El barítono Juan Jesús Rodríguez rechaza el premio al Mejor Cantante español
El andaluz revienta la gala de los galardones líricos negándose a aceptar la concesión del merecido reconocimiento, como respuesta a la falta de trabajo en los teatros de ópera de su país y ante la precariedad en la profesión
La noche transcurría plácida, aunque sin la presencia del vetado Domingo para cuestiones oficiales, en el Teatro de la Zarzuela. Hasta que llegó otro barítono, seguramente el más destacado entre los españoles estos días, reconocido en todas partes por la extraordinaria calidad de una auténtica voz como las de antes, las de los grandes cantantes históricos, dispuesto a reventar la gala de los Premios Líricos Ópera XXI.
Lo logró con creces Juan Jesús Rodríguez, poniendo sobre la mesa, sin anestesia ni contemplaciones, la reivindicación que han hecho suya, durante mucho tiempo ya, tantos profesionales de la lírica españoles con menos visibilidad y galones que él.
Rodríguez salió al escenario del Teatro de la Zarzuela, donde acaba de protagonizar las recientes funciones de Marina de Arrieta, para recibir el galardón que lo distingue como el mejor cantante de la temporada 2023/2024 en este país. Pero lejos de atenerse al guion previsto, limitándose a agradecer el reconocimiento con quizá con alguna chanza, con el aplomo que le caracteriza, esta vez decidió dar un sonoro golpe en la mesa y rechazar el premio «con un par», que dirían los castizos.
El artista, que para nada es un desconocido en templos internacionales de la lírica como el Metropolitan de Nueva York, el Covent Garden de Londres o la Deutsche oper berlinesa, donde ha ofrecido memorables funciones cantando las más comprometidas óperas de Verdi, no tiene trabajo en esta próxima temporada en los principales teatros públicos españoles.
Como él mismo se encargó de precisar en su pública denuncia, no cuenta ni para el Real madrileño ni para el Liceo barcelonés ni para Les Arts de Valencia, las principales casas de ópera españolas. Su agenda está vacía de compromisos hasta febrero, y más allá de un par de funciones de Traviata, la nada; algo incomprensible que él atribuye a componendas de agentes con «oscuros intereses», unida a la desidia de los responsables de esos coliseos (véase el vídeo de su intervención en el acto).
Rodríguez, un tipo muy querido entre sus colegas, conocido en la profesión por su espíritu solidario y su apasionada defensa del talento nacional, no solo se limitó a exponer su propia realidad. Hizo extensivo su alegato al resto de sus compañeros españoles, que en muchos casos se encuentran en una situación incluso más precaria: al fin y al cabo, el Teatro de la Zarzuela cuenta con él para la interpretación del repertorio ibérico, como le ha ocurrido estos días en unas representaciones de Marina en las que ha resultado el claro vencedor para el público, con constantes y ruidosas aclamaciones, y la crítica.
El barítono onubense ha anunciado ya que en los próximos días solicitará una reunión al ministro de Cultura. Si se la conceden, acudirá hasta la plaza del Rey con su prestigioso currículo bajo el brazo, y el anuncio del premio que le han concedido por unanimidad todos los teatros españoles (reunidos en la asociación Ópera XXI), para solicitar que se deshaga el entuerto que le perjudica sin razón aparente. Pero además, desea transmitir que tanto él como sus compañeros deberían recibir, al menos, el mismo trato en su país que otros colegas extranjeros. Que tenga suerte.
A juzgarse por el revuelo que su desplante ha provocado en la principales redes, sobre todo entre colegas y aficionados (en la ceremonia, algunos miembros de la profesión se apresuraron a criticar sus formas, ya en privado), quizá haya comenzado una suerte de «Me too» para los cantantes españoles, hartos de aguardar por contratos que no llegan, sentados en sus casas.