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Estatua del filósofo griego Sócrates

Intelectualismo moral, ¿somos malos o solo ignorantes?

La teoría ética de Sócrates pone el foco en la búsqueda de la excelencia por parte del hombre

El que llegaba al oráculo de Delfos se encontraba con una inscripción que decía: «Conócete a ti mismo». Se dice que el mismísimo Sócrates llegó a ese lugar y tomo esa máxima como punto de partida para su intensa labor de búsqueda intelectual.

Para el maestro de Platón, conocerse a uno mismo no podía significar otra cosa que profundizar en el alma humana. Esa tarea debía tener un claro objetivo: alcanzar la excelencia, un término que también se puede traducir como virtud. Nace así una propuesta ética que presenta sus paradojas, pero que dejó un poso que nos lleva hasta nuestros días.

En un tiempo en el que el relativismo sofista ganaba la partida, Sócrates considera que aquello que hace excelente el alma humana es el saber. Por lo tanto, la virtud es el conocimiento y su opuesto, la ignorancia. Esta teoría fue denominada como intelectualismo moral y no puede separarse de una firme creencia en la verdad objetiva.

De nuevo, frente al relativismo moral, el filósofo considera que existe un verdadero bien o una verdadera justicia. La vida del hombre debería estar consagrada a la búsqueda de esas verdades porque, una vez alcanzadas racionalmente, tendrán como consecuencia el buen obrar.

Sócrates achaca la maldad a la ignorancia y se podría concluir que nadie hace el mal de forma voluntaria, sino por desconocimiento. Es más, en ocasiones todo puede deberse a un error de cálculo al considerar que de un mal se va a sacar algo bueno.

Sin embargo, la experiencia nos demuestra que hay cierta ingenuidad en semejante planteamiento, puesto que no son pocas las veces en las que comprobamos que conocer valores como la justicia, el bien o el valor no impide actuar de forma injusta, mala o cobarde.

Sócrates y el estoicismo

Frente a la actividad racional del alma que busca la virtud, el hombre está sometido a pasiones irracionales que lo desvían de su camino. En este punto vuelve a resonar con fuerza ese «conócete a ti mismo» de Delfos que nos remite al autocontrol que nos hace verdaderamente libres.

Esta referencia al dominio de uno mismo nos remite ya a una de las grandes escuelas helenísticas y a aquella que más resuena en nuestros días: el estoicismo. Buena parte de la propuesta ética de Zenón y los suyos se sostiene sobre la idea de que, para alcanzar la felicidad, se debe vivir de acuerdo a los dictados de la razón.

El ideal del sabio propuesto por los estoicos consiste en la elección racional del bien, algo que no depende de factores externos o de las circunstancias. Así poner freno a las pasiones irracionales conducirá a esa imperturbabilidad necesaria para lograr la felicidad.