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Historias de la músicaCésar Wonenburger

«Cruz de navajas» en la lírica

El tan comentado desplante del barítono Juan Jesús Rodríguez en los premios de ópera españoles, esta semana, precipita un enfrentamiento entre artistas que no va a detener sus reivindicaciones. En medio de la polémica, las administraciones mueven ficha

Juan Jesús Rodríguez en el Teatro Campoamor de OviedoPágina web de Juan Jesús Rodríguez

Imaginémonos la siguiente historia. La CEOE, la patronal que reúne a varios de los principales empresarios del país, decide crear un premio para distinguir al mejor empleado del año, en España. Para ello celebra una ceremonia solemne, tan coñazo como suelen resultar casi todo este tipo de actos, en los que se escuchan siempre los mismos o parecidos discursos. Llega el día señalado y hasta el lugar donde se le va a entregar su merecido reconocimiento se desplaza el galardonado, que esta vez tiene preparada una sorpresa.

A la hora de subir al improvisado escenario para recibir el premio, el risueño trabajador, que ha mutado la inicial sonrisa en un enigmático gesto de gravedad, decide salirse del guion, y en lugar de pronunciar unas típicas palabras de agradecimiento, acordándose de paso de la familia, que tanto le ayudó para alcanzar sus metas profesionales, se despacha con unas palabras que en la mayoría del auditorio resuenan tan inesperadas como incómodas e inoportunas, al quebrar con asperezas el clima pretendidamente jovial del evento.

Un cambio de actitud inexplicable lo precipita todo

¿Qué es lo que ha podido pasar? ¿Por qué ese hombre decidió saltarse todos los protocolos? ¿Acaso ha perdido el juicio? El rudo trabajador, como aquel Pascual de la Marina de Arrieta, se había parado a pensar durante unos minutos antes de acudir a tan relevante cita. En el último año, apenas logró encadenar un par de contratos temporales, algo que carecía del más mínimo sentido para él. ¿Si acaso era tan bueno, cómo los mismos que le concedían el reconocimiento al mejor empleado del año anterior, convocados allí mismo, se habían olvidado tan pronto de sus mejores virtudes?, se detuvo a cavilar.

No, para él no parecía lógico continuar bailando a su ritmo, agradecerles la limosna, agachar el lomo y correr hasta casa para seguir enviando currículos. Por eso, en lugar de un discurso triunfal, trufado con lugares comunes, decide en el último momento elevar el tono de su voz para rechazar la distinción. Pero no solo aprovecha el regalado minuto de gloria para exponer la paradoja de su propia situación: en un gesto generoso y noble, pasando de lo particular a lo general, ya de paso, se atreve a denunciar la penosa situación de precariedad laboral en la que se encuentran tantos trabajadores como él.

Las crónicas de aquel suceso hablan sobre la detonación de la fiesta, reventada en el último minuto por las justas proclamas del protagonista, según los testimonios mayoritarios que en las redes depositan quienes han encontrado en ese gesto algo de inspiración o consuelo, mostrándole su solidaridad con una catarata de comentarios lautadorios.

Pero contra lo que pudiera esperarse, en medio de la caudalosa corriente de elogios sucede lo insólito. El sindicato CC. OO. emite un comunicado, destinado solo a sus afiliados, en el que de manera nada velada critica la actitud rebelde del héroe por un día, afeándole su actitud. No debe morderse la mano de quien te da comer, molestando al patrón con reivindicaciones que ya tienen otros cauces, hasta aguarles la fiesta. Ha sido un detalle muy feo, vienen a decirle.

Una carrera intachable, forjada en los principal escenarios

Con los matices que se quiera, pero poco más menos eso mismo ha ocurrido realmente durante la semana que concluye, en otro ámbito. Resulta que Juan Jesús Rodríguez, uno de los cinco mejores barítonos del mundo, nacido en Cartaya (Huelva), forjado en el coro del Teatro de la Zarzuela, cuya carrera se desarrolla en algunos de los principales escenarios del mundo (los de Nueva York, Londres, Berlín…), decidió rechazar, el mismo día en que se lo entregaban, el premio al mejor cantante de este país por su desempeño en 2023. El galardón se lo había concedido Ópera XXI, la patronal de la lírica española, que reúne a los directivos de los principales teatros del país.

Juan Jesús Rodríguez en RigolettoGuillermo Mendo Murillo / Tato Baeza / Página oficial de Juan Jesús Rodríguez

Rodríguez, poseedor de una de las voces baritonales más nobles, expresivas y poderosas aparecidas en estas últimas décadas (como han reconocido desde Renata Scotto a Leo Nucci), se plantó el pasado martes en el escenario de la Zarzuela, que casi le pertenece un poco, pues es uno de los fundamentales exponentes de este género según le declara el público en cada nueva actuación suya. Y a partir de su situación personal (no tiene ningún contrato hasta el próximo mes de febrero, dijo), reclamó algo sobre lo que viene insistiendo religiosamente desde hace ya algún tiempo: que se revisen las políticas de contrataciones de los principales teatros españoles porque algo no parece estar funcionando bien.

De acuerdo con las declaraciones del artista andaluz, al menos en los tres más destacados teatros españoles, a los que señala sin tibiezas: el Real madrileño, el Liceo barcelonés y Les Arts de Valencia, se estarían produciendo prácticas cuando menos sospechosas, que favorecerían notoriamente a unos cantantes sobre otros, beneficiando casi siempre a los artistas extranjeros representados por determinadas agencias. Según Rodríguez, incluso en igualdad de condiciones profesionales, tratándose de intérpretes de pareja valía y desempeño, a menudo se prefería contratar a los de fuera solo porque trabajan con esas empresas foráneas, destinatarias de los principales contratos.

Para el barítono, en España hay tan buenos artistas como fuera

El cantante onubense destaca que nada de esto resultaría extraño si se tratara de teatros privados. Pero ocurre que funcionan sobre todo gracias a las ayudas que reciben de las administraciones públicas, y por tanto, aunque se deba preservar la autonomía del criterio artístico, lo justo sería un reparto más equitativo que beneficiara a los artistas españoles que se le merezcan: no se trataría de regalarles nada, pero tampoco de discriminar a los de casa. Porque, según expresa, «los hay aquí tan buenos o mejores que los otros, pero lo que prevalece son los intereses de unas pocas agencias».

Estas denuncias expuestas, ahora, en foro de los principales dirigentes líricos, han recibido numerosos respaldos públicos en las redes, durante los últimos días. Y también bastantes anónimos. El propio Rodríguez se ha quejado de que a su móvil le han llegado cientos de adhesiones de artistas conocidos, pero que luego han rechazado mostrarle ese mismo apoyo a través de los medios habituales.

No importa, el barítono se ha mostrado naturalmente comprensivo, afirmando en la entrevista publicada en El Debate, el pasado jueves, que existe auténtico pánico en la profesión. En una situación de extrema precariedad, los pocos artistas con buenos contratos temen que cualquier enfrentamiento con sus empleadores pudiera llegar a afectarles seriamente.

Lo que no se esperaba Juan Jesús Rodríguez, a juzgar por sus últimas declaraciones, es que la asociación que en su día se creó para defender los derechos de los artistas líricos, ALE (sindicato de Artistas líricos de España), escribiera una carta para sus afiliados en la que, entre otras afirmaciones, le afease supuestamente su conducta durante la ya conocida ceremonia. En dicho comunicado, refiriéndose a lo acontecido durante ese acto, se manifiesta: «Desde ALE entendemos que cualquier reivindicación debe siempre huir de personalismos y dirigirse al conjunto del sector».

A Rodríguez le incomodan, pero no le detienen las críticas

Rodríguez ya ha tenido ocasión de expresar su decepción con la misiva en varias de las entrevistas que ha concedido en los últimos días, como las emitidas por radio. Pero tampoco se siente concernido por ella, aunque no oculte su decepción por lo que considera un comportamiento cainita. Si se escucha bien el audio de su intervención durante la gala, más allá de la queja particular relativa a su situación (el veto que denuncia de varios teatros parece cierto al menos en dos casos) queda clara su defensa del gremio. Además, si sus iniciativas prosperasen los principales beneficiados serían muchos de sus compañeros.

Esta vez parece dispuesto a llegar hasta el final, y así se dispone a llevarlo a cabo en la cita ministerial que le ha convocado para finales del mes próximo. Las acusaciones difusas que hasta ahora manifestaba sobre supuestas mafias espera poder respaldarlas con datos nítidos: lo que en otras ocasiones ha definido como turbios manejos parece que podría adquirir la forma de un completo informe, con cifras y nombres, que serviría para demostrar un abuso de posición dominante en el mercado atribuido a empresas muy concretas.

Otra cosa es los que desee hacerse con todo ello: estas querellas vienen de lejos, cuando Barbieri y sus colegas defendían la necesidad de que en Real se hiciera ópera española con autores de la tierra, por ejemplo. Y nunca prosperaron. Ese es otro asunto, el de la creación.

Espoleado por las reacciones, también las inesperadas de los colegas de los que no aguardaba que le acusaran de anteponer sus propios intereses a los del colectivo, quizá haya decidido pasar de «son las cosas de Juan Jesús» a los hechos, que estaría en capacidad de respaldar con sólidos argumentos. ¿Ocurrirá el tsunami que desea propiciar o todo quedará en borrasca otoñal?