La falsa España platónica de Sánchez que vive atrapada en un surrealista mito de la caverna
Fue el poeta Samuel Taylor Coleridge quien pronunció la frase: «Todos los hombres nacen aristotélicos o platónicos», una más de las muchas divisiones concretas que se han hecho de la sociedad
Comúnmente se suele utilizar la idea de la caverna para referirse a algo subterráneo, algo bajo, cerrado. La analogía no es el mito de la caverna de Platón en las mentes pronunciadoras, pero viene de él como esencia incrustada en el acervo. Quienes hablan de la caverna se refieren a quienes no son como ellos, una imagen negativa, de cerrazón, frente a la apertura de la que indirectamente presumen quienes aluden a aquella imagen platónica fundacional.
Pragmatismo e idealismo
Luis Eduardo Aute dijo que el mundo se divide entre taurinos y no taurinos. Eduardo Galeano dijo que entre indignos e indignados y Samuel Taylor Coleridge afirmó que entre platónicos y aristotélicos: «Todos los hombres nacen aristotélicos o platónicos», pronunció exactamente. Distintas versiones de una realidad común, como las más comunes versiones aún, valgan las redundancias, como la de que el mundo se divide entre quienes prefieren la tortilla de patatas con cebolla y entre quienes la prefieren sin ella.
Reduciendo hasta la mínima expresión la idea aristotélica y la idea platónica, hablaríamos de pragmatismo e idealismo, respectivamente, para hacerse una idea de las ideas. Quizá en la tortilla de patatas con o sin cebolla haya aristotelismo o platonismo también, igual que entre el taurino y el no taurino. Hay una confusión tremenda en todos estos desmembramientos, y en esta confusión filosófica-social-conceptual se da el caldo de cultivo de la España creada por Pedro Sánchez.
Ilusión platónica
¿Es aristotélica o platónica? Trajo Eduardo Jordá en un artículo publicado en Huelva información el hallazgo de que el presidente era mayormente aristotélico en su hacer con la intención de sumir en el platonismo a los españoles. Es casi como hacerles retroceder volviendo a la antigüedad del maestro mientras el responsable se rige por la actualidad del discípulo. Sánchez actúa como aristotélico en la práctica y en el resultado mientras sume a los ciudadanos, mayormente a sus votantes, en un mundo de ilusión platónica. Si Coleridge dijo que todos los hombres nacen aristotélicos o platónicos, en esta ocasión incluso se les priva de la naturaleza de su nacencia.
El votante de Pedro Sánchez solo ve las sombras proyectadas por el presidente («la única verdad es la realidad», dijo, su realidad proyectada) sobre la pared de la caverna en la que se encuentra por la hoguera que hay a sus espaldas y que no puede ver, como toda la realidad más allá de las sombras o de las apariencias. Esas sombras que son tantos y tantos episodios olvidados, tantas y tantas mentiras relegadas. Todo pasa fuera de la caverna, mientras Sánchez se afana en que los ciudadanos solo vean la sombra de lo que pasa, mientras todo, efectivamente, pasa y pasa con los españoles encerrados en la caverna platónica del presidente, a los que se priva, ni más ni menos, según la alegoría de Platón, de la mismísima idea del Bien.