Los Victorinos que el Rey vio... y que Urtasun se perdió
Con toros serios, encastados, Ureña da la vuelta al ruedo y Borja Jiménez malogra con la espada una rotunda faena
La corrida de la Prensa reúne esta vez múltiples alicientes. Ante todo, la presencia del Rey en Las Ventas: para los aficionados, es una satisfacción, que desearíamos vivir con más frecuencia.
Manda la tradición que, en esta corrida, acompañe al Rey un matador retirado que le comente los detalles del espectáculo; en este caso, Francisco Rivera Ordóñez, de muy ilustres dinastías taurinas. También le ha solido acompañar el Ministro de Cultura, de quien depende por ley esta Fiesta.
Resulta que, en esta disparatada España que ahora vivimos, la Tauromaquia depende de un Ministro que quiere acabar con ella. Bajando al terreno más concreto: ¿con qué cara habría acudido esta tarde a Las Ventas Urtasun, enemigo público de la Fiesta? ¿Se atrevería a afrontar el juicio espontáneo de más de veinte mil aficionados?
Si así lo hubiera hecho, dado su profundo conocimiento de la Tauromaquia, ¿qué le habría podido comentar Urtasun al Rey, durante la corrida? Lógicamente, lo único que él ve: el sadismo y la tortura de un espectáculo que debe ser suprimido.
Si le hubiera acompañado al Rey el ministro Óscar Puente, éste habría añadido su sutil dictamen, en una Plaza de Toros abarrotada por veinticuatro mil entusiastas: «Majestad, es algo irrelevante»...
¿Cómo se ha podido evitar este conflicto? Con un hábil rodeo: que el Ministro que esta vez acompañe al Rey no sea el de Cultura, aunque sea lo lógico, lo legal y lo que siempre ha sido, sino el de Agricultura: una mentira más.
También podría haberlo sustituido el de Turismo, por el atractivo que la Fiesta supone para tantos visitantes; o el de Economía, por su peso en nuestro Producto Interior Bruto; o el de Hacienda, por lo que aporta, en concepto de IVA; o el de Interior, del que dependió la Tauromaquia hasta que el socialista Rubalcaba la traspasó a Cultura; o el de Asuntos Exteriores, porque nos une a Francia, Portugal y casi todos los países hispanoamericanos; o el de cualquier otra irrelevancia más…
Dejemos ya el preámbulo protocolario y vayamos al desarrollo del festejo. Los toros de Victorino Martín son una permanente promesa de reses encastadas y de emocionante espectáculo. Esta vez, hemos visto toros serios, muy armados, con casta y con ciertas dificultades: lo propio del toro bravo. Ha destacado claramente el segundo, Garañuelo, con el mismo nombre que sus hermanos, que dieron excelente juego en Albacete y en Las Ventas, hace un par de años, y propiciaron el éxito de Sergio Serrano.
Está bien pensado el mano a mano de Paco Ureña y Borja Jiménez, dos diestros muy queridos por la afición madrileña, que ofrecieron un apasionante espectáculo en la pasada Feria de Otoño. Esta vez, ninguno de los dos corta oreja: Ureña se queda en petición y vuelta, en el tercero. Borja Jiménez malogra con la espada una muy firme faena, en el bravo segundo. Lo peor de la tarde, la suerte de varas y la suerte suprema: ¡ya es bastante!
El murciano Paco Ureña torea con clasicismo, verdad y pasión; a veces, esta última puede nublar un poco la claridad de sus faenas. El primero regatea en el caballo pero luego acude dos veces más, después de pensárselo. No es fácil, en banderillas. Brinda al Rey, en su Palco (lo mismo que hará Borja, en el siguiente). El toro espera, en la muleta, es reservón, incierto: en el tercer pase, casi se lo lleva por delante. Cita Ureña con la muleta retrasada, el toro exige más mando, anticiparse a su embestida. Por la izquierda, no logra darle ni uno. Ha estado valiente pero no ha logrado superar las dificultades con la adecuada lidia de castigo. Mata sin confiarse y se atranca con el descabello, se queda en dos avisos.
Borja Jiménez es, ahora mismo, la indiscutible figura emergente. El viernes 31, con un toro encastadísimo de Santiago Domecq, que hubiera desbordado a muchos toreros, llevó a cabo una faena de entrega absoluta y gran emoción: cortó una oreja; si hubiera matado bien, habrían sido las dos. Es la pega que le pongo: entrar a matar desde lejos, no «en corto y por derecho», como mandan los cánones. Eso da tiempo a que el toro levante la cabeza y no le deje consumar bien la suerte. Por desgracia, ha vuelto a hacerlo, esta tarde. Su estilo, cargando la suerte y cruzándose al pitón contrario, es muy apreciado en Las Ventas.
Al segundo, Garañuelo, un torazo, lo recibe con buenas verónicas, cargando la suerte. En el caballo, el toro empuja pero protesta y le miden el castigo. En banderillas, el toro corta mucho: ¿tenían que haberlo picado más? Borja hace lo que hay que hacer, en un comienzo de faena vibrante: adelantar la muleta, mandar, cargar la suerte. El bravo toro responde bien, va largo, humilla, aunque cada serie sólo puede tener tres muletazos porque, al cuarto, la res ya se cierne, con peligro. Al natural, no se deja dar ni uno. Borja ha toreado uniendo cabeza y corazón, como debe ser. Pero se equivoca al entrar a matar desde lejos. Ha perdido con la espada el trofeo que tenía bien ganado. Y también falla reiteradamente con el descabello.
El tercero luce dos «perchas» para colgar la ropa de una familia numerosa, decían los revisteros. Lo pican muy trasero; los banderilleros no se confían. Brinda Ureña al público. El toro no va mal pero Paco no acaba de confiarse. Cuando se mete de verdad con él, el toro responde, logra algunos derechazos de compás abierto. No ha acabado de verlo claro pero se justifica metiendo la mano con decisión entre esas «velas» y logra una estocada de rápido efecto: aviso, petición y vuelta. El público ha respondido con cariño al esfuerzo de matar bien a ese toro.
El cuarto se cuela un poco de salida y Borja le da la lidia adecuada con el capote. ¡Lástima que no remate en la boca de riego con una media, la Plaza se hubiera venido abajo! Lo pican tapándole la salida y el público protesta, con razón. Flaquea un poco el toro, no va mal pero sale distraído, con la cara alta, y eso desluce el correcto trasteo, en el que se ha cruzado siempre al pitón contrario. La gente no ha entrado en la faena. Mata con decisión pero caído.
A la altura del quinto, la tarde ha caído en un cierto sopor, por el calor; también, por un público muy festero. Falta el golpe rotundo, con un toro fiero, que todos desean. Lancea con gusto de salida Ureña a ese quinto, mal picado, tapándole la salida, y también mal banderilleado. Cuando el diestro conduce las embestidas, el toro va, pero sale distraído. Ha de dejarle la muleta en la cara, para que no se vaya, llevarlo muy cosido, más que buscar la estética (aunque lo que más aplaudan sean dos muletazos desmayados). Por la izquierda, el toro va a su aire. Mata a la tercera, defectuoso, y vuelve a escuchar un aviso. Ha tenido una tarde sólo regular.
El gran público está algo decepcionado. ¿Salvará la tarde, para ellos, el último toro? Acude con alegría al caballo pero no acierta el picador y la gente se enfada. El toro es pegajoso, vuelve rápido, le dan demasiados capotazos. En la muleta, a la salida de cada pase, el toro busca, con peligro. Borja lo intenta pero no logra superar las complicaciones del toro, que se echa, después de un pinchazo defectuoso.
Con el Rey en la Plaza, ¿cómo no iban a escucharse, esta tarde, fervorosos gritos patrióticos? También alguno, mencionando a Puigdemont, y un vecino lo ha corregido: «Eso, a recordarlo el domingo, a la hora de votar».
No ha habido trofeos y un público festero lo ha lamentado. Lo peor, que la corrida a ha ido a menos: lo contrario de lo deseable. Pero hemos visto toros serios, una buena faena de Borja Jiménez y detalles estéticos de Paco Ureña. Y mi aguda intuición me asegura que esta tarde, en Las Ventas, nadie ha echado de menos al ministro Urtasun…
Postdata
La monarquía española siempre ha estado unida a los toros. (Lo señala un capítulo del libro de Juan Manuel Albendea Desde la Maestranza). Dentro de la familia real, doña Mercedes fue una gran aficionada a los toros: su estatua, a caballo, está a la puerta de la Plaza de Sevilla. También le ha gustado mucho acudir a Las Ventas, en la meseta de toriles, a Don Juan Carlos y ha heredado su afición la Infanta Elena.
En un acto, en la Real Academia Española, José María Álvarez del Manzano y yo le comentamos al Rey Felipe VI el deseo y la esperanza de muchos aficionados de verle acudir más a los toros, una Fiesta tan española. Con toda rotundidad nos dijo y nos repitió que él no tenía absolutamente nada en contra de los toros, su único problema era que no entendía mucho. Me atreví yo a contestar que eso les pasa también a otros muchos españoles; la solución –en su caso, bien fácil– es que le acompañe alguien, más experto. (Nuestro querido Alcalde perpetuo de Madrid es testigo de eso nos dijo). Así ha sucedido esta tarde y todos los aficionados se lo hemos agradecido.
- Madrid. Feria de San Isidro. Miércoles 5 de junio. «No hay billetes». Toros de Victorino Martín, serios, encastados, muy armados, de juego interesante opero desigual.
- PACO UREÑA, de rosa y oro, 2 pinchazos, estocada y 8 descabellos (2 avisos, silencio). En el tercero, buena estocada (aviso, petición y vuelta al ruedo). En el quinto, 2 pinchazos, estocada defectuosa y descabello (aviso, silencio).
- BORJA JIMÉNEZ, de verde oscuro y oro, pinchazo, estocada defectuosa y 7 descabellos (aviso, palmas). En el cuarto, estocada caída (silencio). En el sexto, pinchazo defectuoso (silencio).