Catarata de emociones en la despedida de Enrique Ponce en Valencia
Pide el sobrero para redondear el ansiado triunfo que puso difícil la mansedumbre de los toros
Parece un cuento de hadas, con final feliz. A fines de los setenta, el abuelo Leandro lo llevaba con él a los toros en Valencia, su tierra. A aquel chiquillo le entró así la pasión por el toreo, que ha sido el centro de toda su vida. Con once años, en Monte Picayo, deslumbró ya a Ángel Luis y Juan Bienvenida; días después, a los aficionados de la capital valenciana.
Fue un verdadero niño prodigio, que asombraba ya por su facilidad para ver los toros, cuando apenas asomaba su cabeza por encima de la barrera. Tenía tan claro lo que quería ser, figura del toreo, que, siendo un chiquillo, dejó su casa y su tierra para irse a tierras de Jaén, a aprender el oficio.
Tomó la alternativa en Valencia, en 1990. Se mostró ya como una primera figura allí mismo, ese año, en la Feria de Julio, una tarde en la que mató seis toros, bajo un diluvio. Tres años después, se colocó ya a la cabeza del escalafón. Se llama Enrique Ponce y es un «torero para la historia». (Así titulé yo el libro que firmamos los dos, en 2013).
Sus datos no tienen parangón en la historia de la Tauromaquia. Durante diez temperadas seguidas, de 1992 a 2001, toreó más de cien corridas, un récord no igualado. Ha actuado en más de 2.500 corridas de toros; lidiado más de 5.000 toros; indultado más de 50. Ha abierto la Puerta Grande de todas las Plazas de España, Francia e Hispanoamérica. En Valencia, ha toreado 113 tardes; salido a hombros, 37 veces.
Su retirada, el 28 de junio de 2021, no podía ser definitiva. Su carrera merecía otro final: el que está teniendo esta temporada, en un clima muy sentimental, con triunfos rotundos.
Después de 34 años como matador de toros, acierta al elegir, para despedirse, su tierra, y la fecha, el 9 de octubre, día de la Comunidad Valenciana. Dos pequeños lunares. Después de esta tarde, todavía va a hacer temporada americana: es lógico que quiera despedirse también de aquellos cosos, donde es un ídolo, pero hubiera sido más bonito haberlo hecho antes, para que su última tarde absoluta hubiera sido en el coso de la calle de Játiva. Lamento que los aficionados de todo el mundo no hayan podido ver esta corrida por televisión: estaba previsto, en One Toro, pero ya sabemos lo que ha sucedido. Y el sectarismo, una vez más, ha impedido que la transmitiera la cadena autonómica valenciana.
Se ha elegido un cartel con dos ganaderías, Garcigrande y Juan Pedro Domecq: los primeros (1º, 2º y 3º), justos de fuerza y casta; los segundos (4º, 5º y 6º), muy mansos.
Simbólicamente, se despide Enrique dando la alternativa a otro valenciano, Nek Romero, como si fuera la entrega de la antorcha (aunque la distancia entre los dos sea enorme). Y les acompaña Talavante, que ha triunfado en este coso. Ponce corta una oreja al segundo, se estrella con el cuarto y pide el sobrero: Talavante corta una oreja en el tercero. Nek Romero da una cariñosa vuelta al ruedo.
No es ésta una corrida normal ni la mía puede ser una crónica normal. Mis paisanos, tan sentimentales, la viven como una catarata de emociones. Cuando suena el pasacalles de Pan y toros y aparecen los toreros, todo el público se pone en pie, con un clamor. Después del paseíllo, Francisco, con la Banda de Chiva, canta el Himno de la Comunidad, coreado por todo el público, y el de España. ¡Vaya momento de emoción!: «Por ofrendar nuevas glorias a España». Es el mejor resumen de lo que ha sido siempre este pueblo.
Toma la alternativa el valenciano Nek Romero. El primero sale dormidito, despierta en el caballo pero se para en seguida. Arropado por sus paisanos, Nek aguanta con valor, le saca algún muletazo limpio, al borde de la voltereta. Prolonga, tarda en matar y suenan dos avisos.
En el sexto, que brinda a Ponce, se muestra voluntarioso con capote y muleta, en medio de un vendaval. El toro se para y el público aclama los alardes de valor del paisano pero no se puede torear a una estatua. Mata mal, a la tercera.
El «tercer hombre» de este cartel es Alejandro Talavante. El tercero, muy justo de casta, de fuerza y de todo, le permite trazar lances vistosos, muletazos de rodillas (y el toro también cae: ¡vaya estampa!). Faena ligerita, variada, que al público festivo le encanta, hasta que el animal se para por completo. Estocada desprendida: oreja.
El quinto también mansea en el caballo y se para. La voluntad de Talavante (y la del público, de aplaudirle) se estrellan. Mata sin estrecharse.
Anotemos, para la historia, los datos de la actuación de Ponce. En su capote de paseo está bordada la Virgen de los Desamparados, a la que ha visitado esta mañana , como ha hecho siempre que ha toreado aquí.
El segundo flaquea de salida, apenas lo pican pero no le deja lucirse con el capote. Saluda Fernando Sánchez por un gran par. Suena una diana floreada. Brinda al público: la Plaza entera, puesta en pie. El toro, muy justito de fuerza, tiene nobleza. Con su claridad de ideas habitual, Ponce le saca algunos muletazos a cámara lenta, sin más emoción que la puramente estética. Gran maestría pero falta toro claramente. Mata de estocada corta caída: aviso y oreja.
El cuarto –último suyo aquí, en principio–, Bisutero, de Juan Pedro Domecq, 534 kilos, sale andando, lo protestan, pero pega un arreón de manso que pone en apuros al diestro. Lo ahorman en varas y se viene arriba. Otro gran par de Fernando Sánchez. Brinda a su padre. En la muleta, el toro se para: ha de gritar «¡je!» varias veces para que el toro se digne a embestir un poquito, topando. Ni la maestría de Ponce saca nada de este mulo. Y esta vez pincha, sin confiarse, antes de un estocada caída.
Pide el sobrero y se lo conceden (¿Quién se lo negaría, esta tarde?). Anuncian que lo paga el diestro. Han pasado casi tres horas desde que comenzó la corrida y falta un toro: es demasiado… Tampoco le deja lucirse con el capote. Después de dos buenos puyazos y otro gran par de Fernando Sánchez, brinda de nuevo al público: este toro sí se mueve y es manejable, le permite ligar muletazos templados, relajados, que desencadenan –¡por fin!– la deseada apoteosis: no podía Ponce concluir su carrera en Valencia con un marmolillo. Dándole muchas pausas, consigue las ansiadas poncinas. Y logra la estocada: locura en los tendidos y los trofeos redondean el triunfo.
Aquel chiquillo que asistía a las corridas con su abuelo Leandro, en el coso valenciano, ha recibido el homenaje fervoroso de su tierra. Es el broche lógico y feliz de una trayectoria taurina excepcional. Para muchos, con él se va también una parte importante de nuestra vida de aficionados: le debemos respeto y agradecimiento, por tantas tardes de belleza y de emoción. Y, en su nueva vida, le deseamos lo mejor.
POSTDATA. En el día de la Comunidad Valenciana, quiero reproducir lo que me contestó Enrique Ponce cuando le pregunté sobre ese invento de que Valencia, nuestra tierra, forme parte de los «países catalanes»: «¡Es un absoluto disparate! Para mí, nuestro único país se llama España… Yo soy español y, dentro de eso, valenciano. Cuando toreo en Hispanoamérica, me siento feliz de que así me vean. Es muy hermoso comprobar que esa Fiesta la llevamos nosotros allí y que nos une a esos pueblos».
Y añado una frase que escribió Mario Vargas Llosa para el Prólogo del libro de Enrique Ponce y mío: «Es un maestro en el que nunca han decaído la responsabilidad y la pasión con la que ha practicado el toreo a lo largo de toda su vida. En multitud de ocasiones he visto cómo sus faenas… nos recordaban a qué extremos de perfección podía llegar, gracias a él, el arte del toreo».
FICHA
- VALENCIA. 9 de octubre. Día de la Comunidad Valenciana. Lleno. Toros de Garcigrande (1º, 2º y 3º), justos de fuerza y casta; y Juan Pedro Domecq (4º, 5º y 6º), mansos, parados. Sobrero, de Juan Pedro, muy bondadoso.
- ENRIQUE PONCE (despedida), de blanco y plata, con cabos negros. En el segundo, estocada corta caída (aviso, oreja). En el cuarto, pinchazo y estocada caída (ovación). En el sobrero, estocada y dos descabellos (dos avisos, dos orejas).
- ALEJANDRO TALAVANTE , de azul y oro. En el tercero, estocada desprendida (oreja y petición de la segunda). En el quinto, dos pinchazos y estocada caída (silencio).
- NEK ROMERO (alternativa), de berenjena y oro. En el primero, pinchazo, estocada trasera y tendida, 2 descabellos (2 avisos, silencio). En el sexto, 2 pinchazos y estocada (vuelta).