moldearía su corazón de artista incomparable.
Esta exposición abarca los últimos 30 años de vida de Miguel Ángel, cuando su regreso a Roma –después de haber sido convocado por el Papa Clemente VII para pintar un fresco del Juicio Final en la Capilla Sixtina– le trajo nuevos encargos y lo reunió con algunos de sus amigos.
Miguel Ángel era ya el artista más célebre de Europa. Pero, en lugar de dormirse en los laureles, su fe cristiana, su compromiso intelectual y su esperanza de salvación lo impulsaron a producir algunas de las obras más sorprendentes de su carrera.
Los contundentes dibujos preparatorios del Juicio Final, así como la Epifanía (una de las dos únicas caricaturas de Miguel Ángel que se conservan) muestran su energía renovada, su deseo de evolucionar y su sorprendente dinamismo, en el momento en que se enfrentaba a su propia mortalidad y su deseo de salvación.