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El barítono Juan Jesús Rodríguez durante una actuaciónWeb de Juan Jesús Rodríguez

Entrevista a Juan Jesús Rodríguez, barítono

«En los teatros españoles hay una mafia que favorece a los cantantes de fuera»

El barítono onubense, con una sólida carrera internacional asentada en teatros como el Met neoyorquino o el Covent Garden de Londres, apenas tiene compromisos en su propio país. Por eso y por la precariedad de la profesión, acaba de rechazar el Premio al Mejor Cantante que otorgan los principales teatros líricos españoles

La felicidad va por barrios. Anoche, en La Primera de TVE, la soprano búlgara Sonia Yoncheva, considerada una de las mejores cantantes actuales, de gira estos días por España, acudía al programa de Broncano para hablar, entre otras cosas, del cibersexo con gran desparpajo.

Casi a la misma hora, pero en el Teatro de la Zarzuela, un barítono de la tierra, Juan Jesús Rodríguez, entre los más reconocidos de su profesión (la legendaria Renata Scotto decía de él que si hubieran compartido la misma época seguramente habrían hecho juntos toda su carrera), alzaba la voz en los Premios Ópera XXI contra la precariedad laboral en la ópera.

Recibía el premio al mejor cantante español, en 2023, cuando decidió, allí mismo, rechazarlo sin contemplaciones porque si él, uno de los artistas líricos más aclamados por el público de su país, apenas tiene trabajo estos días, qué será de los demás… Su alegato, sólidamente respaldado a través de las redes, ha causado una honda conmoción en el medio musical. Las autoridades ya le han dado cita.

–¿Cómo se le ocurrió rechazar el premio el mismo día de la entrega, en el mismo escenario? ¿Lo traía pensado ya de casa o fue un impulso sobre la marcha?

–Al principio, cuando me lo concedieron, me hizo mucha ilusión. A nadie le amarga que le otorguen un premio que te reconoce como el mejor cantante, porque además me lo merezco por mi trayectoria, soy consciente de mi valía. Pero, por eso mismo, después me dio por pensar: se supone que este galardón lo conceden los teatros españoles, y resulta que quienes me lo otorgan son los mismos que luego no me contratan. Mi agenda se encuentra vacía para los próximos meses. Así que había que denunciar ya esta incongruencia.

–Y de paso hacerla extensiva al resto de los cantantes españoles que, por lo que ha dicho, no atraviesan su mejor momento en su propio país…

–Exacto, pero no es algo nuevo o que yo no hubiera dicho antes ya. Solo que hay que aprovechar todas las tribunas posibles para denunciarlo una y otra vez. La situación es trágica para todos, insostenible en muchos casos. Imagínese, si al que le dan el premio del número uno ni siquiera le consideran una opción, ¡qué pasará con los demás…!

–De usted, los responsables encargados de realizar las contrataciones de artistas en los teatros suelen decir que es «un individuo problemático», y que no le llaman más porque, por encima de todo, desean preservar el buen clima de trabajo. Algunos de quienes hemos colaborado con usted sabemos que eso no se corresponde con la realidad. Usted es brillante como artista, pocos barítonos se encuentran mejores en la escena internacional; un magnífico compañero y una muy buena persona. ¿Por qué arrastra esa fama?

–Eso forma parte de los bulos que se dicen sobre mí para desacreditarme. Fíjese: en su día tuve acceso a un correo electrónico de la primera agencia artísticas de este país. Allí le comunicaban a otra agencia con la que ellos mismos colaboraban, en Estados Unidos, que no se les ocurriera contratarme porque, según aseguraban en ese escrito, Juan Jesús Rodríguez era una persona conflictiva. Lo vi con mis propios ojos y no podía creérmelo.

–Ya, ¿pero qué intereses puede haber en desacreditarlo, en ofrecer esa imagen negativa de usted?

–Los de quienes han desarrollado la auténtica mafia que maneja los hilos de las contrataciones en los grandes teatros de este país. Si te opones a los negocios de las principales agencias, que trabajan en coordinación con los gestores de esas instituciones, y los denuncias públicamente, como ha sido mi caso en reiteradas ocasiones, pasas a ser considerado un paria, un artista rebelde del que conviene prescindir. Y sus hilos llegan incluso fuera de España, como antes le he explicado.

–Según esta afirmación, que no es nueva en su caso, los teatros en los que operaría ese supuesto entramado preferirían contar con otros artistas, los señalados en primer lugar por las agencias digamos «privilegiadas», en lugar de colaborar con aquellos otros que no se someten a sus dictados o están fuera de ese circuito. ¿Es esto lo que ocurre?

–Totalmente.

–Pero, entonces, en el caso de que se prescindiese de un artista como usted, que es uno de los favoritos del público (solo había que presenciar las intensas ovaciones que ha cosechado estos días en la Marina en el Teatro de la Zarzuela), porque sus cualidades le acreditan como uno de los barítonos más destacados de su generación a nivel mundial, para contratar quizá a otro artista menor, solo porque este pertenece a una determinada agencia, quienes saldrían perdiendo, en primer lugar, serían esos mismos aficionados que lo único que desean es poder escuchar a los mejores intérpretes, ¿es así?

–Claro, y eso es justamente lo que yo llevo denunciando tanto tiempo. En un teatro privado, cada cual puede hacer lo que desee. Pero es que estamos hablando de teatros que funcionan con subvenciones públicas, y cuyo principal compromiso debe ser siempre atender a los artistas locales.

–En ese caso se podría incurrir en una discriminación por razones de nacionalidad, algo peligroso, que perjudicaría lo mismo a los cantantes españoles que desearan hacer carrera en el extranjero, ¿no cree?

–No es del todo cierto. En Francia, Italia, Estados Unidos…, se atiende siempre, en primer lugar, a los cantantes de esos países. En cambio, aquí pasa todo lo contrario, se contrata a extranjeros antes que a españoles, que solo conforman, como máximo, un 30 % de las producciones, nada más hay que ver los programas para comprobarlo. Por eso el principal destino de los cantantes españoles, ahora mismo, se encuentra en la emigración. Buena parte de los cientos de mensajes que estoy recibiendo hoy, a raíz de lo del premio, son precisamente de artistas de casa que han tenido que trasladarse al extranjero porque aquí carecen de oportunidades.

–Me consta que algunos directores de los teatros, en ocasiones, les dicen a los jóvenes cantantes: «Ayúdame tú: para que te contrate aquí, primero tienes que triunfar en el extranjero». ¿A usted le ha sucedido?

–También, cuando debería ser justamente lo contrario: poder desarrollarnos primero aquí para luego salir fuera a intentar triunfar en los grandes teatros, pero en las mejores condiciones. A mí me ocurrió, hace unos años, en la Ópera de Viena, donde hice una audición para su antiguo intendente, el gran Holländer. Le canté y vino encantado a hablar conmigo. ¿Cuántos papeles ha interpretado usted en su país que pueda ofrecernos aquí?, me preguntó. Tuve que decirle la verdad, prácticamente ninguno. Y le extrañó mucho, pero así fue y aún continúa ocurriendo ahora mismo.

–Volviendo a lo anterior, intentemos establecer un baremo lo más equitativo posible, a ver qué le parece. Ante un mismo papel, a igualdad de calidad (con lo subjetivo que esto puede llegar a ser), se debe contratar siempre, en primer lugar, al cantante local frente al extranjero. ¿Le parece justo?

–Completamente, pero aquí se aplica lo contrario. Los grandes cantantes tenemos que luchar para que finalmente nos envíen a un segundo o tercer reparto, y encima nos lo venden como un regalo, tenemos que darles las gracias. El resto cuenta menos, o nada. Los secundarios tienen que conformarse con las migajas que les dan, lo que no ocurre en otros países. Así no se cultiva la cantera. Pero esto no sería tan penoso si, además, España no representara una de las mejores fuentes de cantantes en todo el mundo. No le diré el país, pero cuando voy a actuar allí, a veces me pregunto: ¿Cómo ha llegado este cantante u otro hasta aquí, si en España no pasaría de actuar en el coro? El talento que tenemos es descomunal, infinito, pero no sabemos apreciarlo ni mucho menos desarrollarlo ni darle su espacio.

–También en los teatros principales, cada vez más, afirman que tienen que echar mano de las estrellas para poder cuadrar sus cuentas, porque de lo contrario el público no acude a los espectáculos como ellos desearían. La gente quiere escuchar solo a la Netrebko, ¿cierto?

–Eso no es exactamente así. El público sabe distinguir perfectamente cuando tiene delante a un gran artista, aunque no disponga del respaldo de los medios ni de las agencias, la publicidad… Pero es que además tenemos primeras figuras españolas que son constantemente maltratadas: no inauguran temporadas, se les envía a otros repartos, se les regatean los cachés… Y otra cosa, los teatros públicos viven de las subvenciones, de los impuestos, así que no necesitan contar únicamente con esas estrellas extranjeras, que tienen todo su derecho a actuar aquí (yo también defiendo a los de fuera que residen en nuestro país, por ejemplo), pero necesitamos que haya trabajo para todos. No solo para unos pocos, empezando por los de casa porque tienen talento de sobra.

–¿Y no le preocupa que este empeño casi quijotesco, que usted ha emprendido, pueda llegar a perjudicarle en su carrera aún a más largo plazo? ¿Qué retos artísticos se propone abordar en el futuro?

–¿Qué retos puede tener uno cuando la agenda está vacía…? Yo sé perfectamente que callado me iría mejor, pero eso no va conmigo. Mi mayor deseo ahora mismo es contribuir a romper con este círculo vicioso, ayudando a que otros cantantes puedan realizar sus sueños y que, no sé, quizá un día, al programar sus espectáculos, los responsables de los teatros piensen solo en todo lo bueno que puede aportarnos el arte, que es lo que realmente nos salva en tiempos tan complicados como los actuales.

–Magda Olivero, una cantante histórica, solía decir que lo único bonito de esta profesión ocurre solo en el escenario…

–Y a veces ni ahí, yo he vivido situaciones…

–Hoy, sobre todo a través de las redes, se ha podido comprobar cómo no le ha faltado la solidaridad de sus compañeros ante un gesto reconocido casi unánimemente como heroico. Pero también he visto que usted se ha quejado de que muchos de sus colegas más importantes le escriben «por privado», sin hacer públicos sus apoyos. ¿Hay miedo en la profesión a posibles represalias si se apartan del camino marcado?

–Miedo no, absoluto pánico. Y es comprensible, porque de lo contrario se arriesgan a perder el poco empleo que hay ahora. Pero ha llegado el momento de pronunciarse de verdad, no me valen los abrazos ni los comentarios a media luz. Ni me sirve asumir estos compromisos a favor de los demás cuando uno aprecia que su carrera parece estar llegando al final, y desea también salvarse… Hay que comprometerse en plenitud. En esto nos jugamos mucho, todos nuestros sueños.

–Al terminar su mensaje, en la ceremonia de Ópera XXI, imagino que varios de esos responsables de teatros que le premiaron, y que luego no le han contratado, se acercarían a hablar con usted…

–Ninguno.

–¿Y los políticos?

–Allí estaba la directora general del Inaem (Instituto Nacional de las Artes Escénicas y de la Música), Paz Santa Cecilia, que me pareció muy maja.

–¿Pero le expresó algo? En su discurso afirmó que se disponía a pedirle una cita al ministro de Cultura…

–Sí, me dijo que teníamos que vernos.

–Sinceramente, ¿espera algo de ese encuentro?

–Sí, desde luego son las personas que tienen el poder de cambiar las cosas. Los teatros dependen de su financiación, así que algo tendrán que arreglar. Yo voy a contar la verdad de lo que está pasando, con todo.