Borja Jiménez pierde el triunfo por entrar a matar de lejos
Octavo «No hay billetes» de la temporada en Sevilla
A pesar de la cruzada que se ha levantado contra los toros, la afición no decae por aquí y el domingo próximo habrá otra corrida, habiendo sido grandísima la concurrencia que hubo en la de ayer. De aquí se infiere que no está próximo el fin de este espectáculo; que el público, y sólo el público, es quien puede decidir nuestras costumbres.
En contra de lo que parece, no es ésta una sabia respuesta a las banalidades de los ministros Urtasun y Puente. Aunque no haya puesto comillas, no he escrito yo ese párrafo: apareció en El Contemporáneo, en 1863. Lo ha publicado el poeta sevillano José María Jurado, que lo atribuye nada menos que a Gustavo Adolfo Bécquer: quizá a los ministros Urtasun y Puente les suene el nombre de este irrelevante torturador.
Octavo lleno de «No hay billetes» en La Maestranza y ambiente extraordinario. Ya se ve cómo acierta Urtasun, en su denuncia de la decadencia de la Fiesta. Luego, como tantas tardes, el resultado no responde a las expectativas. Ante todo, por los toros, la base de todo: el viernes, vivimos un comienzo de Feria de San Miguel triunfal, una tarde vibrante, con reses magníficas de Victoriano del Río. Esta tarde, los toros de Garcigrande no dan buen juego: muestran cierta casta pero casi todos duran poco y a los espadas se les encasquilla la espada. A pesar de un público festivo, benévolo, Manzanares y Roca Rey tienen una tarde gris. Borja Jiménez pierde el triunfo, que tenía en el bolsillo, por entrar a matar desde demasiado lejos. No es la primera vez que le sucede.
No llevaba buena temporada José María Manzanares, quizá por problemas de salud o psicológicos, no lo sé, pero últimamente ha remontado, cortando un rabo en Murcia. No lo confirma, esta tarde. Recibe con suaves verónicas al primero, que sale dormidito. Magnífico Trujillo, con los palos, de poder a poder, dejando que el toro arranque primero para ganarle la cara con guapeza y clavar. El toro repite, con nobleza. Se luce José María en un cambio de mano y un pase de pecho, hasta la hombrera contraria; por la izquierda, el toro se le queda debajo; muy pronto, se apaga del todo. Ha habido muletazos sueltos pero no una faena compacta. Aunque a algunos les sorprenda, mata mal: lleva ya así cierto tiempo.
El cuarto sale suelto, echa las manos por delante. En la segunda tanda, Manzanares tiene que gritar cinco veces «¡je!» para que el toro embista. Es un síntoma claro de la disminución de la casta. La gente se impacienta. Y mata a la segunda: una tarde en blanco.
Le pregunté una vez a mi amigo Alfredito Corrochano cómo logró cortar un rabo en Madrid, ligando naturales. Me lo explicó, con humor: «Llamé al toro, acudió, repetía incansable, no se iba y yo no tenía más remedio que seguir dando muletazos…». Me resumía la evolución de la Fiesta: «En mis tiempos, decías ¡je! una vez y el toro repetía por lo menos cinco veces. Ahora, has de gritar cinco veces ¡je! para que el toro acuda una vez». La experiencia de este cuarto toro le da la razón a su triste diagnóstico.
Cambio el orden de actuación de los toreros. Roca Rey se ha mantenido fiel a su estilo, que, para el gran público, garantiza el espectáculo: lo ve claro, tiene valor, manda en el toro y, si cree que es necesario, recurre a efectismos, para calentar a la gente. Por eso, es el más taquillero.
Esta tarde, vestido de luto riguroso, negro y azabache, no ha logrado el esperado éxito. El tercero sale suelto, con pies, huye a chiqueros; flaquea pero es obediente. Lo mete fácil Roca en la muleta pero, con este toro, el trasteo tiene escasa emoción. Al final, con el toro casi parado, logra algunos naturales lentos. La media estocada queda caída y atravesada… ¡y la aplauden, en la Maestranza! Así estamos.
En el sexto, que acude pronto, nada con el capote. Es el único cinqueño, embiste irregular, brusco, protesta. Roca Rey muestra su oficio pero no está a gusto y pronto desiste: decepción general. Mete la mano con habilidad, con la espada.
Cuando le preguntaron a mi amigo Manolo Vázquez qué hacía falta para matar bien un toro, contestó sabiamente con una sola palabra: «Querer». Y añadió una explicación: «Pero no querer… querer, más o menos, sino QUERER de verdad». Vale eso no sólo para la espada sino para toda la lidia. (Y para la vida, en general). Con esa receta ha logrado Borja Jiménez colocarse esta temporada entre las primeras figuras: entrega absoluta, no regatear esfuerzos, asumir compromisos. Estos días, ha anunciado que va a matar seis toros en el festival del Club Taurino de Bilbao. A todo ello se une, naturalmente, la seria preparación y la técnica clásica. El único lunar –lamento repetirlo– es que entra a matar desde demasiado lejos: es la técnica que él ha aprendido pero no es la mejor, la espada suele quedar tendida y trasera, por eso ha perdido no pocos trofeos.
Muestra esta tarde su entrega al ir en los dos toros a portagayola y al entrar en los quites. El segundo, con cierta casta, flaquea. Comienza la faena por alto, con la mano apoyada en la barrera, estilo Luis Miguel: con un toro que flojea, no me parece lo más adecuado. Traza algún natural bueno pero a la faena le falta toro. Con una res que está casi cayéndose, pincha dos veces y el animal se echa.
En el quinto, repite la portagayola y enlaza verónicas, bajando las manos. Mide muy bien el escaso castigo Tito Sandoval. Brinda Borja a su hermano, también matador de toros. Comienza de rodillas, con siete derechazos templados: suena la primera ovación fuerte de la tarde. Dándole distancia, se queda muy quieto, aguanta mucho, liga muletazos desiguales pero emocionantes y añade detalles de pinturería sevillana. Se ha metido al público en el bolsillo, tiene seguro el trofeo pero falla lamentablemente con la espada, entrando desde lejos.
No es la primera vez que le pasa. Le he escuchado decir que ésa es su forma de matar, que así lo ve él. (Lo suelen repetir los profesionales). Me remito a los hechos: esta tarde, ha perdido sólo por eso un importante triunfo, en la Maestranza. ¿No le hace eso reflexionar? Yo me limito a repetir lo que siempre han dicho los clásicos: hay que entrar a matar «en corto y por derecho». El toro encastado y la hora de la verdad son las dos columnas de la Fiesta.
ficha
- SEVILLA. Plaza de Toros de la Real Maestranza de Caballería. Sábado 28 de septiembre. «No hay billetes».
- Toros de Garcigrande, con cierta casta, pero varios duran poco, se apagan.
- JOSÉ MARÍA MANZANARES, de nazareno y oro, tres pinchazos y estocada trasera desprendida (silencio). En el cuarto, pinchazo y estocada (silencio).
- BORJA JIMÉNEZ, de blanco y oro, dos pinchazos y el toro se echa (silencio). En el quinto, tres pinchazos y estocada (vuelta al ruedo).
- ANDRÉS ROCA REY, de negro y azabache, media caída y atravesada (saludos). En el sexto, estocada (silencio).