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La libertad guiando al pueblo (1830) de Delacroix

¿Es justo que los artistas más ricos influyan políticamente en un mundo que no es el suyo?

«Si alguno de vosotros gana un premio esta noche, que no use esta plataforma para dar un discurso político...», dijo en la ceremonia de los Globos de Oro 2020 el presentador Ricky Gervais

Hace algunos años, en la ceremonia de los Globos de Oro de Hollywood, donde los actores cenan y se divierten al mismo tiempo que reciben sus premios de la Asociación de la Prensa Extranjera de Hollywood, el presentador Ricky Gervais les puso, quizá como nunca antes nadie lo había hecho, ante su propio espejo:

«Si alguno de vosotros gana un premio esta noche, que no use esta plataforma para dar un discurso político. No estáis en posición de aleccionar públicamente sobre nada. No sabéis nada del mundo real. La mayoría de vosotros ha pasado menos tiempo en la escuela que Greta Thunberg».

Fue una bomba que estalló entre los rostros felices y de repente cariacontecidos. No supieron muy bien cómo reaccionar ante semejante impacto en sus caletres, removidos, agitados por sorpresa en su propia casa. Algunos rostros mostraron casi el asombro por el descubrimiento al que Gervais les había llevado. Otros rieron, casi estúpidamente, antes de hacer como si nada hubiera sucedido, pero había sucedido. Una clase dominante fue golpeada desde dentro, pero se movilizó en la ignorancia para encajar el golpe y hacerlo desaparecer.

No fue la primera vez que alguien del mundillo artístico levantaba la voz sobre la demagogia de la política y del arte. Mayormente una política de izquierdas, que apoya a los pobres, a los necesitados, a los oprimidos, en muchas ocasiones para apoderarse de su defensa en exclusiva.

El cantante de rock Alice Cooper ya habló poniendo como ejemplo a Bruce Springsteen y su manifiesto apoyo al partido demócrata. Cooper dijo: «Bruce Springsteen escribía canciones y cantaba sobre el trabajador. Yo era un fan. Sus conciertos en los años 70 y 80 eran increíbles. Luego se volvieron nostálgicos en los años 90. Y luego todo eso se perdió.

El Boss tiene ahora un patrimonio neto de 1.100 millones de dólares y ahora es parte de una élite del establishment. Está fuera de contacto del estadounidense medio. Intentó desempeñar el papel poniéndose un abrigo de trabajador y sentándose en un restaurante a leer un guion para decir que votaría por el candidato de la élite del establishment (...) Pueden verse comprometidos de alguna manera o, lo más probable, simplemente les han lavado el cerebro los principales medios de comunicación, como a muchos de nuestros conciudadanos.

Lo mismo ocurre con el «respaldo» de Taylor Swift o Willie Nelson. Todo parece estar perfectamente guionizado para garantizar que las palabras cumplan con la narrativa izquierdista aprobada. No se quedó Alice Cooper, ni mucho menos, a la zaga de Ricky Gervais. Lo que dijo el presentador y lo que dijo el rockero eran las expresiones de la apropiación cultural popular, o popular cultural.

La muerte de Marat (1793) de Jacques-Louis David

Las manifestaciones políticas siempre se han dado a lo largo de la Historia del Arte, pero nunca antes se habían traspasado, para borrarlas, las líneas de separación entre el arte y la ideología como ahora. El «arte» que se hace y el «arte» que viene es político. Ni siquiera es arte politizado, sino política hecha «arte» por imposición. Incluso por imposición de llamarlo arte cuando en realidad no lo es. Porque no es lo mismo a belleza de La libertad guiando al pueblo de Delacroix o la elegancia de La muerte de Marat de Jacques-Louis David que el vulgar indigenismo revisionista de Sandra Gamarra.

Ocurre lo mismo cuando se ve a Almodóvar manifestarse por la Sanidad pública. Es la «narrativa izquierdista aprobada», independientemente de la realidad. Son los miembros de los grupos de poder, los privilegiados, que parece que se manifiestan por los que están fuera de él, pero en realidad se manifiestan a favor de esos grupos de poder, de los privilegiados, de los que indudablemente forman parte, aunque parezca lo contrario.

Todos los artistas son privilegiados porque todos, independientemente de su origen, han vivido desde muy jóvenes fuera del mundo real, como les dijo a la cara aquella noche Gervais. Por ello no están en posición de dar lecciones políticas a nadie, pero, sin embargo, lo hacen una y otra vez, convirtiéndose en altavoces de unos políticos y en azote de los rivales de estos.

El mismo Alice Cooper dijo que cuando los artistas famosos les dicen a los demás a quién deben votar están incurriendo en abuso de poder: «Les estás diciendo a tus fans que no piensen por sí mismos, sino que piensen como tú. El rock and roll es libertad y eso no es libertad». Esto sucede desde hace mucho tiempo. En España el ejemplo más célebre es el de 'la ceja' y todos aquellos artistas apoyando expresamente a Zapatero, hoy apoyo y beneficiario del sátrapa venezolano Maduro, una anécdota que es mucho más que una anécdota por su gravedad.

No es solo falta de libertad, sino tiranía moderna. Es el poder establecido diciéndole al pueblo que vote por el mantenimiento del poder establecido que son ellos mismos o del que se benefician ellos mismos. Es como si pidieran el voto para ellos, para los suyos, siendo ellos mismos los suyos, los que se conceden privilegios muy lejanos del ciudadano medio al que no le llega más que el eco de que está haciendo lo correcto, sin la libertad debida, como dice Alice Cooper, porque se lo dice, porque le influye su ídolo del cine o de la canción que no sabe nada, porque no vive en él, del mundo real de su pobre fan.