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Detalle de un mosaico de Platón y sus discípulos en la Academia (s. I d. C)Museo Arqueológico de Nápoles

En tiempos de la posverdad de lo «woke», ¿qué era la verdad para los filósofos antiguos?

En la época en que el relativismo y el fanatismo se mueven a sus anchas y Goebbels, el nazi que convertía una mentira en verdad repitiéndola mil veces, es un siniestro protagonista, quizá sea un buen momento para volver al concepto primigenio

En tiempos de socavamiento absoluto del concepto de verdad, en distintos sentidos, donde el relativismo se mueve a sus anchas y Goebbels, el nazi que convertía una mentira en verdad repitiéndola mil veces, es un siniestro protagonista, quizá sea un buen momento para aproximar el concepto que de la verdad tenían los filósofos más importantes o que más ha contribuido a formar el pensamiento occidental.

Una buena manera de recuperar el rumbo perdido por políticos oportunistas, ignorantes o sin escrúpulos. En torno a la verdad se sitúa la sociedad, y la verdad casi parece una masa de barro que da vueltas en su torno para que el hombre la moldee con sus manos y cree una figura: la posverdad de lo «woke» que es lo contrario al racionalismo. Todo el mundo quiere saber la verdad, cada uno por distintas razones y muchos de ellos para cambiarla u ocultarla si no es favorable a sus intereses.

Sócrates identificó la verdad con el bien moral. De tal modo que quien alcance la verdad nunca podrá actuar mal. Un mal que es la ignorancia si la verdad es el conocimiento. La verdad es conocer y Sócrates trataba de conocer a través de sus famosos diálogos y discusiones, donde se exponían argumentos en uno u otro sentido.

Para Platón la verdad también es el bien, que a su vez se relaciona con la felicidad. La verdad está en las ideas y no en las cosas sensibles que solo son simples reflejos de aquellas. Su discípulo Aristóteles pensaba que la verdad era la realidad, en completa ruptura con el maestro. Aristóteles creía en la ciencia, en la única verdad posible a través del conocimiento de las cosas, del estudio de las causas.

Hasta aquí se aprecia que la verdad que ha llegado hasta el presente se aleja de los preceptos anteriores, pues constituyen conceptos de la verdad no manipulable, no manejable. Se aprecia en las relaciones personales, en los medios de comunicación y mayormente o, más notablemente, en la política, gran enemiga del concepto filosófico (al menos de los hasta ahora citados) de verdad.

Para los estoicos cada uno de nosotros ha de buscar su propia verdad para obrar en consecuencia. Como Sócrates los estoicos buscan la verdad en el bien moral, en la racionalidad para encontrar la virtud que es la felicidad del estoico imperturbable, ajeno a las pasiones, a la adversidad y conforme con lo que no depende de sí mismo. Era una verdad que en realidad no buscaban, sino que aceptaban, al contrario que los epicúreos que la ansiaban y la pretendían a través de los sentidos y de la razón.

Tan sensible, en el sentido físico, era la verdad de Epicuro que para él hasta el alma estaba formada por partículas atómicas que contenían calor y, por lo tanto, explican las sensaciones anímicas: algo impresionante. Más allá de lo cierto, de la verdad, precisamente, de estos pensamientos, cuánta grandeza en el discurrir se encuentra en los grandes sabios y pensadores de la humanidad (el asunto, también filosóficamente, se iría complicando con el tiempo), en contraste con la bajeza de los insensatos que manejan la «verdad» en el presente.