Fundado en 1910
Fotografía de 'Las hijas de Minerva' en el Museo del Romanticismo

Fotografías de 'Las hijas de Minerva' en el Museo del RomanticismoEl Debate

El adoctrinamiento woke arruina la visita a uno de los museos más bellos de Madrid

Uno de los museos más queridos por los madrileños ha quedado manchado por las obsesiones ideológicas del gobierno

La obsesión del adoctrinamiento woke por introducirse en todos los ámbitos de la sociedad y la cultura para reblandecer mentes y conciencias, se ha cobrado una nueva víctima en Madrid, el excelente Museo del Romanticismo, dependiente del Ministerio de Cultura.

El Museo del Romanticismo, ubicado en un palacete del barrio de las Salesas, el Palacio del Marqués de Matallana, reproduce con asombrosa exactitud cómo era un palacio aristocrático del Madrid del reinado de Isabel II, cuando el Romanticismo como movimiento cultural se extendía por toda Europa.

Es la época de Bécquer, de Espronceda y Larra, escritores cuya memoria está muy presente en la colección permanente del Museo, con objetos, instrumentos musicales y obras de arte de primera categoría.

Sin embargo, el Museo fundado por el Marqués de la Vega-Inclán por donación al Estado en 1921, se encuentra desvirtuado por la ideología progresista que se va extendiendo por todas las instituciones culturales dependientes del ministerio dirigido por el ministro izquierdista y catalanista Ernest Urtasun.

Al finalizar el recorrido de la visita, caracterizado por la decoración neoclásica y ecléctica propia del siglo XIX, el visitante se da de bruces con una última sala donde se acoge temporalmente la exposición fotográfica de PhotoEspaña Las hijas de Minerva, de la fotógrafo Laura San Segundo, y el fotógrafo Alejandría Cinque.

Otra de las fotografías de 'Las hijas de Minerva'

Otra de las fotografías de 'Las hijas de Minerva'El Debate

La exposición consiste en una serie de fotografías donde la fealdad, la chabacanería y la vulgaridad contrastan con el preciosismo, la delicadez y la belleza de las obras de arte de la colección permanente del museo, en donde destacan, por citar dos ejemplos, un maravilloso piano que perteneció a la Reina Isabel II o un cuadro de Goya que representa al Papa San Gregorio Magno.

Por contraste, la propuesta expositiva de PhotoEspaña son una sucesión de fotografías de mujeres donde las muecas y la ordinariez parecen ser el hilo temático.

Las fotografías rompen con el recorrido expositivo del Museo

Las fotografías rompen con el recorrido expositivo del MuseoEl Debate

El espectador que llegue a dicha sala después de visitar el museo –el paso por la exposición es obligado para poder salir del Museo una vez acabada la visita– puede quedar desconcertado al no existir ninguna relación aparente entre la propuesta de San Segundo-Cinque con la temática del Museo del Romanticismo.

Un gran letrero en una pared trata de explicarlo y lo relaciona directamente con la «cuestión de género» y con un objetivo: «la emancipación de la corporalidad».

Se supone que la serie de fotografías trata de denunciar el machismo del siglo XIX

Se supone que la serie de fotografías trata de denunciar el machismo del siglo XIXEl Debate

Tomando como excusa la sala del billar del Museo, última sala del recorrido de la exposición permanente, la propuesta expositiva de PhotoEspaña construye un relato feminista y woke para meter, con calzador, las feas fotografías de Las hijas de Minerva.

«En una casa burguesa del Romanticismo, la sala de billar era un espacio destinado a la sociabilidad masculina. Solo los hombres jugaban mientras las mujeres miraban la partida, sentadas a su alrededor», reza la explicación en un texto que, en un par de frases, recoge todo el simplista relato ideológico del Ministerio de Urtasun y el gobierno de Sánchez: casa burguesa como concepto despectivo, toxicidad masculina (los hombres juegan, las mujeres miran, sala de billar como símbolo de clase pudiente…).

Las fotografías contrastan con la colección permanente del Museo

Las fotografías contrastan con la colección permanente del MuseoEl Debate

El texto sigue: «Las hijas de Minerva es un proyecto fotográfico instalativo y performático en el que varias jugadoras desarrollan figuradamente una partida de billar».

Esa excusa, apunta la explicación de la exposición, mediante «la figura mitológica de Minerva como hilo narrativo y conceptual», sirve «la partida se convierte en un campo de batalla donde luchar por la emancipación de la corporalidad y los modos de estar vinculados a una feminidad decimonónica».

No es la única aberración de la que hace gala el Museo del Romanticismo bajo la batuta ministerial de Urtasun.

En medio de su colección permanente se ha añadido una vitrina sobre espiritismo, también metida con calzador, ya que rompe totalmente con el resto de la colección permanente y, como no podía de ser de otro modo, lo vincula con «el incipiente feminismo» del siglo XIX.

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